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El Baldón: Historias inseguras

Por: José Miguel Cobián

     Hace algunos años, en la región se escuchaba que en la zona de Tezonapa había alguna banda que le generaba muchos problemas al gobierno, y pocos a la población.  Un poco después llegó el rey de la zona, Juan Zavaleta o Toribio Gargallo, hombre de palabra fuerte, dedicado a actividades ilícitas, pero persona tratable, con la que se podía platicar y convivir.  El origen de la historia de cada uno de los grandes cabecillas lo desconozco, pero estoy seguro de que llegaron a ser lo que fueron, gracias a una vida que los fue llevando al límite. 
     Recuerdo perfectamente las camionetas del Toro, circulando por Córdoba, con hombres armados en la batea, para su protección… Pero también como aviso a la población para no meterse con ellos… Así, acostumbrados a ver pasar esas camionetas, no nos sentíamos en peligro.
     Mientras tanto, sabíamos que la policía municipal era una guarida de delincuentes. Las torturas al ser detenido eran conocidas por todos. Los robos a transeúntes y en especial a borrachitos eran lo común por parte de los policías municipales.  Sabíamos como adolescentes y adultos jóvenes, que había que cuidarse de la policía y de tránsito, siempre dispuestos a extorsionar, a robar, y en algunos casos a cosas peores.
     En el distrito federal, era de todos conocido que la dirección de investigaciones para la prevención de la delincuencia, (la judicial del DF) era un arma represiva del gobierno en turno, llena de matones, de policías corruptos y abusivos con la sociedad… Temidos por todos, incluso cuando cambiaron de nombre y se convirtieron en la Federal de Seguridad.
     En las carreteras, ayer y hoy, los policías de caminos (como se llamen), siempre han cobrado cuota a transportistas por permitirles violar las leyes de caminos, poniendo en peligro a todos los que en las carreteras circulan, y la tradicional mordida es una institución muy respetada.
     ¿A que quiero llegar?  A que históricamente la policía en México ha sido una guarida de delincuentes, al servicio del gobierno municipal, estatal, federal, y de los poderosos en turno. No hay una tradición de ¨servir y proteger¨, esa imagen idílica que representa el ideal de lo que un policía debe ser.  Hoy todavía, en todos lados en nuestro país, la imagen del policía y del agente de tránsito están muy deterioradas ante la opinión pública… Y cómo no, si a muchos les pagan una miseria, y les cobran cuotas por determinado crucero, o determinada patrulla. La corrupción va de arriba hacia abajo y de regreso sus beneficios.
     El 21 de mayo, se dio a conocer una noticia importante sobre la seguridad en la zona centro del estado. Un nuevo mando se incorpora a la región, y esto supuestamente servirá para dar los resultados que el mando único todavía le debe a la ciudadanía, a pesar de los esfuerzos de los titulares en la zona.
     Si alguien me preguntara que es lo que le hace falta al mando único para ser eficiente, la respuesta no es difícil.   Primero le hacen falta elementos, tiene muy pocos.  En segundo lugar requiere de un cambio de estrategia, el sólo patrullar no sirve de mucho, ya ni siquiera en el imaginario de la población genera una sensación falsa de seguridad (que sólo para eso sirve el patrullaje).  Hace falta labor de investigación e inteligencia, pero eso se logra con el tiempo, con contactos en el bajo mundo, con informantes, con relaciones que un uniformado jamás podrá lograr, y que los viejos policías si tienen, pero que como están fuera de la corporación, no aportan.
     Existe lo que en Europa se ha denominado ¨El correo del Hampa¨.  Las noticias de lo que sucede en la región, que se corren de boca en boca, entre los interesados y enterados… Algo que la ¨sociedad¨ desconoce, y que parece que también el mando único no utiliza.  Allí en ese medio se enteran de quien llega a la ciudad, de que grupo, y a qué actividad se piensa dedicar.   Entre los policías ministeriales, que son de la vieja escuela, seguramente hay los contactos necesarios.  Pero como ellos prefieren no involucrarse, y los ministerios públicos temen enfrentar delitos de alto impacto, simplemente están como espectadores.
     Si de verdad se quisiera combatir los crímenes de alto impacto, habría que implementar una verdadera estrategia para ello, con personas que saben cómo.  Y mi recomendación es que los crímenes que no dañan a la sociedad, se combatan, pero la prioridad deben ser los otros, los graves, los que alteran el orden social, los que afectan a los ciudadanos. Así se hace en todos los países civilizados del mundo.
     Mientras tanto, traer patrullas con el número tapado, da la imagen a la sociedad de que la patrulla pude ser usada para fines ilícitos o que los ocupantes temen, y si ellos armados hasta los dientes temen, entonces la sociedad debiera tener pánico.   Un mensaje equivocado, aún cuando pudiera ser real.
     La coordinación entre autoridades municipales, mando único y procuraduría de justicia debiera ser sumamente estrecha. Sin embargo en la ecuación, a la procuraduría se la ha hecho a un lado, cuando debiera ser el defensor del pueblo, y no simple espectador, o en algunos casos, hasta cómplice de los delitos.
     Por otra parte, la sociedad debe demandar y exigir.  El miedo ha hecho que muchos simplemente aplaudan cualquier acción, pensando que así estarán protegidos.

     www.josecobian.blogspot.com                 miguelcobian@gmail.com                  @jmcmex   
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