JAQUE MATE / Sergio
Sarmiento
"Culpa a alguien
más y continúa con tu vida”. Alan Woods
Apenas se acababan de
dar a conocer los nombres y las identidades de las víctimas del homicidio
múltiple de la colonia Narvarte -Yesenia Quiroz, Nadia Vera, Nicole, Alejandra y el fotógrafo Rubén
Espinosa– cuando ya se levantaban dedos para señalar culpables.
El responsable es Javier Duarte, Gobernador de Veracruz, dijeron
algunos sin dudar. ¿La prueba? Espinosa huyó de Veracruz por amenazas un mes
antes y además es el autor de una fotografía de portada de la revista Proceso
en la que no sólo aparece el
Gobernador Duartesino que además se ve gordo. Por otra parte
Nadia Vera era una activista social chiapaneca que trabajó también en Veracruz.
Para otros es más
sencillo y dicen: Fue el Estado. Supongo que esto significa que hubo una gran
conspiración de funcionarios capitalinos, veracruzanos y federales para
asesinar a Espinosa e impedir que las investigaciones descubrieran al
responsable. Es la misma acusación que escuchamos en el caso de Iguala. El
Estado mexicano se está convirtiendo en un mortífero criminal.
Cuando escucho estas
afirmaciones, sin embargo, no puedo evitar recordar la reflexión de la filósofa
Hannah Arendt: "Donde todos son culpables, nadie es; las confesiones de
una culpa colectiva son la mejor posible salvaguarda contra el descubrimiento
de culpables, y la misma magnitud del crimen es la mejor excusa para no hacer
nada”.
Quizá soy demasiado
idiota. Cuando veo la información disponible sobre la matanza de la colonia
Narvarte me horrorizo, pero no encuentro indicios que permitieran apuntar a
algún presunto culpable.
¿Qué sabemos? Que las
víctimas estaban en una fiesta de larga duración, la cual empezó el jueves 30
de julio por la noche y se prolongó al parecer hasta la noche siguiente. No era
una reunión ruidosa. Rubén
Espinosa, me dice Darío Ramírez de Artículo 19, la organización
que apoyó al reportero gráfico para dejar Veracruz, no era una persona fiestera
o de vida desordenada; por el contrario, "era bastante metódico”. Sabemos
también que Espinosa dejó la fiesta en un momento, pero regreso a ella más
tarde. Se encontraba, sin embargo, en el apartamento de Luz Saviñón cuando
los asesinos llegaron sin forzar la puerta y ejecutaron a todos en el interior.
La Procuraduría de
Justicia del Distrito Federal está realizando una investigación no sólo por homicidio
sino también por robo, porque señala que el apartamento se encontraba revuelto
y faltaban billeteras y celulares de las víctimas. Pero la saña extrema con la
que actuaron los criminales no es usual en un robo. Las víctimas, por otra
parte, muestran escoriaciones que sugieren tortura o resistencia. Por lo menos
una de las mujeres muestra indicios de violación. Todas las víctimas tenían el
tiro de gracia.
Espinosa salió de Veracruz,
donde vivía y trabajaba, porque recibió amenazas. Por eso se ha señalado
a Duarte.
No hay hasta el momento, sin
embargo, ninguna indicación de que el gobernador o algún allegado hayan
ordenado el crimen. Un asesinato múltiple, con tortura y
violación de las víctimas, no
parece corresponder a un homicidio político.
El propio Espinosa, me dice
Darío Ramírez, nunca responsabilizó al gobernador directamente de las amenazas
que recibió.
El
que no pueda unirme a los linchamientos no significa que descarte la
responsabilidad del gobernador o del Estado mexicano. Pero tengo la mala
costumbre de buscar pruebas antes de lanzar acusaciones. Hasta por respeto a
las víctimas, es importante saber primero lo que pasó y después lanzar
acusaciones. Aprovechar la muerte de una o más personas para lanzar ataques a
políticos que no nos gustan me parece inmoral.