El Baldón. El fantasma del voto nulo
Por José Miguel Cobián
Desde el 2006 el voto nulo ha representado una fuerte participación del electorado nacional, al grado de que en algunas zonas del país, el voto nulo es superior al de algunos partidos políticos miembros de la morralla partidista que reclama su pedazo de pastel.
En Puebla una encuesta seria plantea la posibilidad de que el voto nulo llegue al 18% del total de votos emitidos, y si a esta cantidad le añadimos el abstencionismo, va a resultar que va a salir a votar por un candidato en esa entidad menos del 50% del padrón electoral.
Los analistas y miembros de los grupos estratégicos de cada candidato, tienen una variable más que medir, ya no basta saber quien va a votar por el partido minoritario, y quienes votarán por la oposición fuerte, cuál será el tamaño del grupo abstencionista, cuál la votación del partido ganador, ahora también habrá que considerar el tamaño del voto nulo.
Pongamos un ejemplo hipotetico. Pensemos que estamos en la mesa en la cuál se define la estrategia de un candidato, y ya sabemos que en ciertos sectores que nos resultan afines, nuestra principal oposición va a comprar las credenciales de elector, para asegurarse de que nuestros simpatizantes no nos entreguen su sufragio el día de la elección. También sabemos que van a tratar de ubicar nuestros lugares de reunión previo a salir a votar, con el fin de intimidar a nuestros simpatizantes. Conocemos de antemano que a quien le han entregado apoyos, le van a exigir sufragar a su favor. Tenemos conocimiento de que tres o cuatro días antes de la fecha de la elección van a incrementar su campaña de desprestigio y difamación, con el fin de reducir aún más el número de simpatizantes. Incluso tenemos que preveer la posibilidad de que algún grupo desesperado haga uso del crimen organizado para enturbiar aún más el clima electoral, y poder sacar ventaja o justificar su derrota.
Además de todo lo anterior, tenemos que enfocarnos a aquéllos que las encuestas señalan como indecisos, y que implican entre el 20 y el 28% del padrón electoral. Ya sabemos que un candidato anda en menos de diez puntos de inteción de voto, y conocemos a nuestro verdadero adversario. Sin embargo, todavía no hemos tomado en cuenta a todos aquéllos que saldrán a votar y van a invalidad su voto, parte fundamental en una elección cerrada, pues lograr convencer a ese sector que representa cuando menos el 15% de los votos, implica la posibilidad de ganar o perder esta elección.
Todo esto lo pensaría el estratega, pero…. Y el estadista que pensará de tanta abstención, tanto voto nulo, tanto desencanto de nuestra sociedad, tanta desconfianza acerca del quehacer del político, ese que actúa en función de sus intereses en lugar de pensar en el futuro de la patria. El estadista estaría preocupado, pues el voto, la convivencia democrática es lo que le da viabilidad a nuestro pacto social, y si la gente pierde la esperanza de que con su voto logrará cambiar su situación, entonces a ese sector solo le que da la opción de una revuelta armada, la apatía o el mayor desencanto. México ya ha sufrido mucho por la violencia, en la guerra de independencia, en la de reforma, con Santa Ana, con Don Porfirio, en la revolución, y ahora en la guerra contra el narco, ya no puede darse el lujo de derramar más sangre de mexicanos. Por ello, el estadista estaría preocupado ante el incremento del abstencionismo y el voto nulo, pues ambos implican la falta de opciones que representa nuestro gobierno para hacer bien las cosas.
Para el estratega, el voto nulo es solo una variable más, para el estadista sin embargo, significa que cada día nuestro sistema es menos viable y más riesgoso de transitar en la pax democrática. Por ello, el voto nulo debe de ser atendido tanto o más que la abstención de voto, pues mientras el segundo significa que al votante no le interesa lo que se haga con la ¨cosa pública¨, el voto nulo implica rechazo a todo nuestro sistema político y a sus pobres resultados para la población en general.
www.josecobian.blogspot.com miguelcobian@gmail.com
En Puebla una encuesta seria plantea la posibilidad de que el voto nulo llegue al 18% del total de votos emitidos, y si a esta cantidad le añadimos el abstencionismo, va a resultar que va a salir a votar por un candidato en esa entidad menos del 50% del padrón electoral.
Los analistas y miembros de los grupos estratégicos de cada candidato, tienen una variable más que medir, ya no basta saber quien va a votar por el partido minoritario, y quienes votarán por la oposición fuerte, cuál será el tamaño del grupo abstencionista, cuál la votación del partido ganador, ahora también habrá que considerar el tamaño del voto nulo.
Pongamos un ejemplo hipotetico. Pensemos que estamos en la mesa en la cuál se define la estrategia de un candidato, y ya sabemos que en ciertos sectores que nos resultan afines, nuestra principal oposición va a comprar las credenciales de elector, para asegurarse de que nuestros simpatizantes no nos entreguen su sufragio el día de la elección. También sabemos que van a tratar de ubicar nuestros lugares de reunión previo a salir a votar, con el fin de intimidar a nuestros simpatizantes. Conocemos de antemano que a quien le han entregado apoyos, le van a exigir sufragar a su favor. Tenemos conocimiento de que tres o cuatro días antes de la fecha de la elección van a incrementar su campaña de desprestigio y difamación, con el fin de reducir aún más el número de simpatizantes. Incluso tenemos que preveer la posibilidad de que algún grupo desesperado haga uso del crimen organizado para enturbiar aún más el clima electoral, y poder sacar ventaja o justificar su derrota.
Además de todo lo anterior, tenemos que enfocarnos a aquéllos que las encuestas señalan como indecisos, y que implican entre el 20 y el 28% del padrón electoral. Ya sabemos que un candidato anda en menos de diez puntos de inteción de voto, y conocemos a nuestro verdadero adversario. Sin embargo, todavía no hemos tomado en cuenta a todos aquéllos que saldrán a votar y van a invalidad su voto, parte fundamental en una elección cerrada, pues lograr convencer a ese sector que representa cuando menos el 15% de los votos, implica la posibilidad de ganar o perder esta elección.
Todo esto lo pensaría el estratega, pero…. Y el estadista que pensará de tanta abstención, tanto voto nulo, tanto desencanto de nuestra sociedad, tanta desconfianza acerca del quehacer del político, ese que actúa en función de sus intereses en lugar de pensar en el futuro de la patria. El estadista estaría preocupado, pues el voto, la convivencia democrática es lo que le da viabilidad a nuestro pacto social, y si la gente pierde la esperanza de que con su voto logrará cambiar su situación, entonces a ese sector solo le que da la opción de una revuelta armada, la apatía o el mayor desencanto. México ya ha sufrido mucho por la violencia, en la guerra de independencia, en la de reforma, con Santa Ana, con Don Porfirio, en la revolución, y ahora en la guerra contra el narco, ya no puede darse el lujo de derramar más sangre de mexicanos. Por ello, el estadista estaría preocupado ante el incremento del abstencionismo y el voto nulo, pues ambos implican la falta de opciones que representa nuestro gobierno para hacer bien las cosas.
Para el estratega, el voto nulo es solo una variable más, para el estadista sin embargo, significa que cada día nuestro sistema es menos viable y más riesgoso de transitar en la pax democrática. Por ello, el voto nulo debe de ser atendido tanto o más que la abstención de voto, pues mientras el segundo significa que al votante no le interesa lo que se haga con la ¨cosa pública¨, el voto nulo implica rechazo a todo nuestro sistema político y a sus pobres resultados para la población en general.
www.josecobian.blogspot.com miguelcobian@gmail.com