AMBRUNA LETAL EN
LA TARAHUMARA
Ángel Lara
Platas
De no ser por el
rumor de que los Rarámuris se estaban lanzando al vacio en los profundos
acantilados de los cañones de la Sierra Tarahumara, para suicidarse por la
terrible hambruna que padecen, nadie hubiera volteado hacia aquella región
donde habitan miles de familias en condiciones de extrema pobreza, sin comida
para comer ni agua para beber.
Los Rarámuris (“de pies ligeros” por su
definición etimológica), viven en la parte alta de la Sierra Tarahumara en
medio de un ambiente de altos contrastes. El lugar representa una de las
bellezas naturales de México pero con un potencial turístico aún desaprovechado
por una inconclusa planeación de los gobiernos federal y estatal. Por ejemplo,
su sistema de cañones es más extenso y más profundo que el Cañón del Colorado
en Estados Unidos de Norte América, y no hay comparación en el número de
visitantes.
Lo que podía ser un polo turístico de
interés internacional, explotando la ambientación natural que ofrece la montaña
con sus impresionantes acantilados y algunas caídas de agua, que en conjunto
bien podría ser un escenario de cuentos fantásticos por sus múltiples y bellos
paisajes, por su clima y la cultura de sus habitantes, solo ha servido como tema
para adornar los discursos de los candidatos y los informes de los gobernantes.
Las promesas están en el recuerdo de aquellas etnias.
Los Tarahumaras de Chihuahua, cuyas
fotografías aparecen en libros de texto,
enciclopedias y un sinnúmero de revistas de temas turísticos, se están
muriendo de hambre por efectos de una terrible sequía. Ningún cultivo ha
florecido en las áridas tierras altamente contaminadas por la explotación de
las minas, el tráfico de maderas y el acaparamiento de las tierras por los
caciques que medran a costa de las necesidades de aquella gente.
Tampoco tienen al alcance agua para beber o
cocer sus alimentos. Calderón habla del efecto climático.
Los Tarahumaras han desarrollado la
facultad de resistir, de aguantar, de encarar a la propia muerte, pero
imposible mantenerse en condiciones de miseria absoluta, de inanición
A pesar de la fuerza intacta de su
atrayente cultura, no están en condiciones de luchar contra los motivos del
hambre. El frío los macera y corta su piel como afilada navaja.
Los “de pies ligeros” (llamados así por su
manera de desplazarse por el agreste territorio), están pulverizados
espiritualmente. La ayuda que en ocasiones llega no es para combatir las causas
de ese lacerante episodio. Es para paliar, sin mayor trascendencia, su
condición depauperada. Por trabas burocráticas los apoyos regularmente llegan
con retraso.
En reciente visita del Presidente de la
República a Chihuahua, al dirigirse a las miles de familias marginadas les
propuso apoyarlos económicamente con el sistema del plástico bancario. Pero
nadie le dijo al mandatario que la ventanilla más cercana estaba a siete horas
a pie.
Cuando algunos líderes sociales que mantienen
interlocución con ellos, confirmaron que no era cierto lo del suicidio
colectivo para huir de su terrorífica realidad, los que saben de la magnitud
del problema no lo tomaron como forma de consuelo. Padecer alguna enfermedad
grave, significa morir en el trayecto de muchas horas en busca del médico. Vivir
en esas circunstancias poca es la diferencia con el suicidio.
Varias familias de los Rarámuris han
migrado a Ciudad Juárez en busca de mejores condiciones de vida. Poco es lo que
resuelven.
En la periferia de esta ciudad, unas 250
familias Rarámuri luchan por sobrevivir lejos de sus tierras originales en un
lugar asolado por la violencia. En la Colonia Tarahumara la mayoría de los
hombres se dedica a la construcción, mientras las mujeres -ataviadas con
múltiples faldas coloridas y rebozos-, hacen artesanía y piden limosna. Cuando
les preguntan si le tienen miedo a la inseguridad contestan que no. Dicen estar
acostumbrados a compartir espacios con la muerte.
Consumidos por las enfermedades agravadas
por la lejana asistencia médica, desde que nacen, todos los días del calendario
son de muerte.
Medios locales han informado que en
ocasiones, la ayuda que envía el gobierno del estado les es vendida.
Las declaraciones del gobernador Duarte
Jáques, dibujan nítidamente el desinterés histórico sobre las condiciones prevalecientes
de ese segmento de la población chihuahuense. El mandatario, con tufo de
frivolidad dijo que en la Sierra Tarahumara hay hambre porque no hay maíz, no
hay frijol, no hay leche ni tampoco avena; pero “así son felices”
Los candidatos (o candidatas), que tengan planeado
visitar a electores de los grupos étnicos afectados por el intenso frío, las
fuertes heladas y la descomunal sequía, ¿tendrán listo ya el discurso
proselitista para convencerlos que los recursos públicos otorgados a sus
partidos, tendrán alguna utilidad que les proporcione mejores condiciones de
vida?
El asunto de la Sierra Tarahumara hará que
otros gobernadores vayan buscando palangana y agua, para poner algo a remojar.
alaraplatas@hotmail.com