ABSTEMIOS,
ALCOHÓLICOS… E INEPTOS.
Por Fernando Miranda Servín.
El general Francisco Villa ha sido quizá el abstemio más célebre en la historia de México. Su condición como tal quedó asentada aquél 4 de diciembre de 1914, día en que se encontró por primera vez con el general Emiliano Zapata en una casona de la calle de Juárez, en el centro de Xochimilco. Cuentan diversas crónicas, entre ellas la del escritor Pedro Ángel Palou, en su libro Zapata (Ed. Planeta 2006) que, luego de firmar el Pacto de Xochimilco, Emiliano Zapata le insistió mucho a Villa que le aceptara un trago de tequila; este, ya agobiado por los ruegos de Zapata, aceptó y, al sorber el fuerte líquido etílico, tuvo un ataque de tos impresionante que apenó al general de Anenecuilco. Tal era el abstencionismo de Villa que su organismo no toleraba ni una gota de alcohol. Inclusive, Villa daba órdenes determinantes de fusilar a todo aquél integrante de sus tropas que se le sorprendiera ebrio.
A los pocos días que comenzara el movimiento armado zapatista, en Chiapas, aquél 1 de enero de 1994, los mexicanos supimos que los miembros de este ejército guerrillero tenían estrictamente prohibido ingerir bebidas embriagantes.
Sin embargo, en el devenir político de México ha habido personajes muy conocidos por su afición a las bebidas alcohólicas. Tal vez el más conocido sea aquél secretario de Gobernación en el sexenio de José López Portillo, el Lic. Jesús Reyes Heroles, también secretario de Educación Pública en el sexenio de Miguel de la Madrid. Pero Reyes Heroles tuvo en el whisky su principal revelación para legarnos por ejemplo la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procedimientos Electorales (LOPPE), siendo el principal promotor de la Reforma Política de 1977. A Reyes Heroles le debemos la posterior creación del Instituto Federal Electoral, la inserción de partidos perseguidos a la vida política nacional, como el Partido Comunista Mexicano y las coaliciones, entre otras cosas.
Otro gran aficionado al whisky es Porfirio Muñoz Ledo, personaje central en la lucha democrática del México contemporáneo, excelente orador, ex secretario del Trabajo y Previsión Social, ex secretario de Educación Pública y extraordinario legislador.
Y así podríamos enumerar a muchos más personajes cuyos comportamientos etílicos poco o nada han afectado el quehacer político nacional e inclusive, en los dos ejemplos anteriores, el alcohol ha sido un catalizador positivo que los ha deshinibido para realizar proyectos y asumir actitudes excepcionales.
El golpe mediático que asestaron los diputados del P.R.D., y el P.T., el pasado 3 de febrero, desplegando bajo la tribuna del recinto del Congreso de la Unión la enorme manta en la que aparece el presidente Felipe Calderón en aparente estado de ebriedad, cumplió su propósito: exhibir a nivel nacional e internacional no el supuesto alcoholismo del primer mandatario sino el colapso total de su gobierno decadente que, hundido ya en la corrupción e ineptitud, es incapaz de inspirar respeto alguno.
Por eso debemos entender el mensaje y dejar de tener la mira puesta en el alcoholismo o no alcoholismo del presidente de la República, Felipe Calderón, (sin dejar a un lado la consabida represalia sufrida por la prestigiada periodista Carmen Aristegui, cesada por haberse atrevido a preguntarle a los que llevan los asuntos de la presidencia de la República si es o no cierto que el primer mandatario sufre este problema) ya que el debate principal debe girar en torno al papel que está realizando este como Jefe del Ejecutivo, que ha sido más que lamentable, desde su política fallida de generación de empleos y cero crecimiento económico, hasta su penoso desempeño en cuanto a la seguridad de la nación, como así lo demuestra la ola de violencia sin freno que azota a nuestro país desde el principio de su sexenio y las filtraciones vergonzosas en el portal Wikileaks de la abierta intervención del gobierno estadounidense en asuntos internos del país (narcotráfico) con su complacencia absoluta.
Ya no nos rasguemos las vestiduras por una copa más o una copa menos, el verdadero problema con Felipe Calderón es que es un pésimo mandatario, es el peor presidente que hemos tenido en la historia contemporánea del país. Ninguno anteriormente nos había llevado a semejante degradación social hasta el grado de volvernos insensibles a unos e hipócritas, mediocres e intolerantes a otros.
Hoy, el narcotráfico, los secuestros, las extorsiones, los robos de vehículos, las ejecuciones, decapitaciones, descuartizaciones, robos y asaltos que asolan al país, productos de la ausencia total de un verdadero Jefe de Estado, si no nos tocan a nosotros o a alguno de nuestros familiares, nos hacen permanecer indiferentes, abúlicos, pusilánimes, indolentes, temerosos, cobardes y autómatas.
Perdimos todo en el camino y hemos vuelto a la edad de piedra por lo que es urgente que comencemos, otra vez, el parto como nación nueva, sin importar lo que nos cueste. Pero esta vez sin Hidalgos ni Morelos, ni Villas ni Zapatas derrotados… ni subcomandantes Marcos silenciados. Solo empezando de nuevo tendremos libertad de expresión, libertad de andar nuestros caminos… tendremos esa claridad que le pondrá fin a esta larga noche
Entendámoslo muy bien: en este momento no es un presidente corrompido ni su oficina de prensa (cuyos titulares son funcionarios que no sirven para nada y les pagamos sueldos estratosféricos) quienes deben cambiar al país…ni la mayoría de políticos mafiosos, desde Marcelo Ebrard, López Obrador y Peña Nieto, encabezando la lista; tampoco son ellos, porque ellos también están contaminados. SOMOS NOSOTROS LOS CIUDADANOS LOS QUE DEBEMOS HACERLO YA.
Parafraseando a Don Fernando Martí: “¡si no pueden, que renuncien…!”.
Felipe, Marcelo, Andrés Manuel, Enrique, la mayoría de gobernadores, senadores, diputados y empresarios corruptos, ya dejen de estarse burlando del pueblo mexicano, ya dejen de enriquecerse haciendo grandes negocios personales al amparo del poder para ocupar un lugar más en la lista de millonarios de la revista Forbes; dejen ya de proteger a narcotraficantes, secuestradores, extorsionadores, robacoches, proxenetas, líderes sindicales saqueadores y funcionarios defraudadores del erario. Ya dejen de repartirse nuestro país en sus frívolos cocteles en Los Pinos, en sus fastuosas residencias de Acapulco y Cancún, y en sus departamentos lujosos del D.F., mientras millones de paisanos padecen miseria extrema y no tienen ni un peso para amanecer. ¡Dejen ya de chingar al pueblo de México!
“Si no hay café para todos, no habrá para nadie…” Ernesto Che Guevara.
ALCOHÓLICOS… E INEPTOS.
Por Fernando Miranda Servín.
El general Francisco Villa ha sido quizá el abstemio más célebre en la historia de México. Su condición como tal quedó asentada aquél 4 de diciembre de 1914, día en que se encontró por primera vez con el general Emiliano Zapata en una casona de la calle de Juárez, en el centro de Xochimilco. Cuentan diversas crónicas, entre ellas la del escritor Pedro Ángel Palou, en su libro Zapata (Ed. Planeta 2006) que, luego de firmar el Pacto de Xochimilco, Emiliano Zapata le insistió mucho a Villa que le aceptara un trago de tequila; este, ya agobiado por los ruegos de Zapata, aceptó y, al sorber el fuerte líquido etílico, tuvo un ataque de tos impresionante que apenó al general de Anenecuilco. Tal era el abstencionismo de Villa que su organismo no toleraba ni una gota de alcohol. Inclusive, Villa daba órdenes determinantes de fusilar a todo aquél integrante de sus tropas que se le sorprendiera ebrio.
A los pocos días que comenzara el movimiento armado zapatista, en Chiapas, aquél 1 de enero de 1994, los mexicanos supimos que los miembros de este ejército guerrillero tenían estrictamente prohibido ingerir bebidas embriagantes.
Sin embargo, en el devenir político de México ha habido personajes muy conocidos por su afición a las bebidas alcohólicas. Tal vez el más conocido sea aquél secretario de Gobernación en el sexenio de José López Portillo, el Lic. Jesús Reyes Heroles, también secretario de Educación Pública en el sexenio de Miguel de la Madrid. Pero Reyes Heroles tuvo en el whisky su principal revelación para legarnos por ejemplo la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procedimientos Electorales (LOPPE), siendo el principal promotor de la Reforma Política de 1977. A Reyes Heroles le debemos la posterior creación del Instituto Federal Electoral, la inserción de partidos perseguidos a la vida política nacional, como el Partido Comunista Mexicano y las coaliciones, entre otras cosas.
Otro gran aficionado al whisky es Porfirio Muñoz Ledo, personaje central en la lucha democrática del México contemporáneo, excelente orador, ex secretario del Trabajo y Previsión Social, ex secretario de Educación Pública y extraordinario legislador.
Y así podríamos enumerar a muchos más personajes cuyos comportamientos etílicos poco o nada han afectado el quehacer político nacional e inclusive, en los dos ejemplos anteriores, el alcohol ha sido un catalizador positivo que los ha deshinibido para realizar proyectos y asumir actitudes excepcionales.
El golpe mediático que asestaron los diputados del P.R.D., y el P.T., el pasado 3 de febrero, desplegando bajo la tribuna del recinto del Congreso de la Unión la enorme manta en la que aparece el presidente Felipe Calderón en aparente estado de ebriedad, cumplió su propósito: exhibir a nivel nacional e internacional no el supuesto alcoholismo del primer mandatario sino el colapso total de su gobierno decadente que, hundido ya en la corrupción e ineptitud, es incapaz de inspirar respeto alguno.
Por eso debemos entender el mensaje y dejar de tener la mira puesta en el alcoholismo o no alcoholismo del presidente de la República, Felipe Calderón, (sin dejar a un lado la consabida represalia sufrida por la prestigiada periodista Carmen Aristegui, cesada por haberse atrevido a preguntarle a los que llevan los asuntos de la presidencia de la República si es o no cierto que el primer mandatario sufre este problema) ya que el debate principal debe girar en torno al papel que está realizando este como Jefe del Ejecutivo, que ha sido más que lamentable, desde su política fallida de generación de empleos y cero crecimiento económico, hasta su penoso desempeño en cuanto a la seguridad de la nación, como así lo demuestra la ola de violencia sin freno que azota a nuestro país desde el principio de su sexenio y las filtraciones vergonzosas en el portal Wikileaks de la abierta intervención del gobierno estadounidense en asuntos internos del país (narcotráfico) con su complacencia absoluta.
Ya no nos rasguemos las vestiduras por una copa más o una copa menos, el verdadero problema con Felipe Calderón es que es un pésimo mandatario, es el peor presidente que hemos tenido en la historia contemporánea del país. Ninguno anteriormente nos había llevado a semejante degradación social hasta el grado de volvernos insensibles a unos e hipócritas, mediocres e intolerantes a otros.
Hoy, el narcotráfico, los secuestros, las extorsiones, los robos de vehículos, las ejecuciones, decapitaciones, descuartizaciones, robos y asaltos que asolan al país, productos de la ausencia total de un verdadero Jefe de Estado, si no nos tocan a nosotros o a alguno de nuestros familiares, nos hacen permanecer indiferentes, abúlicos, pusilánimes, indolentes, temerosos, cobardes y autómatas.
Perdimos todo en el camino y hemos vuelto a la edad de piedra por lo que es urgente que comencemos, otra vez, el parto como nación nueva, sin importar lo que nos cueste. Pero esta vez sin Hidalgos ni Morelos, ni Villas ni Zapatas derrotados… ni subcomandantes Marcos silenciados. Solo empezando de nuevo tendremos libertad de expresión, libertad de andar nuestros caminos… tendremos esa claridad que le pondrá fin a esta larga noche
Entendámoslo muy bien: en este momento no es un presidente corrompido ni su oficina de prensa (cuyos titulares son funcionarios que no sirven para nada y les pagamos sueldos estratosféricos) quienes deben cambiar al país…ni la mayoría de políticos mafiosos, desde Marcelo Ebrard, López Obrador y Peña Nieto, encabezando la lista; tampoco son ellos, porque ellos también están contaminados. SOMOS NOSOTROS LOS CIUDADANOS LOS QUE DEBEMOS HACERLO YA.
Parafraseando a Don Fernando Martí: “¡si no pueden, que renuncien…!”.
Felipe, Marcelo, Andrés Manuel, Enrique, la mayoría de gobernadores, senadores, diputados y empresarios corruptos, ya dejen de estarse burlando del pueblo mexicano, ya dejen de enriquecerse haciendo grandes negocios personales al amparo del poder para ocupar un lugar más en la lista de millonarios de la revista Forbes; dejen ya de proteger a narcotraficantes, secuestradores, extorsionadores, robacoches, proxenetas, líderes sindicales saqueadores y funcionarios defraudadores del erario. Ya dejen de repartirse nuestro país en sus frívolos cocteles en Los Pinos, en sus fastuosas residencias de Acapulco y Cancún, y en sus departamentos lujosos del D.F., mientras millones de paisanos padecen miseria extrema y no tienen ni un peso para amanecer. ¡Dejen ya de chingar al pueblo de México!
“Si no hay café para todos, no habrá para nadie…” Ernesto Che Guevara.




