ELECCIONES ATÍPICAS
Ángel Lara Platas
El
escándalo provocado por la intromisión de funcionarios federales pertenecientes
a la Delegación de la SEDESOL en Veracruz, en asuntos electorales, fue el
detonante para que las elecciones que se desarrollarán en 14 estados del país, el
próximo 7 de julio, sean consideradas como atípicas.
Como
el asunto fue atribuido al PRI, los partidos opositores a éste aprovecharon el
instrumento de presión que más a la mano tenían, el Pacto por México, para exigir
a grito abierto, que durante el actual proceso electoral no se debían usar los
programas federales de ayuda, para sesgar la voluntad de los ciudadanos en favor
del partido en el poder.
Si
bien es cierto que en el eventual retiro del Pacto por tal motivo, los
representantes del PAN y PRD no le hicieron mucho caso a las expresiones
flamígeras de los grupos más radicales de ambos partidos, que pretendían se
vendiera caro el regreso a la mesa de acuerdos; también es correcto reconocer
que los operadores del Presidente Peña Nieto trabajaron con pulso de buen
cirujano.
En
principio no está mal que haya ocurrido lo que ocurrió, porque estas prácticas
han sido recurrentes en todas las administraciones por todos los partidos
políticos.
El
uso de los programas sociales del gobierno federal en turno, era ya parte del
sistema. Los apoyos en épocas
electorales siempre han tenido destinatario: los electores indecisos que son
los que realmente inclinan la balanza electoral.
Hasta
el sexenio de Carlos Salinas de Gortari eran evidentes los resultados por la
manipulación tendenciosa de los programas sociales. A partir de la
administración de Ernesto Zedillo, que tenía más perfil de técnico que de
político, se rompe un poco la tradición y decide no encargar a sus
colaboradores el usual diseño de estrategias con recursos federales, para
apoyar al partido que lo había llevado al poder.
Y no es que tal práctica hubiera desaparecido con
Zedillo, simplemente quedó sin la
rectoría presidencial. Funcionarios federales lo hicieron más por motu proprio
(así se escribe) que por instrucciones superiores.
En
mucho influyó que en el corazón del ex Presidente Zedillo no estuviera el PRI,
a pesar que éste partido fue el vehículo para que ocupara la Presidencia de la
República. Hay que recordar que su candidatura fue circunstancial. Ernesto
Zedillo sustituye a Luis Donaldo Colosio después de su asesinato.
Durante
la administración panista que encabezó Vicente Fox Quezada, el desvío de los
recursos federales para favorecer a los candidatos panistas se llevó a cabo de
manera plena, sin recato alguno. Sin embargo, como no se aplicó ninguna
estrategia para su entrega, el beneficio no cayó en las urnas electorales convertido
en votos a favor de los candidatos panistas.
Además,
como durante el gobierno foxista cada partido hizo lo propio, es decir que
todos utilizaban recursos etiquetados para desviarlos hacia actividades
proselitistas -que finalmente terminaban en las mismas manos de la población
electoral-, dejó de tener el efecto direccional que condicionaba al votante
para corresponder a su “benefactor”. Pero algo nuevo ocurrió. Los votantes
adoptaron la costumbre de tomar cuanto les dieran sin importar su procedencia, para
luego, en la soledad de la mampara, votar por el de sus simpatías.
La
mejor prueba fueron las pasadas elecciones para presidente de la República:
estando el PAN en el poder, con el manejo absoluto de los recursos federales y
utilizando las mejores artimañas a su alcance, Acción Nacional pierde la
candidatura presidencial con Josefina Vázquez Mota, frente a Enrique Peña
Nieto.
Y
más atrás, en el 2006, a pesar que el PAN estaba en el poder, con todo de su
lado y un IFE a modo, Felipe Calderón trastabilló frente a Andrés Manuel López
Obrador. Y qué decir de la hermana del Presidente cuando candidata al gobierno
de Michoacán.
Para
nadie es un secreto que el voto se ha prostituido. El voto duro de cada partido
se ha reducido significativamente. La voluntad del elector se ha
comercializado. Ya no existe la garantía de que el triunfo lo obtenga el candidato
que más recursos aplique. Los ciudadanos toman lo que les dan, a todos les
dicen que sí, pero al final votan por quien quieren.
Aparte
que el voto corporativo también está en extinción.
A lo
anterior se agrega que las campañas no se han modernizado. Los recursos se emplean
sin la menor estrategia de marketing electoral.
Las propuestas de los candidatos se han reducido a frases con escaso
sentido político o ideológico. Las ocurrencias campean por todos lados. Lo peor
de todo es que las campañas, que debían ser individualizadas y acopladas al
perfil de cada candidato; ahora son una suerte de cliché.
Este
problema no es exclusivo de un partido en especial, todos los existentes
padecen de lo mismo, unos más, otros menos.
Por
eso, qué bueno que haya ocurrido lo que ocurrió, para resolver ese mal endémico
que no sirve mucho para inclinar la balanza electoral, pero que sí corrompe la
voluntad ciudadana.