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Crónicas Urgentes Un lunes como cualquier otro

Claudia Constantino

            Es el medio día de un lunes como cualquier otro y en media hora debo estar en el centro de Xalapa, desde la periferia el trayecto toma ese tiempo si no hay imponderables. Pero sí lo hay. Momentos antes de salir, escucho llegar varios vehículos, gritos, mucho movimiento, se escucha como “cortan cartucho” y piden a gritos: “Nadie salga de su casa”.
            Más de seis patrullas acuden a la manzana de enfrente, elementos de seguridad pública del estado hacen maniobras para capturar a un ladrón que había saqueado un departamento vecino y por la azotea intentaba colarse a la casa siguiente.
            Después de varios minutos de carreras, gritos, claves a través de los radios, el delincuente es capturado. Sus gritos se escuchan fuerte y claro: “No me golpeen, estoy enfermo de mi cabeza; no sé lo que hago”.  El propietario del apartamento asaltado ha llegado para revisar sus pertenencias, denunciar lo que falta y hacer el señalamiento del caso ante la autoridad.
            En la mochila donde el asaltante guardó el botín hay también una libreta con nombres y apellidos de cada uno de los inquilinos del edificio, horarios de entrada, salida y algunos datos más, de relaciones de parentesco y amigos de los enlistados.
            No hay que ser “policía certificado” de los que el Secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita, está tan orgulloso, para entender que no se trata de un delincuente común, ni mucho menos solitario. Tras un buen rato de quejas, gritos y súplicas de parte del detenido, es trasladado al cuartel de San José, hasta donde se dirigió el agraviado y los testigos a presentar la formal denuncia, rendir declaración y todo lo procedente.
            Los vecinos, echando las campanas al vuelo porque la policía había acudido de inmediato al llamado y habían logrado la aprehensión del ladrón. Los argumentos del sujeto no variaron nunca: “No sabía lo que hacía; estoy mal de mi cabeza; estaba desesperado porque tenía hambre”. Al cabo de tres días, lo soltaron.
            La insistencia de los inquilinos del edificio transgredido no sirvió de nada: Tenía datos de todos los que vivimos ahí ¿como sabremos que no regresa y no sólo?. Inquirieron.
“Esa es una conjetura, pero no hay pruebas suficientes.” Les respondieron.
Frustrados, indignados y temerosos, los vecinos de la cuadra se han organizado. El edificio cuenta ahora con medidas de seguridad y se han instalado cámaras para custodiar la calle. Es el lado de la ciudad en donde habitan los “hijos del Veracruz para adelante”; en la casa de la esquina, la de a la vuelta y a dos cuadras se pueden ver camionetas utilitarias de la SEDESOL estatal; de la SEDECOP; de la SCT; las suburbanblancas blindadas; los guaruras.¿Ellos se sentirán a salvo; el resto NO? Blindajes más, blindajes menos.
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