Por Ángel Lara Platas
Los plazos son para cumplirse y el de las campañas ya se cumplió.
El voto de la nación se depositará en las urnas que el próximo domingo se
instalarán en todo el país. En la más cercana a su domicilio y con credencial
en mano, todos podrán decidir el rumbo presidencial de México.
Si los resultados de las encuestas
en sus números han expresado la realidad, el ganador será Enrique Peña Nieto.
Lo que podría dar certeza a lo que nos digan las encuestadoras, es que en
esta última medición si solo trabajaron para complacer al cliente pero difiriendo
de la mayoría, se estarían jugando su futuro y su prestigio. Perderían toda
credibilidad y todos los clientes.
De acuerdo a esos sondeos, en el segundo lugar quedaría consolidado Andrés
Manuel López Obrador. Los esfuerzos del gobierno federal por colocar a Josefina
Vázquez Mota en la segunda posición, se desvanecieron en el momento en que el
banquete proselitista quedó reducido a un par de charalitos. La inhóspita confusión
en la detención del supuesto Hijo del Chapo, puso al descubierto fallas
colosales en el ámbito de la seguridad pública del gobierno calderonista.
Otra vez, a doña Jose la dejan con
la sartén vacía y sin pescado para freír.
Para el cuarto sitio, con encuestas o sin ellas, cualquiera aseguraría que
ahí estará Quadri; y que diga que le fue bien.
Lamentablemente se avisora un revitalizado fantasma recorre las calles y
carreteras del territorio nacional: el temor que el tabasqueño tome otra vez
–como hace seis años-, el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México y las
principales calles y plazas de las capitales de los estados, utilizando el
distorsionado proyecto “Yo Soy 132”, donde se izarían las banderas ambarinas
del fraude electoral, si las esperanzas resultan fallidas para el nacido en
Macuspana.
Muchos admiran su vocación mesiánica. Pero los más temen al fantasma de su
ego.
No es una absurda tempestad ni la resurrección de instintos salvajes, pero
no pocos le apuestan a que el segundo día de julio, las chachalacas volverán a
emprender el vuelo.
La mitomanía electoral golpearía la puerta de las instituciones electorales
y, la metralla de las gargantas polarizadas, en tonos discordes reclamaría la
falta de legitimidad del sufragio.
Alguien tendrá que hacer entrar en razón al recientemente converso al
pacifismo eventual, que no deberá continuar ocupando un destino que lo ha
mantenido atado al vituperio de la ambición.
Sin embargo, podría haber un detalle esperanzador: las huestes de Andrés
Manuel no estarían dispuestas a pasarse otros seis años dentro de casas de
campaña admirando sus propias sombras, en una lucha estéril que nada de
provecho personal les dejaría.
Por eso podría suponerse que el Peje,
ante las presiones de su propio equipo, se vea obligado a negociar
posiciones en el gobierno entrante a cambio de bajar el volumen de la protesta
post electoral.
Sería una decisión inteligente que hablaría bien del líder que sabría
reconocer su probable derrota. Claro, a los priistas no les caería nada bien este
tipo de convenios soterrados.
Cualquier actitud rijosa de AMLO después de los cómputos, cancelaría las
posibilidades del propio Marcelo Ebrard si piensa construir algún proyecto de
cara a la sucesión de 2018, excepto que piense afiliarse a otro partido que no
fuera el del sol.
Es más, al interior del equipo cercano comentan que las presiones ya las
tiene el tabasqueño. Cualquier protesta a partir del segundo día de julio,
tendrá que sopesarla perfectamente. El control de daños podría ser negativo
para él, para sus seguidores y para el partido que ahora lo cobija.
Si AMLO recogiera los ecos de las arengas y las descalificaciones de los
últimos años, podría quedarse solo, caminando en círculos y abandonado a su
suerte. En el PRD no todos son radicales. Los moderados, ante la intransigencia
del político sureño, hasta podrían quitarle la franquicia del partido.
Otra cosa hubiera sido si se hubiera mantenido oculta la mano que mece la
cuna del recién nacido Yo Soy 132.
De cualquier manera, el neo amoroso debe reflexionar que los ciudadanos no
están obligados a pagar los pecados de políticos intransigentes en sus
propósitos.
A fin de cuentas, perder también es democracia.
En estos días a nadie le gustaría estar en los zapatos del presidente
Calderón.
Si su candidata no gana, estaría acumulando tres derrotas al hilo en el
terreno electoral.
La primera, la de su hermana en Michoacán; la segunda, la derrota de
Josefina; y la tercera, si su candidata llega a la meta en tercer lugar.
Y para colmo, el panismo tradicional tenía disfrutando el poder tan solo
seis años y no doce. Los panistas de casta llegan al poder con Felipe Calderón
y no con Fox.
Por cierto, en esta semana los indecisos de estados que estaban en rojo definieron
su voto: se lo dieron a Enrique Peña Nieto.
Por ejemplo, en Veracruz la ventaja del priista es de 10 puntos. Los
candidatos al senado también la libran con una diferencia de 2 dígitos. Y Los
aspirantes a diputados federales podrán respirar relajadamente.