ECLIPSA
LUCHA SOCIAL DE WALLACE
Ángel
Lara Platas
En la
historia reciente de los procesos electorales, no se había desatado una
polémica tan contrapuesta como la que ha envuelto a la nominación de la
candidata del PAN a la Jefatura del Gobierno del Distrito Federal; particularmente
porque se trata de una persona con un proyecto social definido.
La señora
Isabel Miranda de Wallace, maestra escolar de profesión, salta del anonimato a
la escena pública tras el secuestro de su hijo Hugo Alberto Wallace Miranda, el
11 de julio de 2005.
Con
ejemplar valentía, Isabel Miranda logra un hecho por muchos calificado como
heroico, al detener a los secuestradores de su hijo tras cinco años de
denuncias e investigaciones, sin apoyo externo y con recursos propios.
La fuerza de su espíritu logra
sobreponerse al dolor de madre, crea la Asociación Civil "Alto al
Secuestro" para promover y defender los derechos humanos de las
víctimas de secuestro, y logra que la Cámara de Diputados apruebe algunas leyes
relacionadas con los derechos de las víctimas de este delito.
Su incansable lucha social la
coloca en el nivel de los grandes símbolos nacionales, aquellos que abanderan
causas nobles de los desamparados.
La señora de Wallace, a quien el presidente
Felipe Calderón otorgó el Premio Nacional de Derechos Humanos 2010, y que las
circunstancias la convierten en activista y ahora sorpresivamente en política; cede
a las tentaciones del poder y le da el sí al flirtreo del PAN quien la invitó como candidata al
Gobierno del Distrito Federal.
Sin motivos convincentes da intempestivo
giro a sus críticas por la ineficiencia de los políticos, y decide arriesgar el
reconocimiento de amplios sectores de la sociedad civil, para subirse al ring a disputarle el poder a otros dos que
también lo quieren.
La señora desea gobernar la ciudad
más grande de Latinoamérica y una de las más emproblemadas del mundo. Nadie
duda de sus capacidades como persona. Tampoco se pone en la mesa de los
cuestionamientos el asunto de género femenino. No.
Su decisión de entrarle de lleno a la
política la coloca automáticamente en blanco de ataques y denostaciones, y lo peor:
su lucha social realizada con la más grande fuerza de su ánimo, matizada con todos los colores del arco iris,
se verá palidecer sensiblemente en cosa de semanas.
Es más, las críticas ya comenzaron.
Claro, la ahora candidata se
justifica que ella surge de la sociedad civil y acepta la propuesta como parte
de sus pretensiones de terminar con los vicios que adolece la administración
perredista. Solo que aquí es oportuno dilucidar algo fundamental: no se puede
clasificar como candidatura ciudadana porque la suya no fue independiente. Se
dio por la decisión de un partido político lo que en automático excluye la
intención ciudadana. Hasta donde se sabe, no hubo propuestas de organizaciones civiles
ni de ciudadanos en lo particular. Es más, ni siquiera encuesta abierta a los
votantes de la gran ciudad. Se trató de una decisión unilateral con tufo a
imposición. Actos que ella misma reprochaba de los partidos.
La noticia no fue bien recibida por
otros aspirantes que venían trabajando la plaza como Demetrio Sodi (jefe
delegacional en Miguel Hidalgo) y José Luis Luege Tamargo, (Director de la
Comisión Nacional del Agua). Similar reacción hubo al interior del panismo
tradicional que esperaba esa designación para alguien con probada militancia.
Los argumentos de la dirigencia
panista fueron en el sentido que en sondeos de opinión, doña Isabel era la
mejor posicionada. Pero al mismo tiempo se preguntan los que opinan: ¿por qué
no se ha optado por este mismo procedimiento para decidir el caso de los tres panistas
que juegan por la candidatura presidencial?
Aunque ya lo había anticipado el que
mueve los hilos del poder nacional, cuando advirtió que debían salir a buscar a
los mejores hombres y mujeres para las candidaturas, así estos no pertenecieran
al PAN, para este partido representa un serio conflicto interno, por que evidencia
que en doce años no pudieron perfilar a figuras con perfil ganador, al menos
para la primera posición nacional y del Distrito Federal.
Mientras el PAN ganará mucho trecho
en la contienda, la señora de Wallace puede perder el impresionante respeto
nacional que se forjó como luchadora social. Ahora tendrá que cargar con los
errores del partido que ahora representa, en el tema que manejó como experta.
El argumento del secuestro le
permitió interactuar con todos al margen de ideologías o partidos. Ahora, ella
misma se ha impuesto límites al declarar que su decisión fue por el probable triunfo
del PRI y el rechazo al PRD.
El cargo al que aspira es
administrativo y nada tiene que ver con sus ideales. Congruente hubiera sido
una diputación como legítimo foro de expresión.
Solo una reflexión que terminaría con
las intenciones ciudadanas: si triunfara ¿habría alguien que impidiera el
abordaje de quienes la llevaron al poder?
Gane o pierda seguirá siendo una
mujer brillante, pero su proyecto social perderá credibilidad.