EN FASE TERMINAL
Ángel Lara Platas
Aunque
se diga lo contrario, la detención de la maestra Elba Esther Gordillo
representó el primer golpe en el escritorio presidencial, después de 18 años de
tolerancia impune a los poderes fácticos.
Ni
prudencia ni recato se aceptan como justificantes para permitir abusos de
líderes que han pretendido constituirse en un poder alterno al constitucional.
Durante
24 años al frente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE),
la profesora Elba Esther concentró mucho poder. Esa congregación de fuerzas le facilitó
transmutar la comunidad magisterial en un ejército electoral dispuesto al mejor
postor.
Los apetitos
de poder y dinero de Gordillo desviaron el rumbo del sindicato de los maestros.
En vez de cumplir con la responsable tarea de apoyar la enseñanza con calidad,
lo llevó a los terrenos de los cambalaches electorales por cargos públicos. Posiciones
políticas a cambio de votos.
El
sindicato fue penosamente convertido en una organización utilitaria sin
ideología ni partido. Los arreglos favorecían al mejor postor. El poder por el
poder. Nada más.
Presidentes
y gobernadores buscaron su manto protector por que podía traducirse en estabilidad política o
buena cosecha electoral.
Al
poder lo convirtió en su mejor aliado y fiel compañero. Lo utilizó –entre otras
cosas-para sepultar su modesto origen social y transformarla en una opulenta mujer
de pasiones extremas y odios profundos; y a veces de instintos violentos.
La
moral y la ética para la mentora eran dos accesorios que cabían perfectamente
en una de sus caras bolsas de mano.
24
años de liderazgo supremo, de manipuleo desenfrenado, de grandes riquezas para
comprar todo -hasta conciencias-, la obnubilaron, la cegaron.
La
cultura y la preparación personal no iban con ella. No le interesaba pronunciar
correctamente las palabras ni estructurar adecuadamente las frases. Con gritos
y amenazas se daba a entender perfectamente.
Su
imagen pública, a diferencia de muchos liderazgos legítimos, era lo que se
ponía encima, lo que usaba, lo que comía y bebía; y lo que gastaba.
La
mayor satisfacción de la maestra no era el bienestar de los profesores que
comandaba, ni que la enseñanza tuviera los mejores niveles de calidad. No. Simplemente
era la acumulación de mansiones y edificios en México, Estados Unidos y Europa.
Pronto se sabrá de castillos, haciendas y exclusivos bares para millonarios. Ni
vestigios de cuando se desempeñó como trabajadora doméstica.
Insultante
el precio de lo que usaba: los vestidos –que solo una vez se los ponía- andan
por los 5 mil dólares igual que las bolsas de mano. Y eran miles. Los zapatos,
más de mil Dólares (y también miles).
Sus joyas preferidas eran de la tienda Tiffany, la más exclusiva y cara del
mundo. Las cirugías –que no eran pocas- por el cuarto de millón de pesos.
Por mucho superó a la esposa del dictador filipino
Ferdinand Marcos, Imelda Marcos –también clienta de Tiffany- que se quedó en
1,500 pares de zapatos e igual número de bolsos; y solo 2 mil vestidos.
Sin
habla se han de haber quedado los profesores cuando de voz del Procurador
General de la República, se dieron a conocer las cuentas bancarias y los
millonarios gastos en lujosas tiendas de Estados Unidos. Paradójicamente, miles
de maestros tienen que caminar kilómetros para llegar a las comunidades para
encontrarse con sus alumnos.
La
fotografía de la maestra Gordillo con barrotes de fierro frente a su cara,
marcó el ocaso de un cacicazgo altanero y corrupto que durante años chantajeó e
insultó al Estado mexicano. Se quedarán esperando quienes soñaban con su apoyo
para ocupar el ISSSTE, la Lotería Nacional, la SEP o alguna Subsecretaría.
En
horas, la maestra enfrentó dos grandes tragedias: perder su libertad, y tener
que usar ropa barata igualitita a la de cientos de mujeres que ahora comparten
el mismo espacio.
A
Gordillo Morales la han dejado sola. Sus más cercanos colaboradores –excepto 2
que la acompañan en celdas diferentes-, se han hecho a un lado. Muchos de ellos
hasta festinaron su detención, particularmente los que padecieron su
arrogancia, desmesura y malos tratos.
Hasta
su partido político (PANAL) marcó ya su sana distancia.
El
poder que aglutinó la hizo perder el piso. Jamás la entristeció el daño
educativo a los niños ni las dificultades económicas de los papás.
Insaciable
de poder, creó un partido político para contar con incondicionales en el
Congreso de la Unión y las legislaturas locales. Apoyó campañas proselitistas a
cambio de de lealtades.
Hizo
política pero se opuso a la Reforma Educativa, tan necesaria para el impulso
que requiere la educación.
Mucha
política y poco saber.
Un
dato revelador: el 83% de los mexicanos apoya la decisión del Ejecutivo y
posiciona a Peña en su papel de Presidente.
Ahora
se espera que el dinero que la profesora utilizaba para incrementar sus
riquezas y alimentar sus vanidades, llegue a mejores beneficios.
Aunque
hubiera la intención, no habría manera de salvar a una enferma de poder en fase
terminal.