Fernando Padilla Farfán
Un
grupo de investigadores privados con residencia en Nueva York, ha tomado en sus
manos la investigación extra judicial de la muerte de Osama Bin Laden, porque
según ellos, hay algo que no cuadra en la lógica del procedimiento seguido por
las autoridades que oficialmente informaron del caso. Sin restarle credibilidad
al informe del presidente de los Estados Unidos de Norte América,que en su
momento dio a conocer, prevalecen diversas dudas sobre las versiones
encontradas de quienes participaron directamente en el operativo(un cuerpo de
élite de la US Navy), y la falta de pruebas
y evidencias gráficas.
Uno
de sus argumentos es que a la fecha no se han presentado fotografías o videos,
como ha sido costumbre en acciones de naturaleza similar, sino que contrario a
lo que la opinión internacional esperaba, la prueba máxima quedó fuera del
alcance de criminólogos y especialistas forenses, porque el inerte cuerpo de
Obama se lo “brindaron” al mar para que se lo “tragara” completamente, en un
inusual y exagerado respeto a la religión que profesaba el homicida de más de
cuatro mil seres humanos, como causante del derribamiento de la Torres Gemelas
de NY.
Los
militares, en extraño gesto de fe, cumplieron escrupulosamente los
ordenamientos de la religión musulmana que ordena que todo aquel que la
profesa, cuando muere, su cadáver debe ser depositado en el mar bajo cierto
rito y con las clásicas túnicas envolviendo al cuerpo. Tal cual lo hizo el
grupo de élite del país más poderoso del mundo.
Para
los investigadores resulta sospechoso que el mencionado grupo de élite,
integrado por hombres con especial e intensa preparación para cuestiones de
asalto, haya cumplido con una suerte de deseo post mórtemde quien realizara
diversos ataques terroristas recordados por el profundo dolor que provocaron a
la humanidad entera.
Pero
también hay otros informes que se contradicen. Oficialmente se ha dicho que fue
asesinado por que opuso resistencia, pero existen declaraciones de marinos que
aseguran haber visto a Bin Laden desprovisto de cualquier arma. Luego, que lo
detuvieron vivo y así se lo llevaron.
A
quienes han estado interesados en el caso, han considerado totalmente absurda
la decisión del gobierno de Pakistán, país de residencia de Osama Bin Laden, de
destruir la casa, fortaleza o escondite donde fue sorprendido y muerto, con el
fútilargumento: “Para que no se convierta en un santuario de adoración”. Temieron,
supuestamente, que se convirtiera en
monumento de inspiración que motivara la conformación de más actos terroristas
en el mundo. Hay quien dice que la decisión de destruirla fue para extinguir la
tentación de quienes pretendieran cuestionar la versión oficial de su captura y
muerte.
Pero
por otra parte, la muerte de Osama, que pudo considerarse un éxito para la
estrategia contraterrorista del presidente Barack Obama, no supone el fin de
al-Qaeda, y mucho menos de la amenaza del terrorismo global. Pero, del mismo
modo que deteriora aún más a aquella estructura terrorista y a su estrategia de
desgaste, puede incidir a mediano plazo sobre el modo en que se configura el
entramado transnacional del terrorismo yihadista.
Mientras
tanto, este fenómeno mantiene su carácter polimorfo y se encuentra,
paradójicamente si se quiere, extendido como nunca antes en una multiplicidad
de focos de amenaza terrorista.
Cuando
aquel domingo 1 de mayo de 2011 el presidente de EEUU, Barack Obama, anunció la
muerte de Osama bin Laden, dijo que suponía el logro más significativo en los
esfuerzos de su país por derrotar a al-Qaeda. Tuvo razón en ello porque la
estrategia de al-Qaeda es una estrategia de desgaste. No necesita ganar, sino
sencillamente evitar ser derrotada. No necesita tomar el poder en algún país de
población mayoritariamente musulmana ni cumplir con la quimera de reconstituir
el Califato, como proclama su propaganda.
Su
métrica de victoria consistía y consiste, básicamente, en seguir perpetrando
atentados y proyectar una imagen de vanguardia e indestructibilidad. Ésta
aparente capacidad de persistencia y de fortaleza organizativa es para los
terroristas algo próximo al éxito. Y el hecho de que, 13 años después de los
atentados del 11 de septiembre, el icono por antonomasia del yihadismo global,
Osama bin Laden, no hubiera sido hallado, reforzaba extraordinariamente esas
percepciones generando en unos pesimismo sobre las políticas contra el
terrorismo internacional y en otros motivaciones para contribuir al mismo.
Haber
dado con su paradero y dejar a al-Qaeda sin el líder carismático e indiscutido
que estableció en 1988 ese núcleo fundacional del yihadismo global, es el
resultado más importante de la nueva estrategia para combatir el terrorismo
adoptada por el actual mandatario norteamericano, aunque en buena medida
descansa sobre avances de la pasada Administración republicana.
Se espera que la muerte de Osama Bin Laden
haya sido verdadera y que no se haya tratado de unaestrategia publicitaria, tan
solo para que el presidente Obama, para que alcanzara la reelección que
actualmente está por concluir