COMUNICACIÓN Y
VIOLENCIA
Tan rápido como
lo permite la tecnología llegó a mis manos -así se decía antes, ahora es
bandeja de entrada-, una tira de dibujos
elaborados por Joaquín Salvador Lavado, mejor conocido como Quino, ni más ni
menos que el creador de Mafalda.
Con esa
característica forma de resumir en cada dibujo toda una problemática social o
política, el genial caricaturista en 8 dibujos reproduce con la crudeza
obligada, el rumbo que está tomando el mundo en cuanto a valores y educación.
La verdad es una
de las mejores críticas sobre la educación que actualmente están recibiendo nuestros
hijos.
Los personajes
son: el papá, un afligido burócrata cuyo rostro refleja el desánimo y la
impotencia de cumplir con el papel que la sociedad le ha delegado; y su hijo -pequeño
pero muy observador-, que sin soltar el chupón de su diminuta boca escucha
atento lo que a manera de enseñanza le muestra el desconsolado hombre. Se trata
de las severas fallas que ha padecido el sistema educativo en lo esencial.
En el primer
dibujo se observa al papá señalando un auto, diciéndole a su hijo que esas
serán sus piernas. En el siguiente, con la mano derecha sobre la pequeña cabeza
y la izquierda apuntando a la computadora, el padre le expresa al pequeño que
ese será su cerebro.
Cuando toca el
tema del contacto humano, el de la comunicación entre las personas, le presenta
al chico un celular.
En otra escena,
se ve al pequeñín sentado en las piernas del padre y ambos frente a un
televisor. El pequeño, con un espontaneo gesto de familiaridad, presta
particular atención cuando el hombre le explica que de ese aparato recibirá la
cultura que necesitará en su vida.
En el siguiente
cuadro el afligido pero pragmático instructor, le muestra dos botes de basura
mal oliente al tiempo que le asegura al expectante jovencito, que ahí
encontrará los ideales, la moral y la honestidad.
En las dos
últimas caricaturas está un Dólar y un espejo. Del primero le dice que ese será
su dios, y del segundo, que le servirá para reflejar su imagen cuando tenga
necesidad de amar al prójimo.
El caricaturista
argentino en estos cartones expresa un problema que ya es de patente mundial.
Resulta difícil
creer que en los tiempos actuales, cuando la tecnología de la comunicación está
en su cenit, las personas estemos perdiendo el contacto humano y tengamos
serias dificultades para entendernos los unos a los otros.
Un hecho marca
este ambiente de decepciones y contradicciones en cuestiones de la comunicación.
Hace pocos días, cuando salió a la venta el nuevo equipo portátil de la empresa
Apple, de esos conocidos como celulares, provocó tumultos y disturbios.
Lo lamentable es
que la euforia por adquirir ese pequeño instrumento de comunicación, es
provocada no por los deseos de comunicarse con los demás, sino para sentirse
incluidos en un estilo de vida (estatus social), que sirve más para fomentar el
ocio que para suplir la falta de calor comunicativo. Incongruencias de la
modernidad.
La ausencia de
comunicación o la deficiente comunicación entre padres e hijos, está provocando
mayor propensión de los chicos al uso inmoderado del alcohol, abuso de las
drogas y la práctica del sexo promiscuo y, lo más delicado, la proclividad para
ganar dinero fácil pero ilícito.
Pareciera que la
tecnología en los equipos para comunicarse, no está cumpliendo la función de
fortalecer los lazos del entendimiento entre la gente.
La violencia es
ya un problema global, no es exclusivo de nuestro país. Ha encontrado su nido
de incubación en las fisuras familiares. Las familias desintegradas son las
principales aportantes de jóvenes a los ámbitos delincuenciales.
Está comprobado
que en los países donde la generalidad de familias son consideradas como
integradas -mejor aún si se trata de padres biológicos-, el índice
delincuencial es menor que en aquellos con familias disolutas o con problemas
de comunicación.
Aunque no tan
grave, pero algo similar ocurre con las familias mono parentales, es decir,
aquellas donde existe un solo padre.
Por eso, el
problema educativo y la desculturización deben combatirse de manera conjunta. No
debemos dejárselos solamente al estado. Es urgente que la familia haga su
tarea, que asuma su responsabilidad.
Mientras la
sociedad no participe con responsabilidad y convicción en la preservación o
recuperación de los verdaderos valores humanos, ninguna reforma educativa, por
más apoyo gubernamental que pudiera tener, cumplirá su propósito.
La auténtica
formación del individuo inicia en la célula de la sociedad, que es la familia.
La familia debe
recobrar su compromiso humanístico para
formar, ahora más que nunca, hombres y mujeres que sean capaces de servir a sus
semejantes mejorando con su trabajo y su ejemplo la sociedad en que viven.
Por fortuna, con
cierta esperanza se ve que las universidades del mundo tratan ahora de reformarse
para recobrar el sentido que les dio vida, pero también para estar a la altura
de las circunstancias actuales y cumplir su misión con plenitud ayudando a
resolver la crisis que padece el hombre de nuestros días.
alaraplatas@hotmail.com