El Baldón: Adios 2013
Por José Miguel Cobián
Durante el 2013 hubo un par de acontecimientos políticos que me
asombraron. Pocas veces en el país se puede observar una operación política de
tal magnitud, en un caso exitosa y en el otro caso se puede decir que también
exitosa, analizando los detalles finos del asunto. Una a nivel nacional y la
otra a nivel mucho más local.
La más impresionante fue la operación política del nuevo régimen.
Mientras sus detractores y enemigos se han dedicado a propalar la especie de
que el presidente Peña Nieto es poco menos que un incapaz o débil mental, la
realidad se ha encargado de demostrar
otra cosa muy diferente. Incluso esa imagen que sus enemigos le han
creado de ¨tonto¨ le ha favorecido, pues sus logros han pasado desapercibidos y
pocos mexicanos se han dado cuenta de la trascendencia de la transformación
lograda en el país a tan sólo un año de gobierno.
Desde tiempos de Diaz Ordaz, (pues desde allí me alcanza la memoria
personal), no he visto jamás que se operen cambios tan radicales para México en
tan corto plazo. Incluso el tratado de
Libre Comercio de Salinas no fue manejado con tanta maestría. Todos los proyectos de reforma que se propuso
llevar a cabo la nueva administración, los ha logrado. La reforma de la ley federal del trabajo, la
reforma a la ley laboral de los maestros, el descabezamiento del SNTE, la
sumisión del PAN y el PRD, la abyecta sumisión de los líderes empresariales de
CONCANACO, CONCAMIN, CANACINTRA, COPARMEX, CCE, y demás cúpulas. La reforma
fiscal, la reforma energética y su aprobación vía fast track en las
legislaturas estatales. El total apoyo de los líderes religiosos, no sólo de la
iglesia católica, sino de las demás religiones que algo representan en el país.
El acostumbrado e incondicional apoyo de las fuerzas armadas. Y hasta la
distracción generada por la CNTE y por MORENA, todo ha favorecido al régimen
para llevar a cabo, puntualmente y al pie de la letra sus proyectos para el
primer año de gobierno. Si leemos la
historia, a nivel internacional, muy pocos gobiernos en los últimos cien años,
en cualquier parte del mundo en donde haya democracia han logrado lo que el
gobierno de Enrique Peña Nieto. Podremos
estar a favor o en contra de sus reformas, pero de que ha logrado lo que ha
querido, no hay la menor duda.
El otro asunto es a nivel
local. En dos municipios, Córdoba y Fortín se dieron resultados electorales
para la presidencia municipal totalmente inesperados. En Fortín, después de la administración de
César Torrecilla, pocos daban por buena la posibilidad de que otra vez ganara
el PRI, y lo logró con un candidato que jamás había participado en política
como Armel Cid, pero con carisma y que genera confianza en el electorado. Eso y los acostumbrados manejos que todos
conocemos de la política mexicana. Sin
embargo, haya sido como haya sido, fue un logro impresionante, para la comuna
que el primero de enero comenzó a despachar los destinos de ese municipio.
En el caso de Córdoba, pasó algo parecido. Un candidato extraído de la iniciativa
privada, con carisma y aceptación pero también desconocido para el votante,
hizo lo que pocos esperaban. Cuando
Salvador Abella resultó candidato muy pocos le daban la mínima probabilidad de
hacer un papel mínimamente decoroso. Se esperaba una apabullante derrota ante
ese tsunami electoral que es Tomás Ríos.
Incluso, desde las alturas se operó para dividir a su partido, para
sacar un candidato como Juan Carlos Castro, que muchos esperaban ganaría o
quedaría en segundo lugar, relegando a Salvador a un deshonroso tercer
lugar. Y sin embargo, a pesar de partir
casi de cero en cuanto a conocimiento público, Salvador hizo una campaña
ganadora, a tal grado que contra todo pronóstico, dio la pelea al seguro
ganador, y quedó en el municipio, incluso por arriba de la votación del
fenómeno electoral que siempre ha sido Paco Portilla. En esa campaña aún perdiendo la elección,
Salvador y su equipo demostraron que si hubieran comenzado antes, o hubieran
sido más largos los tiempos de campaña, la elección hubiera estado mucho más cerrada. Ganó quien (se sabía) tenía que ganar, pues
Tomás y Hugo hicieron una mejor mancuerna que Paco y Salvador, pero el
resultado está para estudiarse en libros de texto de política local. Tomás siempre conservó su aura de excelente
presidente municipal y Hugo no traía ningún desgaste político; ambos conocidos
por la ciudadanía y aunque los jóvenes no tenían mucho recuerdo de ellos, su
leyenda les antecedió en el conocimiento público, una leyenda de buenos
servidores públicos. Por el contrario Salvador tuvo que remontar el ser poco
conocido en la ciudad, y el hacer mancuerna con Paco Portilla, que siendo
excelente político, traía ya un desgaste muy fuerte tanto con la ciudadanía
como con los militantes de su propio partido, efectos ambos que jugaron fuerte
el día de la elección.
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