Por
José Miguel Cobián
Imagina por un momento que tuvieras la
posibilidad de conocer a alguien muy poderoso, y con un avance tecnológico muy
superior de lo que existe en nuestro planeta, que te hicieras amigo de este
ser, y te ofreciera cumplirte diez deseos. No como genio de la lámpara de
Aladino, sino cosas posibles en términos de ciencia y tecnología muy superiores
a la nuestra.
Debo ir en orden, por ello comentaré lo
que yo pensé: Pedir viajar a los confines de nuestro universo (13,800 millones
de años luz) y más allá, para ver si existen otros universos expansión que en
algún momento puedan colisionar con el nuestro, o cuando menos para saber que
hay más allá de los límites de nuestro propio espacio tiempo.
Viajar al pasado y poder tocar, abrazar y
platicar una vez más con mi madre y mi padre, incluyendo a algunos otros seres
queridos que ya se me adelantaron en el viaje eterno.
Viajar a la época de Jesús y conocerlo. Y
de allí se me ocurrió pedir conocer al verdadero Dios y de ser posible platicar
con Él. Y de allí llegar al lugar y
momento seguro para poder observar desde media hora antes de que suceda el big
bang que creó nuestro universo.
De repente me quedé sin más peticiones… no
se me ocurría otra cosa, y acudí a mi esposa y a mis hijas… La Sra. de
inmediato me dijo que ir a un futuro cercano y ver si las elecciones de marido
de mis hijas eran las correctas, si eran felices en su futuro o verificar cómo
cambiar el futuro de ellas para que les fuera mejor en la vida.
Una de mis hijas, la mayor me dijo que le
gustaría viajar al futuro cercano, para saber lo que era bueno y malo para
nosotros como familia, y para cada uno de manera individual. Así, poder adelantar lo que fuera bueno y
tratar de evitar lo que fuera a ser malo en ese hipotético futuro. No me atreví
a comentarle que al momento de conocer el futuro posible, y tomar alguna
decisión al respecto, se generaba una paradoja de espacio tiempo que generaría
otro futuro posible, distinto del que ella vió, y por lo tanto, su observación
e intención serían inútiles.
Y de allí, las terribles reflexiones
existenciales. Por ejemplo, que tal si Jesús no existió, o no es como lo pinta
la religión, siendo la figura más importante para mí. O peor todavía, que
resultara que no existe Dios… Y por el otro extremo, si existe y pudiera yo
hablar con Él, al regresar a mi espacio tiempo, viviría eternamente frustrado
por no poder seguir cerca de Él, hasta el día de mi muerte.
Total que desde el punto de vista teórico
resulta atractivo encontrar una entidad que no sólo resuelva las dudas que nos
mantienen inquietos en las noches, sino también nos muestra el futuro cercano,
nos puede hacer viajar en el tiempo y en el espacio, y sobre todo, nos permite
descubrir la razón de nuestra existencia.
Pero en la vida real, si esto sucediera, tendríamos graves problemas
ante la posibilidad de que nuestra visita al pasado pudiera en un momento dado,
alterar –mediante el conocido efecto mariposa-, el futuro, nuestro presente, y
con ello pudiéramos en un momento dado, hasta llegar a una coincidencia de
acontecimientos que impidieran nuestro nacimiento, y con ello todo el
experimento, para llegar a una nueva paradoja:
Mi viaje al pasado modificó el futuro, al
grado que yo no nací, y al no nacer, ya no puedo en el futuro realizar el viaje
al pasado, y con ello, no puedo modificar mi futuro, y sigo vivo, y repito
eternamente el ciclo de viajar al pasado, cambiar acontecimientos, no nacer, no
viajar al pasado, no cambiar los acontecimientos, nacer y reiniciar el ciclo.
Entre amigos matemáticos y físicos estos
temas son más comunes de lo que cualquiera nos podríamos imaginar, pues forman
parte de su formación académica y de la forma como enfocan los grandes y
pequeños problemas de las ciencias.
Curiosamente se mezclan con la filosofía y
la literatura, con lo cual las grandes ciencias se separan en sus raíces y se
unen en sus extremos superiores. Este
tipo de paradojas de espacio tiempo, y el efecto mariposa se reflejan en un
maravilloso cuento que me hicieron leer mis maestros de literatura en la
preparatoria ¨El Jardín de los senderos que se bifurcan¨, de Jorge Luis Borges.
En este cuento se plantea la posibilidad
de generación de nuevos universos cada vez que una persona toma una decisión. Todos los universos existen, porque en cada
uno de ellos, cada persona toma una decisión excluyente de las demás, pero
todas las decisiones se toman, por lo tanto, todos los universos existen, pero
son mutuamente excluyentes unos de otros.
Y este ejemplo de ¨locura¨ literaria de
Borges, también existe en el mundo de la física y de las matemáticas, en
algunas teorías que buscan explicar y entender cómo funciona el todo. Sobre todo porque a nivel cuántico, las reglas
que operan en el universo físico no son las mismas.
El sólo hecho de observar o no observar un
experimento con electrones proporciona resultados diferentes. Algo insólito y difícil de entender para
quienes no estamos versados en los misterios del comportamiento de las pequeñas
partículas que forman el todo.
Así que otro deseo que pediría me fuera
cumplido por ese ser tan poderoso, sería el entender cómo funciona el universo,
desde lo más grande hasta lo más pequeño.
Lo cual a fin de cuentas me convierte en un ególatra, por querer tener
un conocimiento al que ningún ser humano aspira como individuo, aunque sí como
sociedad.
¿Y tú, que pedirías dentro de tus diez
deseos posibles?