Crónicas urgentes
Claudia Constantino
Son
las dos de la tarde con diez minutos cuando Alejandro Montano Guzmán llega a la
redacción de Avanoticias, anticipándose a la cita que tenemos con él a las dos
treinta. Saluda de mano a todos los compañeros; sólo lo acompaña uno de sus
asistentes. Permanece de pie en el centro del búnker. Intercambia algunos comentarios con su
acompañante, revisa su teléfono celular; de repente echa una mirada al estudio
desde donde transmite el noticiero Luis Ramírez Baqueiro, director editorial de
esta casa productora.
Pocos minutos más tarde, llega el resto de su equipo: un par
de fotógrafos, su jefe de prensa (Marco Cruz, mejor conocido como El Tlacuilo)
y un par de chicos más. Faltando cinco para la hora del arranque de la
transmisión del Conclave Electoral, el programa en que se analizan los aspectos
más relevantes de la contienda que está llevando a cabo, todos tomamos nuestro
sitio en el estudio.
En el centro del panel, se sienta el
candidato; me ubico a su derecha; a su izquierda, Claudio Castro, el brillante
investigador de la Universidad Veracruzana, quien conoce a Xalapa en números estadísticos mejor que nadie; a mi
derecha, Rubén Ricaño, reconocido municipalista, conocedor de las necesidades
apremiantes de la capital de Veracruz. Frente al panel, Luis Ramírez Baqueiro
inicia la presentación del programa.
Dos rondas de preguntas de cada uno
de los cuatro participantes del conclave no inquietan ni un ápice a Alejandro Montano. En cada ocasión
responde seguro. Muestra dominio de los temas torales de Xalapa. Su léxico es
apropiado y fluido. Se nota tranquilo con cada embate de los cuestionamientos.
Mira a los ojos a sus interlocutores. Voltea de cuando en cuando a las cámaras
para encarar a quienes siguen el programa por televisión o las redes sociales.
En ningún punto de su discurso nombra a otro
candidato. Sólo en una ocasión alude al candidato de Morena, negativamente.
Aprovecha de la mejor manera el tiempo; lo administra, lo domina. Jamás se
atropella, ni duda. El aplomo con que se muestra es impecable. Su aspecto es
cuidado, sin nada que llame demasiado la atención. Viste, como cada día de su
campaña, pantalón caqui y camisa blanca, con su nombre y su identificación
partidista.
El tema de seguridad es el suyo.
Explica su propuesta: repasa los índices
de cuando era secretario de seguridad del estado: Ni un sólo asalto bancario en
seis años, el robo en carreteras en cero, el abigeato abatido a su mínima
expresión, la creación y puesta en marcha del C-4. Deja clara su experiencia. Se
refiere al tema con los términos policiacos y militares precisos. Eso recuerda
que es militar de carrera, y la seguridad, su empresa de toda la vida.
Desde el fin de semana recién terminado, su presencia mediática se
intensificó con base en ser noticia, porque al fin Enrique Ochoa Reza estuvo en
Xalapa para respaldarlo, y Américo Zúñiga, por su parte, finalmente mostró su
apoyo en un discurso contundente. Contra todo pronóstico, al abanderado priista
los astros se le alinearon. Todos recuerdan que representa al PRI y al Partido
Verde, pero se ven más verdes los otros candidatos.
El otrora ensoberbecido Hipólito Rodríguez Herrero pasa trabajos para
remontar los reveses sufridos entre rumores de más actos de corrupción de
militantes distinguidos de su partido y sus propios yerros. La candidata de la
coalición PAN-PRD, Ana Miriam Ferráez Centeno, trae un discurso en que se
victimiza y dice sufrir “la misoginia” del resto de los contendientes; se
muestra también muy débil.
Al terminar el Cónclave Electoral, los cuatro participantes
coincidimos en que ha sido el mejor plantado de los candidatos. El de las
mejores y más concretas propuestas. Se lo decimos y no parece sorprendido.
Sonríe complacido. Ya sonreía complacido desde su llegada, pues ha leído la
prensa todo el día. Ya fuera de cámaras y micrófonos, nos recuerda sus nexos
con la familia Alemán, algo de sus historias con ellos, y su nula participación
en las dos anteriores administraciones estatales: los castigos que le
infringieron Fidel y Duarte.
Finalmente se despide, agradece a
todos. De salida se toma fotos por los pasillos con quien se lo solicita.
Presume su amistad de siempre con los dueños
de la estación. Asegura que los Ferráez siempre serán sus amigos, más allá de
esta circunstancia. Explica que por eso no dudó ni un segundo en atender, in situ, la invitación a asistir al
programa. Lamenta que se haya suspendido el debate de candidatos que estaba
programado para dos días después. Concede una entrevista a otro medio en el
lobby del Hotel Clara Luna. Termina y se va, tan seguro como llegó.
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esta columna que hace crónicas de lo impensable a:
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