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Las mujeres de San Lázaro

Crónicas Urgentes




Claudia Constantino

          Son casi las nueve de la mañana de un jueves reciente; al llegar a San Lázaro es corta la fila de personas que esperan para entrar. Muestran credenciales, esperan la llamada conducente para que alguien de adentro, indique a la caseta de vigilancia del acceso principal,que autorizan su acceso. Yo espero al diputado amigo, al que vengo a visitar, en un café de chinos cruzando la avenida. A su llamada, alcanzo la calle, y tras un momento, lo veo a bordo de su camioneta; subo a ella y el chofer nos lleva por la puerta del estacionamiento hasta el punto más cercano a las oficinas del grupo parlamentario del PRD.
          Nunca antes había estado en la Cámara de Diputados, ni de paseo; mucho menos en visita “oficial”. El sitio es un enorme y laberíntico conjunto de edificios con una explanada central en la que se observa el lábaro patrio como ombligo. Todo pasa muy aprisa ante mis ojos porque mi anfitrión siempre camina a grandes zancadas. Por unos segundos observo de pasada pinturas y murales de gran valor histórico y artístico; la imprenta constituyente; así como también retazos de irremplazables piedras con inscripciones precolombinas.
          Pese a tantas bellezas, no puedo dejar de reparar en un detalle a simple vista más mundano, pero justificaré porque no lo es tanto: las señoras diputadas. A diferencia de los diputados, ellas van en grupos, muy maquilladas, unas más y otras menos peinadas, pero desde luego que muy bien vestidas, nunca como andarían en un día normal. Jamás había estado en San Lázaro, ya lo he dicho, pero no por eso ignoro que es la primera legislatura con tantas mujeres.
          No olvidamos que fue la reciente reforma político-electoral la que aseguró más curules para las mujeres; el artículo 41 de la Constitución Federal consagra la equidad de género en las candidaturas para legisladores estatales y federales. Al observarlas me asalta una pregunta que no gustará: ¿Todas estas mujeres están suficientemente preparadas para su encargo?
          Es bien sabido que desde 1953 en que se le confirió a la mujer el derecho a votar y ser votada, no había un avance tan significativo. Sin embargo, cosas indeseables han sucedido, como las renuncias a favor del suplente (que es hombre); la selección arbitraria y cupular de las candidatas de todos los partidos políticos; como una suerte de lotería que a menudo ganan las esposas, novias, hermanas y amantes de los señores dirigentes. También hemos observado criterios de selección como la lealtad que a menudo está emparentada con la complicidad de diversos tipos.
          Tengo la impresión de que el camino por recorrer hasta el óptimo desempeño de las señoras legisladoras es aún largo y sinuoso. Desde luego que mientras las miro, tan sonrientes, tan satisfechas, tan señoronas, me alegro por ellas y por todas las mexicanas. Pero acto seguido, me preocupo un poco por México. En eso recuerdo que los temas de la agenda legislativa de cada partido no la deciden los y las diputadas, sino las cúpulas partidistas. Los legisladores someten sus iniciativas de ley, primero que nada a sus partidos. El partido elige “los temas” de su agenda. Se acuerda empujar o desechar iniciativas, a razón de los intereses políticos de cada partido. Todo lo hacen en bloque.
          Recordando este modus operandi de absolutamente todos los partidos representados en San Lázaro, uno pierde el miedo a que ellas sólo sepan lucir bonitas y convincentes. Ya ven que en política para ser hay que parecer. Pero luego vuelve la desazón al preguntarse ¿Cuánto les tomará a las mujeres de San Lázaro cuidar a los millones de mujeres que no pueden estar aquí?
          Muchas diputadas tienen estilo; algunas son buenas oradoras, hay  quienes se mueven muy bien en sus distritos y otras más no pueden ser ignoradas por su coordinador parlamentario: son “jodoncitas”, vamos. ¿Cuántos hombres habrá detrás de las mujeres de San Lázaro? No para conquistarlas, sino para decirles lo que tienen que hacer o decir. En efecto los hombres no se salvan, pagan facturas políticas, hacen alianzas, las deshacen de ser conveniente y ahí van, nadando con la corriente para mantenerse lo mejor posible en la honorable Cámara de Diputados y sacar el mejor provecho posible a su encargo.
Hay un río de historias aquí; los temas de México se discuten para bien o para mal. Los pasillos y antesalas de este monumental complejo están bien nutridos de personajes y todo esto junto es una veta ideal para las crónicas urgentes.  Es mañana de jueves, de pronto me percato de que soy una más de las mujeres de San Lázaro, y que puedo compartirlo con ustedes.

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