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EDITORIAL

ESPERANZA EDUCACIONAL

Ángel Lara Platas

Una vez hecha la declaratoria  de constitucionalidad de las modificaciones al artículo tercero por parte de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, toda vez el pronunciamiento de la mitad más uno de los congresos de los estados; para la profesora Elba Esther  Gordillo podrían ser las postrimerías en la merma de su capacidad de liderazgo, el mismo que construyó exactamente a medida de su mano. Los argumentos de su pleito contra la reforma educativa han perdido fuerza.
Si bien es cierto que para la maestra el logro de la concretización de la reforma educativa ha representado un severo revés, en cuanto a tiempos también está coincidiendo un fenómeno natural en los liderazgos que se han dado a lo largo de la historia: el desgaste progresivo que sufre cualquier líder, por muy asertivo que hubiere sido en la conducción de su gremio. Estos dos factores -el fracaso de su oposición a la reforma educativa y el desgaste natural de su liderazgo-, han colocado a la maestra más famosa de México en el inicio de su ocaso.
En recientes marchas, los abucheos de los maestros cada vez que escuchaban el nombre de quien aún los representa, han sido parte preponderante de las exclamaciones de posicionamiento frente a la reforma educativa, tal como ocurrió en la capital veracruzana, donde cerca de diez mil maestros en éxtasis colectivo gritaban repetidamente: ¡fuera Elba! ¡fuera Elba!
De alguna forma, las proclamas han sido cargadas con cierta dosis de hartazgo al vetusto liderazgo de quien ha hecho política al margen de la política; de quien ha inculcado a sus agremiados a ver con ojos cálidos sus personalísimos intereses, pero a ver con mirada fría los intereses de los propios alumnos.
Curiosamente, se ha observado que el grueso de los educadores está de acuerdo con modificar las cosas en el tema educativo. La mayoría coincide con el sentir de los auténticos inspectores de la educación: la opinión pública nacional que ha reprobado reiteradamente los resultados en este tema.
En su íntima apreciación, el magisterio admite que las escuelas están convertidas en adminículos de incubación del egoísmo irresistible de la máxima líder. También reconocen el daño que ocasionan al sistema educativo los miles de comisionados a tareas diferentes.
Esto quiere decir que todos los profesores con acreditación para enseñar, deben estar en el pizarrón, frente al grupo, formando mejores ciudadanos.
La parte constitucional de la reforma educativa técnicamente ya se cumplió, pero el problema de la educación en México es muy grave y va más allá de la entrada en vigor de la Ley.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), indica que México tiene el último lugar en calidad de educación. Por ejemplo, los niños mexicanos no pueden competir con sus pares de países más desarrollados. Se habla de que existe un desfase educativo de al menos cuatro años.
En 1921, cuando José Vasconcelos crea la Secretaría de Educación Pública, lo hace fundamentalmente para alfabetizar a la población rural del país. Actualmente está encargada de administrar los diferentes niveles educativos en México, particularmente la educación básica, media y superior. Sin embargo, a pesar del legado educativo de los grandes pensadores mexicanos, la educación ha perdido mucha calidad.
A pesar del material educativo que los escolares utilizan como apoyo a su enseñanza, cuyo costo es ofensivamente alto, el proceso de formación de los alumnos está desatendido. Por ejemplo, en la actualidad no existe un programa continuo y obligatorio de formación cívica y ética, que es fundamental.
El sindicato de los maestros justifica los reclamos por las deficiencias en materia educativa, declarando que para elevar la calidad de la enseñanza es necesario estimular a los educadores con más incrementos salariales.
Sin embargo, los analistas de la materia opinan que mientras no exista un cambio de actitudes en quienes se dicen mentores y guías de los profesores, mientras existan las mismas prácticas caciquiles será imposible avanzar.
Los fracasos en materia educativa no todos son atribuibles a los líderes sindicales. En mucho han participado también las autoridades, que han encontrado en esos liderazgos verdaderos aliados políticos dispuestos a corresponder, con votos en las urnas electorales, los favores y prebendas recibidas y disfrutadas.  
De que la reforma es un buen principio ni duda cabe; de que por el bien del país todos debemos empujar para el mismo lado, es indiscutible.
La máquina sindical que se ha engrasado con la compra de voluntades, debería engrasarse con la calidad de la enseñanza. Se le ven ganas al Presidente, se aprecia el ímpetu del Secretario de Educación Pública. ¿Qué hace falta para que los sindicatos se preocupen más por los niños y su educación, en lugar de ocuparse solamente por subir de plazas y obtener mayores canonjías económicas, pero sin el compromiso responsable que brinde la mejor enseñanza?
alaraplatas@hotmail.com
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