CUENTAS POR COBRAR
Ángel Lara Platas
El
remanso político que devino de las tradicionales vacaciones de semana santa,
seguramente fue aprovechado por el Presidente Peña y su equipo de
colaboradores, para evaluar el control de daños por la detención de la ex
lideresa del SNTE Elba Esther Gordillo Morales, acusada por manejar para su
provecho y beneficio los dineros de los trabajadores de la educación.
De
acuerdo a las mediciones encuestológicas, el apresamiento de la que se graduó
con honores pero que se impuso como proyecto de vida nunca aprender a leer,
elevó los bonos políticos y sociales del huésped de Los Pinos.
Lo
preocupante del asunto es que, como en el Coliseo Romano, los espectadores a
gritos exigen más sangre en la arena. Le piden al que manda que con la misma
vara mida a algún otro pájaro de cuenta de esos que anidan en las prerrogativas
de PEMEX, por ejemplo. Quieren ver rostros conocidos en las rejillas de
prácticas.
Después
de esa foto de la cara detrás de barrotes, de quien durante 24 años navegó por
los anchos mares de la impunidad, la crítica contra el jefe del Ejecutivo
amainó. La imagen pública del Presidente adquirió otra tonalidad. No tan solo
ganó el respeto y reconocimiento de diversos sectores de la sociedad, sino que
también derivó en un oportuno reposicionamiento de la figura presidencial.
Los
primeros avisos de cuál sería la política a seguir del entrante gobierno
federal, en cuestión de la transparencia y la rendición de cuentas, los mandó a
través del nuevo gobernador de Chiapas Manuel Velasco Coello –su gran amigo que
se estrena como jefe del ejecutivo estatal-, deteniendo a ex presidentes
municipales que sin el menor recato le habían metido la mano a la caja de los
dineros del pueblo.
Si
bien es cierto que las primeras detenciones se trataba de ediles que se
desempeñaron en municipios pequeños, ya encarrilado, el joven gobernador hace
pocos días se anotó otro hit al detener al ex presidente municipal de Tapachula
–uno de los municipios más grandes de Chiapas-, Emmanuel Nivón González, acusado
de varios delitos entre otros el de peculado y mal uso de los dineros públicos,
justamente cuando salía de un antro de la ciudad fronteriza, donde se divertía
acompañado de varias damas.
A
pesar del aplauso, se percibe una corriente crítica que asegura que el viejo
PRI, el de los acuerdos cupulares y las decisiones ortodoxas, también regresó a
Los Pinos.
Pero
ésta aseveración habría que analizarla desde otro contexto. El PRI nace al
ritmo de las circunstancias políticas y sociales que prevalecían en el México
pos revolucionario, y durante muchos años cumple con las expectativas de los
grupos políticos que existían en México. Cuando los economistas toman el poder,
el PRI sufre cierto anquilosamiento en sus estructuras y pierde fuerza entre su
propia militancia.
La
llegada del Dr. Zedillo al hogar presidencial estimula a la corriente de
políticos que empujaban la idea de la alternancia, por que según ellos, se
fortalecería el sistema democrático mexicano.
Esta oportunidad es aprovechada por el PAN, dándose cuenta tarde que le
hubiera ido mejor si hubiesen postulado a un panista puro y no a un militante
ocasional, como lo fue Vicente Fox.
A
Zedillo (que nunca se identificó con el PRI), le llamaba la atención colgarse
la medalla del gran demócrata, y lo logró.
Pero
la sublime idea de que la alternancia fortalecería al país, en lugar de
acercarse se alejó.
Durante
el régimen de Vicente Fox Quezada -que cuando candidato llenaba auditorios de
frases imperativas que prometían orden, disciplina y castigo a los depredadores
del erario; en realidad se tornó en una serie de prácticas viciosas que nada
tenían que ver con lo que cacareó.
Y
qué decir del gobierno de Felipe Calderón. Mientras el jefe de las instituciones
federales permanecía ocupado en su guerra -luego se desdijo y la dejó en lucha-
contra el crimen organizado, el Estado estuvo a punto de entrar en fase
catatónica.
En
este nuevo ciclo, al PRI le toca asumir responsabilidades y poner orden en muchos
renglones, cuidando no caer en actitudes totalitarias.
Sin
convertir esto en un centro de apuestas sobre quién pudiera ser el próximo en cambiar
su confort por paredes desnudas y barrotes ferrosos, podría anticiparse que el
gobierno federal proseguirá en su intento de revisar las cuentas de los que
tomaron recursos del erario como propios.
En
este tenor, tampoco se descartaría alguna acción contra políticos de caros
vuelos que transgredieron acuerdos de esos en los que la lealtad política tiene
un alto valor, y no precisamente curricular. Es probable que pronto también
veamos algunas “caídas hacia arriba”.
Así
sea de soslayo, hay que mantener un ojo puesto en aquellos gobernadores
priistas que cobijados con el manto protector de quien ahora sin lujos ocupa
una celda en Santa Martha, bajo la mesa tiraron patadas a las espinillas del
que ahora manda.
Las
cuentas por cobrar están ya en poder del cobrador.