El Baldón: ¨México: La gran farsa¨
Por: José Miguel Cobián
A los mexicanos nos fascina la farsa, a tal grado, que toda nuestra vida
se ha convertido en una Gran Farsa, representada a lo largo y ancho de la
Nación, en eso que yo he llamado ¨El Gran Teatro de México¨. Seguramente a usted no le gustará el título
de farsante para todo mexicano, sin embargo, de manera consciente o
inconsciente, todos los mexicanos somos parte de esta gran farsa, y quizá
tengamos que reconocer en esa cara que vemos en el espejo a un pequeño o a un
gran farsante.
Al mundo le decimos que vivimos en una democracia, cuando nuestro
sistema político es una farsa democrática. Los gobernantes afirman que
gobiernan en función de los intereses del pueblo, y el pueblo cree esa
farsa. Los policías afirman que están
para servir y proteger a los ciudadanos, lo cual sucede en muy escasas
ocasiones. La Secretaría de Hacienda afirma que el alza de impuestos ayudará al
crecimiento de México, cuando los últimos análisis han demostrado que se
reducirá en un 1% el producto interno bruto por efecto del alza de
impuestos. El secretario de SAGARPA del
estado afirma en su comparecencia ante los diputados locales, que Veracruz es
un gran productor agropecuario y que los apoyos llegan al campo, cuando en
realidad el estado tiene vocación agropecuaria y produce a pesar de la
incompentencia e ineficiencia del propio secretario estatal.
Donde quiera que usted voltee hay simulación y farsa. Afirmamos que en México no hay discriminación
cuando sucede exactamente lo contrario. Tenemos más de cien millones de
habitantes, y no podemos ni en deportes, contra un país con una décima parte de
nuestra población y sin embargo celebramos la farsa de ir con nuestra selección
a un mundial, en el que como siempre, nuestra meta es llegar a cinco partidos.
Vamos de relleno y celebramos y festejamos como nos corresponde a nuestro rol
en esta farsa de país. La ética y los
valores forman parte del vocabulario de ¨las buenas conciencias¨, esas mismas
¨buenas conciencias¨ que ocupan su poder económico para pagar poco a sus
empleados, para abusar de sus clientes, para chantajear, para obtener ventajas
injustas. Sabemos que el gasto público
es desviado EN TODOS LADOS, y seguimos
la farsa de aplaudir la terminación de una obra, o el informe falso del
presidente municipal, diputado, senador, gobernador o presidente de la
república. Somos parte de la farsa, ya
sea como protagonistas, como extras o como espectadores. La farsa está en nuestras vidas de manera
permanente, a tal grado que hemos perdido la capacidad de percibirla.
Los maestros se dedican a todo menos a enseñar, y por ello cada año los
jóvenes mexicanos son más ignorantes y salen peor en las pruebas comparativas a
nivel internacional, y todavía hay personas que apoyan su movimiento anti
reforma educativa. Mientras por otra
parte, el gobierno de algunos estados le paga a los maestros a pesar de que no
cumplan con su función o sucede algo ridículo, en este gran teatro, como lo
sucedido en Oaxaca, dónde los maestros que no trabajan, toman las instalaciones
del sindicato que SI está dando clases, y el gobierno estatal respalda sus
actos de violencia.
En la ciudad de México y en muchas ciudades vemos o sabemos de
secuestros frente a policías y fuerzas del orden, o lo que es peor, delitos
cometidos por los propios policías, sin que nadie proteste, y si protestan,
nadie les hace caso.
Tenemos elecciones para elegir a los representantes del pueblo cuando
sabemos que los diputados locales y federales y los senadores, están cooptados
por sus propios partidos políticos y por los arreglos económicos que tengan sus
líderes de bancada con gobernadores y presidencia de la república. Y aún así, seguimos participando en ¨la
fiesta de la democracia¨ que son las elecciones, aunque la mayoría de los
funcionarios electos no nos sirven para nada.
Tratamos de educar a nuestros hijos, y tiramos basura en la calle,
obstaculizamos la libertad de tránsito de los demás, afirmamos respetar las
leyes y sin embargo, todo es una farsa. En la vida real, ni respetamos las
leyes, ni cumplimos nada cabalmente, al grado que incluso en la propia religión
ni los líderes religiosos ni los fieles cumplen las reglas que ellos mismos
afirman provienen de la divinidad.
En todos los aspectos de la vida cotidiana en nuestro país vemos farsas
y farsantes, y allí siempre estamos, ya sea de actores o de espectadores. Por eso, México no tiene remedio, no va a
cambiar, no va a mejorar, por una simple y sencilla razón: porque lo habitamos
nosotros, porque lo habitamos mexicanos.