Crónicas urgentes
Claudia Constantino
La memoria puede ser una nube o un yunque. Los recuerdos, a
veces, pesan más que el plomo. Duermen las manos y anestesian las nuevas
caricias. Sus efectos son difíciles de combatir. Pero en otro sentido, el
tiempo también es guardador de tesoros, promotor de talentos, revelador de
sorpresas y decantador de maravillas. Sólo el tiempo, dicen, ayuda a restañar
las heridas. Sólo el tiempo confirma la valía de las personas, la importancia
de algunos lugares, la seriedad de las iniciativas. Las ciudades ven pasar no
sólo el tiempo, sino todas estas confirmaciones. Ejemplo en Xalapa: El Colegio
Preparatorio.
En sus inicios este Colegio
se conoció como Colegio Nacional de Xalapa y se ubicó en un ala del Convento de
San Francisco. El 6 de abril de 1843 el presidente Antonio López de Santa Anna,
por petición directa del licenciado Antonio María de Rivera, dictó un decreto
por el cual brindaba su apoyo a la fundación del Colegio Nacional de Xalapa y
así comenzó una historia que hasta hoy no ha tenido fin, que se sostiene por sí
misma, que permanece.
La junta Directiva del
Colegio fue integrada en mayo de 1843 por el coronel José Julián Gutiérrez,
jefe político de Xalapa, como presidente; el licenciado Ramón Terán,
secretario; Bernardo Sayago, tesorero; el cura José Francisco Campomanes,
Vicente Camacho y Antonio Martínez, vocales. Al licenciado Antonio María de
Rivera se le designó Rector del Colegio. Esta Junta elaboró un plan de estudios
que comprendía el Castellano, Latín, Francés e Inglés, Teología moral,
Jurisprudencia, Medicina, Cirugía y farmacia, Economía política y elementos de
comercio, Historia sagrada e historia profana, Retórica y amena literatura,
Elementos de matemáticas, Elementos de geografía, Música, Dibujo y Pintura.
El colegio se inauguró el 16
de septiembre de 1843, y se constituyó en el segundo colegio de enseñanza
secundaria del estado; el primero fue el Colegio Preparatorio de Orizaba. Al
comienzo de sus actividades contaba con cuarenta alumnos externos. La escuela
no recibió ayuda económica del gobierno de la República, ni del gobierno
departamental, que sólo brindaban su apoyo moral, aun cuando sus patrocinadores
habían sido el presidente Santa Anna y el gobernador Quijano. En esta situación,
el rector Antonio María de Rivera no solamente no cobraba sueldo, sino que
muchas veces con su dinero cubría gastos de la escuela.
Durante la invasión
norteamericana, Juan Soto, gobernador de Veracruz, solicitó el edificio del
convento franciscano para instalar un hospital militar. Posteriormente, los
invasores, al llegar a Xalapa, se posesionaron del convento y lo destinaron
para cuartel. Entonces Antonio María de Rivera trasladó el Colegio a una casa
rentada y después al número 64 de la calle Belén (hoy Lucio).
Hacia 1850, por gestiones
del propio Antonio María de Rivera, el gobierno cedió al Colegio una vieja casa
ubicada en la calle de la Amargura número 82, esquina con Nacional (actualmente
Revolución esquina con Juárez). Ahí funcionó durante algunos años hasta que en
1861 el gobernador Ignacio de la Llave, durante la invasión francesa, ordenó el
desalojo del local que ocupaba el Colegio para establecer un hospital militar.
Después del conflicto bélico, el Colegio retornó al mismo edificio.
Antonio María de Rivera
continuó como rector hasta 1868 cuando. Esta historia de amor perenne es una de
las tantas que ha visto Xalapa. Esta capital con el tiempo ha dado personajes
fantásticos que inspiraron a escritores de gran talla como Sergio Galindo, ese
xalapeño que supo plasmar el latido humano que se encuentra en el alma; el
mismo latido que Antonio María de Rivera se ocupó de educar. y por eso pesa en
la memoria, con su huella indeleble.
El Colegio Preparatorio de
Xalapa sigue en boga. Aún en el verano alberga con bondad nutricia a la
juventud, al arte y la cultura. Su aliento de vida permanece, perdura y
edifica. Ve pasar cientos de historias, de vidas. Las modifica, las transforma,
las estructura, y por eso es inolvidable, sin importar cuanto tiempo pase. Su
tiempo es breve, en función de su bondad.
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