ASÍ SURGIERON LAS CAMPAÑAS
Ing. Fernando
Padilla Farfán
El
origen de las campañas políticas se remonta a 1950, con un dato curioso: la
primera campaña electoral nace por la necesidad de posicionar en el ánimo de
los electores a un desconocido para la mayoría. Un tipo antipático y de escasos
atributos políticos. Su imagen no era vendible.
El
personaje era Dwight D. Eisenhower, candidato del partido Republicano, quien tenía
ganado el calificativo de incompetente e “impresidenciable”. Sin embargo, pasó
a la historia como el 34º presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.
Por
el éxito, atribuible a la campaña de comunicación persuasiva de los servicios
de la agencia de relaciones públicas BBDO, la experiencia se consolidó como la
decisión obligada para todas las campañas subsecuentes. Desde entonces, esta
práctica se ha consolidado y ha adquirido el nombre de marketing electoral o
marketing político.
Las
campañas en la actualidad han sido adoptadas por todos los partidos políticos
y, como la de Eisenhower, son utilizadas para vender electoralmente a los
candidatos.
La
parte sustantiva de las campañas son el conjunto de imágenes, colores, formas,
banderines y carteles. La vestimenta y los signos juegan un papel importante
que, junto con las letras, las frases y las fotografías, son el complemento necesario
para posicionar a los candidatos en las preferencias ciudadanas.
Parte
importante es el mensaje que elabore el partido para sus candidatos.
Recientemente,
a las campañas se les ha agregado un elemento que ahora es imprescindible para
la toma de decisiones: las encuestas. Independientemente del prestigio de la
empresa que las aplique, sus resultados tienen una base científica que solo
serían distorsionados por factores externos como la coacción del voto o
presiones de alguna índole.
Con
empresas especializadas se puede analizar y valorar los diversos factores que
determinarán la victoria o la derrota. La visión en prospectiva es utilizada
por los partidos para integrar el plan de acción de sus campañas. Incluirán en
esta parte algunos otros elementos necesarios para completar la investigación,
como la imagen del presidente de la República, el gobernador o el presidente
municipal en turno.
Algunos
investigadores aseguran que las campañas tienen más efectos en los electores
poco informados y faltos de interés en la política. Es decir, aquellos
despolitizados que utilizan las comunicaciones de las campañas como fuentes
únicas para orientar su decisión de voto.
Determinante
para la decisión del ciudadano en el momento de votar, son las circunstancias
en las que se encuentre el país o la entidad federativa correspondiente. Si
existe un periodo de crisis o aquejan a los electores grandes problemas,
adquieren importancia las propuestas de solución que ofrecen las campañas por encima
de las lealtades partidistas o el carácter de los candidatos.
Pueden
tener razón quienes critican que hay campañas que al desvirtuar sus objetivos se
convierten en un espectáculo que aturde. Bajo estas circunstancias, la verdad o
realidad queda alejada, vaga e imperceptible entre los trasfondos de todo
mensaje emitido.
Cuando
un candidato tiene imagen aceptable, puede ganar con una campaña de bajo
perfil. Cuando es lo contrario, por muchos recursos propagandísticos que utilicen
pueden ser derrotados. Por ello la conveniencia de realizar estudios de manera
individualizada de acuerdo a la personalidad y trayectoria de cada candidato. Es
recomendable no homologar las campañas.
Cuando
una campaña incurre en los excesos los resultados pueden ser adversos. El
derroche provoca sentimientos de rechazo en los electores.
En
México, tal vez por cuestiones históricas o idiosincráticas, algunas
estrategias de campaña en lugar de favorecer al candidato revierten la
proyección de su imagen. Por ejemplo, Habría que definir con estudios serios,
si los grandes mítines se encuentran en este rango, particularmente cuando son
de carácter corporativo.
La
campaña que mereció estudios juiciosos de analistas nacionales y extranjeros,
fue la de Vicente Fox. Incluso, vino a replantear la forma en que sería vista
la propaganda política.
Los
mensajes de Fox estaban cargados de promesas utópicas muy difíciles de realizar.
La sociedad no lo captó así.
Su personalidad alegre y bromista fue la que convenció a la población. Esa
era la base del prometido cambio.
Hablar
con desparpajo y desenvolverse sin la menor formalidad, modificó el estereotipo
de político solemne y almidonado. Estas formas moldearon su carisma entre la
población.