El Baldón: Celebrando la derrota
Por José Miguel Cobián
Podrá existir un sesudo análisis de las razones de las celebraciones en México, pero la realidad se impone a cualquier pretexto. En México celebramos las derrotas, porque no tenemos muchas victorias que celebrar.
Ejemplos hay muchos. Podemos mencionar la guerrilla de Hidalgo, que comenzó como muchas otras antes y después de la suya, y que terminó con Hidalgo y sus compañeros decapitados exhibidos en la alhóndiga de granaditas. O la guerra con Estados Unidos, en la cual un país pequeño como el de ellos, peleó y ganó a un país enorme como era en esa época el nuestro.
Celebramos el 12 de octubre, cuando los españoles descubrieron América, y sentimos que nos invadieron y saquearon, cuando en realidad, México no existía en esa fecha y los Aztecas fueron derrotados por todos los pueblos que aceptaron el liderato español para acabar con su feroz tiranía. Vemos a los españoles como abusivos colonizadores, a pesar que ellos dieron coherencia y cohesión a lo que hoy es México y sin ellos, nuestro país no existiría, pues los naturales seguían viviendo en el neolítico superior, con armas de palo y piedra, sin avances científicos y tecnológicos como los que tenían los europeos y sin muchos productos que trajeron de Europa los conquistadores, que insisto, conquistaron gracias al apoyo de los conquistados y de la guerra biológica que sin querer y seguramente sin saber, trajeron al nuevo mundo.
El 4 de octubre de 1813 a las dos de la mañana, Nicolás Bravo huye de Coscomatepec, abrumado por el poderío de las fuerzas realistas y debilitadas sus fuerzas, por tantos días de sitio, sin suministros ni comida para mantenerse en la posición un día más. Coscomatepec fue abandonado y entregado a los realistas mediante el recurso de la huída sigilosa nocturna.
En las celebraciones de Coscomatepec, se hace hincapié en la inteligencia de Bravo para lograr engañar a los realistas, haciéndoles creer que todavía estaban en el pueblo y la habilidad para salir corriendo de manera silenciosa para que no acabaran con los restos de su ejército.
Sabido es que en situaciones de vida o muerte, la mente actúa más rápido. Seguro que don Nicolás ante la inminencia de la derrota, ideó la manera de salir del pueblo, romper el sitio (que en castellano significa escapar) y llegar a Huatusco. Resulta ridículo pensar que ante la perspectiva de ser detenido y pasado por las armas, hubiera salido en medio del redoble de tambores. La única manera de escapar que tenía era hacerlo como los ratoncitos, escabulléndose silenciosamente para no llamar la atención de su enemigo.
Nuestro pobre México tan necesitado de fiestas y celebraciones maneja como un acto de heroísmo la huída de los restos de un ejército, el incumplimiento de órdenes –pues se le había ordenado mantener la plaza y detener a los realistas-, y la habilidad para escabullirse sin ser visto.
Cada vez que escucho que se celebra un acto cívico, me pregunto si en verdad sucedió, si sucedió como lo plantea la historia oficial de México, y sobre todo, si los que hoy son homenajeados actuaron con valentía y pundonor, para recibir el título de héroes, o si por el contrario, son héroes a modo de la historiografía oficial para hacer creer a la población que tenemos un pasado heroico, una herencia de héroes y victorias, en dónde sólo hay seres humanos comunes y corrientes, y derrotas a ojos de todo el mundo menos de México.
Ya en alguna ocasión platicaba yo con un experto francés en historia de México, quien me hacía notar que tenemos pocas ocasiones reales de celebración de hechos históricos, pero que en México nuestra historia está modificada a conveniencia de los poderosos en turno. De hecho la historia de México se reescribió en tiempos de Alvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Así hasta la rebelión cristera aparece modificada y es muy difícil en el país allegarse de información verídica que muestre las atrocidades cometidas y la realidad de nuestros supuestos héroes o mártires según el caso.