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Las lágrimas de Plaza Regina

Crónicas urgentes

Claudia Constantino

Frente al palacio del gobierno del estado,donde despacha Javier Duarte de Ochoa; en Plaza Regina, nuevamente ruedan las lágrimas como ríos. Ruedan lágrimas de impotencia; de rabia ante la impunidad; de encono ante la injusticia que impera en el país y que lo tiñe a menudo, demasiado a menudo de sangre tinta. Ha tocado otra vez a Veracruz y otra vez a un periodista.

En Plaza Regina, el sábado por la noche un nutrido grupo de periodistas en activo, reporteros gráficos y trabajadores de los medios de comunicación lavaban la ira con lágrimas por el asesinato artero de Rubén Espinoza Becerril; el mismo que denunció a principios de junio el acoso y las amenazas de que fue objeto a causa del ejercicio de su profesión.

El mismo periodista que acudió a las autoridades que están para garantizar la protección a periodistas. Sus precauciones y su miedo  lo llevaron a auto exiliarse, desgraciadamente demasiado al alcance de sus enemigos, pues menos de dos meses después la mano de éstos, cuya real identidad jamás conoceremos dada la postura de la Procuraduría de Justicia de la Ciudad de México, que ha salido a decir que fue, textualmente idéntico al caso Regina: “robo y homicidio al resistirse”.

Las lágrimas de Plaza Regina son porque se ha perdido un periodista más, el cabalístico número 13. Son profusas, amargas, verdaderas, porque han asesinado a un artista, sólo basta revisar las fotos entregadas a CUARTOSCURO, Proceso, o cualquier otro de los medios para los que colaboraba; o su cuenta de Twitter donde publicaba sus excelentes fotos, a menudo acompañadas de inteligentes y valientes reflexiones, ejemplo:

“No hay que acostumbrarnos, hay que despertar, esto es una barbarie, un 68 desgraciadamente”

Los jóvenes fotógrafos que cubrían cotidianamente los movimientos sociales y que recorrían las calles codo a codo con Rubén lo han llorado, han capturado los momentos más dramáticos de las concentraciones que se han llevado a cabo en protesta por la muerte de su compañero. En medio de sus lágrimas de dolor, siguen apuntando con su lente, como lo habría hecho su compañero caído en el cumplimiento del deber.

Las lágrimas en Plaza Regina, porque a la Plaza Lerdo, los mismos periodistas que hoy lloran a Rubén Espinoza, le han cambiado el nombre por el de la periodista asesinada en el 2012 y cuya muerte sigue impune al amparo de la falaz investigación que la dio por muerta a manos de un asesino solitario cuyo movil fue el robo; igual que hoy  para explicar el asesinato de Rubén Espinoza;Nadia Vera, egresada de la UV y activista del movimiento YoSoy132; YeseniaQuitoz Alfaro y otras dos jóvenes en la colonia Narvarte de la Ciudad de México.
A la marcha de periodistas ayer domingo al mediodía se sumó, entre otros personajes Paco Ignacio Taibo, quien visiblemente indignado aseguró: no  “No nos pueden seguir mintiendo así; debemos exigirles la verdad y sobre todo exigir justicia. Hemos visto de todo en este México que estamos viviendo, la única salida es la movilización social, por eso las criminalizan, porque es como nos cierran el paso. Ya basta. Pongamos un alto. Tomemos la calle. Hay que exigir”.

Así marchó el gremio periodístico veracruzano, en medio de lágrimas y arengas. Con el coraje ardiendo en los ojos; con el recuerdo de muchos de los días compartidos con el periodista número 13 asesinado. Así de vuelta a la Plaza Regina, a seguir llenándola de lágrimas que se niegan a ser catarsis para que con el paso del tiempo paren y se olviden. Los periodistas han sido los principales testigos del modus operandi del sistema: que salgan, que tomen la calle, que griten, que lloren, que maldigan, que se desahoguen, que hagan catarsis y luego el silencio, luego el paso del tiempo,  e ignorarlos hace el resto. Se quedan solos porque la sociedad, inmersa en sobrevivir, en palear su crisis cotidiana, olvida pronto las afrentas. Las lágrimas se secan y todo sigue igual.

Pero no sigue igual, a cada nueva injusticia todo empeora. A cada vida perdida, arrancada, este país tiene menos oportunidad de salir del hoyo profundo en que se encuentra. Los periodistas veracruzanosson los que lloran hoy, se abrazan, se dicen al oído “no nos van a callar”, “no nos ganarán el valor”, “ya basta”, “alguien tiene que encarar a estos hijos de la chingada”. Las lágrimas de Plaza Regina no son cualquier cosa. La vida de Rubén Espinoza sólo es un emblema, pero el clamor de justicia es para todos. Todos la necesitamos. La debemos exigir. Exigir.



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