Crónicas
urgentes
Claudia
Constantino
Tan sólo veinticuatro horas bastaron
para que la pregunta que hacía meses se hacían los veracruzanos fuese
contestada por el sistema político mexicano. ¿La justicia alcanzaría a Javier Duarte
de Ochoa? La respuesta es: Casi. En el país de la simulación, hemos sido
testigos de otra maniobra de esas, en que nada es realmente lo que parece. Pero
en política lo que parece, es. No, no se trata de un trabalenguas. Ojalá. La
cuestión es mucho más seria e ignominiosa.
Primer acto: El gobernador Javier
Duarte de Ochoa pide licencia de su cargo para defenderse de las acusaciones y
señalamientos
de los que es objeto. Utiliza el noticiero con más audiencia de la televisión
mexicana para anunciarlo. Sale de ahí y se da a la fuga.
Segundo acto: Durante meses, los
veracruzanos especulan si el gobernador prófugo aparecerá, vivo o muerto. Corre
fuerte la versión de que a demasiados personajes importantes les conviene que
no aparezca, o al menos que no hable.
Tercer acto: Todo el mundo presencia
el performance bien estudiado de su localización y
captura. En el terreno de la especulación se dice que fue cuidadosamente
elegido el país, el momento, la forma. A
pocas semanas del encarcelamiento del ex-mandatario el presidente Enrique Peña
Nieto sorprende con una visita de estado a Guatemala. No se recuerda a ningún
presidente que haya estado en aquel país. Nadie recuerda hoy, a qué fue el
presidente. Todos especulan que tuvo que ver con la detención de otro más de
sus “gobernadores corruptos”.
Cuarto Acto: En tiempo récord
Javier Duarte de Ochoa acepta ser extraditado a México y se declara inocente.
Muestra sobrada confianza en que podrá demostrar su inocencia. Tan sólo
veinticuatro horas después de que es recibido en el hangar de la PGR en la
capital del país, es casi un hecho que dicha institución no podrá probar su
culpabilidad en ninguno de los delitos graves a los que se le vincula.
Proscenio: En un discurso que de tan
trillado ya nadie escucha, el actual gobernador de Veracruz, Miguel Ángel
Yunes pide a la PGR que “se haga justicia”, y ya entrados en gastos, también
procedan en contra de Fidel Herrera. Sus demandas ya parecen chiste. El Fiscal
General del Estado de Veracruz ha dejado la escena mucho tiempo antes, con
acusaciones de una actuación "de principiante”, que fácilmente pudo salvar
el famoso defensor del peor gobernador del que se tenga memoria en Veracruz, el
abogado Marco del Toro.
Ya un Juez Federal congeló las
dos órdenes de aprehensión emitidas contra Duarte por el juez Veracruzano que
solicitó su extradición, bajo las causas penales 38/2017 y 56/2017. Esto por considerarse que los delitos de
abuso de autoridad, incumplimiento del deber legal, peculado, tráfico de
influencias y coalición, no son graves, por lo que no merecen prisión
preventiva de oficio. Para conservar la
medida, el juez fijó como garantía la cantidad de 6 mil pesos.
Todo lo anterior ante la mirada atónita
de todos los veracruzanos, la impotencia evidente del Gobernador actual, a
quien ya si pone circo le crecen los enanos, y la incredulidad de quienes
juraban que la venganza anunciada por Miguel Ángel Yunes sí se consumaría.
La próxima
cita es el sábado por venir. Será entonces cuando se defina si lo vinculan o no
a proceso. Veremos muchas presiones para que así sea. Pero lo que ya está claro,
es que los enemigos de Javier Duarte no hicieron bien la tarea para dejarlo
encarcelado por largo tiempo. Y que la justicia mexicana sigue siendo una
especie de distopía que sólo alcanza a los más pobres, y nunca a los más
culpables, a razón de su inmensa riqueza, mal habida en la mayoría de los
casos. En el país de la simulación, un
personaje como Javier Duarte puede pasar de la ignominia a la impunidad, por
decreto ¿presidencial? Veremos.
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