POR LOS VENEROS DEL PETROLEO
Ángel Lara Platas
La ciudad aún suspira por tan
terrorífico acaecimiento. El edificio B2, adjunto a uno de los más emblemáticos
de la Ciudad de México -la Torre de PEMEX-, fue blanco del desastre y daño a
víctimas que solo se dedicaban a sus nobles tareas de servir responsablemente a
la institución petrolera.
Demasiado
perjuicio como para cargarlo solamente a un mero accidente por descuido o falta
de mantenimiento. En esos edificios se cumple con las rutinas de supervisión y mantenimiento
con la periodicidad convenida. Cualquier retraso en las prácticas de la
supervisión no hubiese derivado en algo tan fatal.
En el
momento que los funcionarios involucrados en la investigación afirmaron que no había
evidencia de fuego, en automático se descartó que el severo daño al edificio y
a las personas, hubiese tenido como causa el descuido por parte de alguno de
los empleados por el uso de aparatos eléctricos para uso personal. Aparte que la
afectación hubiera sido local y no general ni simultanea.
De
acuerdo a lo que observaron los expertos, la explosión fue seguida de un efecto
similar a una implosión lo que nos induce a pensar que lo ocurrido no fue
casual o espontáneo, así se diga lo contrario.
El daño
humano lacera, provoca heridas sociales. Irreparables las pérdidas,
insustituibles los hombres, las mujeres y, al parecer, una niña que mientras su
papá cumplía con su responsabilidad de empleado administrativo, la pequeña lo
hacía con sus tareas escolares.
La
tragedia tuvo la respuesta inmediata del titular del Poder Ejecutivo. El Lic.
Enrique Peña Nieto y algunos de sus colaboradores llegaron al lugar del
siniestro poco tiempo después del fatídico accidente, a pesar que el Presidente
andaba de gira por uno de los estados de la zona del Pacífico.
Atentos,
los ciudadanos seguían paso a paso las acciones que con la urgencia del caso
tomaban los grupos de reacción de las dependencias con responsabilidad en el
evento. Sin embargo, en el contexto de la lúgubre tragedia, quien pereció que
estaba sin tocar tierra aún fue el Director General de la Paraestatal Petróleos
Mexicanos, Emilio Lozoya Austin, cuyo viaje por la República de Corea fue
truncado por la explosión.
El
discurso que ofreció en el lugar de la desgracia fue poco afortunado, tanto que
evidenció los protocolos de atención inmediata de la propia paraestatal y la
asistencia de instituciones para la atención de emergencias.
Con
actitud titubeante y el rostro desencajado, dijo que “los afectados no
estuvieron solos: los vecinos acudieron al apoyo de las víctimas”. Hasta donde
se sabe, esas instalaciones, por sus dimensiones y por la gran cantidad de
personal que alberga, cuenta con personal paramédico y con médicos para la
atención de los empleados. Hasta donde se sabe, también hay grupos debidamente organizados
y capacitados para intervenir de manera inmediata en casos de emergencia.
Por
normatividad, las dependencias federales deben integrar brigadas internas de protección
civil para actuar en eventualidades, y esas instalaciones no pudieron haber
sido la excepción.
Lozoya,
en su discurso dio a entender que ante la carencia de la respuesta inmediata de
quienes tenían la responsabilidad, tuvieron que entrarle los vecinos, así
carecieran de los conocimientos adecuados para el manejo de heridos en medio de
situaciones de altísimo riesgo.
Pero
eso no quedó ahí. En otra parte de su alocución aseguró que “de esta tragedia
PEMEX va a salir fortalecido” Esas palabras suenan fuerte ya que sugieren que
los accidentes o las tragedias fortalecen a las instituciones. Lo cual es una
falsa idea. Si bien es cierto que de su boca salieron mensajes sin ninguna insana
intención, ante situaciones tan lamentables y delicadas se esperan frases mejor
pensadas. Mayormente si el mensaje es leído. Lo expresado por Lozoya insinúa
que las instituciones tienen que padecer una desdicha para fortalecerse.
Otra de
las frases del Titular de PEMEX, sin acomodo en el marco de las circunstancias,
fue: “PEMEX no está solo”. Ante lo
sucedido, esta frase carece de sentido toda vez que se trata de una empresa.
Más bien, quienes no han estado solos son los afectados, los heridos y sus
familias; y el resto de los empleados que también se vieron afectados emocional
y psicológicamente por la contigüidad del suceso. Así lo confirman las
repetidas visitas del Presidente de la República al edificio B2 y a los
hospitales que atienden a los heridos.
Dio la
impresión que a Lozoya Austin no le sienta nada bien trabajar bajo presión. En
las imágenes se le vio emocionalmente deshidratado.
Por lo acontecido, a
tiempo estaría el área de Protección Civil del Gobierno Federal para llevar a
cabo visitas de inspección a todas las oficinas gubernamentales, donde en la
mayoría de las mismas, comparten los mismos espacios computadoras, cafeteras,
cajas llenas de papeles, hornos de microondas y muchos muebles de material
altamente inflamable.