La triste historia del Rey David Velázquez alcalde de Río Blanco y la bruja Renata Patlán Gómez
Río Blanco, Ver.- El Rey David Velázquez alcalde de Río Blanco a 3 meses de gobierno había enfermado. Todos los médicos de la corte entre ellos “Zorrillo” poblano fueron llamados para curar al monarca pero nadie había podido diagnosticar su mal. Pese a todos los cuidados, el buen rey empeoraba.
Una mañana, mientras los sirvientes aireaban la habitación donde el rey yacía dormido, uno de ellos le dijo al otro con tristeza:
-Morirá…
En el cuarto estaba Sir “Zorrillo”, el más heroico y apuesto de los caballeros de la mesa redonda y el compañero de las grandes ludes de David.
“Zorri” escuchó el comentario del sirviente y se puso de pie como un rayo, tomó al sirviente de las ropas y le gritó:
-Jamás vuelvas a repetir esa palabra, ¿entiendes? El rey vivirá, el rey se recuperará… solo necesitamos encontrar al médico que conozca su mal, ¿oíste?
El sirviente, temblando, se animó a contestar:
-Lo que pasa, Sir, es que David no está enfermo, está embrujado.
-¿Por qué dices eso, maldición? Preguntó “Zorrillo” poblano.
-Tengo mucho años, mi señor, y he visto decenas de hombres y mujeres en esa situación, solamente uno de ellos ha sobrevivido.
-Eso quiere decir que existe una posibilidad… Dime cómo lo hizo ése, el que escapó de la muerte.
-Se trata de conseguir una bruja la más poderosa aquella que realizó el conjuro; si eso no se hace, el hechizado muere.
-Debe haber en el reino una hechicera poderosa- Dijo “Zorrillo” –pero si no está en el reino lo iré a buscar del otro lado del mar y lo traeré.
Y así buscaron a Renata Patlán Gómez la bruja más poderosa que podía curar de males de amor a David, el alcalde de Río Blanco.
La fama de la bruja era realmente siniestra. Se sabía que era capaz de transformar en su esclavo al más bravo guerrero con solo mirarlo a los ojos; se decía que con solo tocarla se le helaba a uno la sangre en las venas; se contaba que hervía a la gente en aceite para comerse su corazón.
Pero David era el mejor amigo que “Zorrillo” tenía en su vida, había batallado a su lado cientos de veces, había escuchado sus penas más banales y las más profundas. No había riesgo que él no corriera por salvar a su soberano, a su amigo y a la mejor persona que había conocido.
“Zorri” poblano calzó su armadura y montando su caballo se dirigió a la montaña Negra donde estaba la cueva de la bruja.
Apenas cruzó el río, noto que el cielo comenzaba a oscurecerse. Nubes opacas y densas perecían ancladas al pie de la montaña. Al llegar a la cueva, la noche parecía haber caído en pleno día.
“Zorrillo” desmontó y caminó hasta el agujero en la piedra. Verdaderamente, el frío sobrenatural que salía de la gruta y el olor fétido que emanaba el interior lo obligaron a replantearse empresa, pero el caballero resistió y siguió avanzando por el piso encharcado y el lúgubre túnel. De vez en cuando, el aleteo de un murciélago lo llevaba a cubrirse instintivamente la cara.
A quince minutos de marcha, el túnel se abría en una enorme caverna impregnada de un olor acre y de una luz amarillenta generada por cientos de velas encendidas. En el centro, revolviendo una olla humeante, estaba la bruja.
Era una típica bruja de cuento, tal y como se la había descrito su abuela en aquellas historias de terror que le contaba en su infancia para dormir y que lo despertaban fantaseando la lucha contra el mal que emprendería cuando tuviera edad para ser caballero de la corte.
Allí estaba, encorvada, vestida de negro, con las manos alargadas y huesudas terminadas en longuísimas uñas que parecían garras, los ojos pequeños, la nariz ganchuda, el mentón prominente y la actitud que encarnaba el espanto.
Apenas “Zorri” entró, sin siquiera mirarlo la bruja le gritó:
-¡Vete antes de que te convierta en un sapo en algo peor!
-Es que he venido a buscarte -necesito ayuda para mi amigo que está muy enfermo.
-Je… je… je…- rio la bruja-. El rey esta embrujado y a pesar de que no he sido yo quien ha hecho el conjuro, nada hay que pueda hacer para evitar su muerte.
-Pero tú… tú eres más poderosa que quien hizo el conjuro. Tú podrías salvarlo- argumentó Zorri.
-¿Por qué haría yo tal cosa?- pregunto la bruja recordando con resentimiento el desprecio del rey.
-Por lo que pidas- dijo -me ocuparé personalmente de que se te pague el precio que exijas.
La bruja lo miró de reojo y anunció:
-El precio es este: si curo al rey y solamente si lo curo…
-Lo que pidas…- dijo “Zorrillo”.
-¡Quiero que se case conmigo!
-Sea- dijo el caballero, -si curas a David se casará contigo, te doy mi palabra. Pero por favor, apúrate, temo llegar al castillo y que sea tarde para salvarlo.
En silencio, la bruja tomó una maleta, puso unos cuantos polvos y brebajes en su interior, recogió una bolsa de cuero llena de extraños ingredientes y se dirigió al exterior, seguida por “Zorrillo”.
Llegaron y postrado en la cama el alcalde de Río Blanco dejó que la bruja le diera sus brebajes.
A la mañana siguiente, por primera vez en muchos días, el rey despertó.
-¡Comida!- gritó. –Quiero comer…Tengo mucha hambre-.
-Buenos días, majestad- saludó “Zorrillo” con una sonrisa, mientras sonar la campanilla para llamar a la servidumbre.
-Mi querido amigo- dijo el rey, -siento tanta hambre como si no hubiera comido en semanas-.
Repuesto David de inmediato nombró a Renata Administradora General del Palacio. El tiempo pasó y cumplió su palabra el rey y se casó con la bruja Renata. Hoy es presidenta del DIF Municipal. Y vivieron muy felices.