Por:
José Miguel Cobián
Al 90% de los mexicanos les importa un
comino lo que pase en la política. Las decisiones de la clase dirigente, son
eso, decisiones de clase, en las cuales nadie más puede intervenir.
Aunque a todo México le afectan las nuevas
reglas fiscales, los ciudadanos sabemos que no podemos hacer nada, salvo una
callada y socarrona resistencia pasiva. Pagar la menor cantidad de impuestos
posible sin que nos agarre el fisco, y sin consecuencias. Comenzamos a vislumbrar que la reforma
fiscal, se ha convertido en una especie de sistema en el cual los mexicanos
vigilamos fiscalmente a los mexicanos, le hacemos todo el trabajo al SAT, y a
la Secretaría de Hacienda. Trabajo que implica muchos millones de horas hombre
que podían ser productivas y que hoy son (y en un futuro serán) desperdiciadas
para atender trámites burocráticos, que impliquen que el SAT presuma de
eficiente porque gasta muy poco en el control de los contribuyentes mexicanos,
gracias a que esos mismos contribuyentes gastan miles de millones de pesos (en
conjunto), para hacerle el trabajo al SAT.
Ahora las declaraciones implican que se
mande la balanza de comprobación mensualmente al SAT, con un sistema de
contabilidad diseñado para que ellos puedan controlar mejor a todos los
contribuyentes cautivos (a los no cautivos nadie los controla). Los ciudadanos tendrán que dedicar horas y
horas hombre, para informar a que proveedor le compraron gansitos, y en que
presentación, porque ahora la ley del Impuesto Especial de Producción y
Servicios exige que señales cada uno de los productos que compraste, a cada
proveedor y a que tasa de IEPS aplicable. (Imagina un super con mil o dos mil
productos afectos a este impuesto).
Hojas y hojas de declaraciones para que las super computadoras del SAT
puedan controlar a los contribuyentes.
Perdón, cometí un error, no son las super
computadoras del SAT, son de una empresa particular que se las renta al SAT.
Esas super computadoras y esos super programas de cómputo, le cuestan a la
nación una fortuna. Miles de millones de pesos. Pero eso no importa, porque van
a parar a las arcas de algunos influyentes.
Igual pasa con las facturas electrónicas.
Se crea un oligopolio. Unos cuantos mexicanos (alrededor de 85) son los únicos
que pueden vender facturas electrónicas a todo México. Unos cuantos pesos por factura, pero son
miles de millones de facturas las que se procesan anualmente. Miles de millones
de pesos a manos de unos cuantos, que seguramente van a apoyar con mucho dinero
la campaña política de Videgaray, y antes de eso, la compra de votos para que
el PRI gane las elecciones intermedias de diputados federales.
Ahora también hay un gran negocio con las
nóminas. Miles de millones de recibos de
nóminas anualmente se harán mediante esos mismos proveedores de facturas
electrónicas. Y más y más dinero que se distribuía entre muchos mexicanos, hoy
queda únicamente en 85 grandes empresas, en deterioro de la economía de
papelerías e imprentas a lo largo y ancho del país.
Poco a poco, volvemos a los tiempos en que
unos cuantos eran los propietarios de los medios de producción, mientras la
gran mayoría, muerta de hambre, lo único que podía vender era su mano de obra.
La revolución mexicana está muerta. Sus
ideales muertos. Los fundadores de los
partidos políticos estarían muertos, pero de tristeza, si vieran lo que hoy
hacen sus correligionarios en el congreso, en los ejecutivos federal, estatal y
municipal, y en el poder judicial en todos sus niveles.
Criticamos a Gómez Morín, a Elías Calles,
y sin embargo, ellos tenían otro futuro en mente. Hoy nos acercamos lenta, pero
inexorablemente al abismo del total deterioro y caos social, por el brutal uso
del capitalismo sin límite, complementado con la sumisión y complicidad de los
gobiernos en turno. Así, tenemos
mexicanos pobres, contratados como policías o soldados, protegiendo a los que
nos explotan, y matando o controlando a mexicanos pobres. Lo mismo lo vemos en
la marina, en el ejército, e incluso en las milicias formadas por los distintos
grupos de narcotraficantes. Incluso el
crimen organizado se cuida mucho de no afectar a los grandes dueños y
explotadores del país (seguramente por temor a las represalias o por componendas
oscuras), y en cambio, mexicanos pobres, atacan, secuestran, roban, vejan,
asesinan, etc., a mexicanos pobres.
En seguida escucho la voz de un
secuestrador, diciendo que a los pobres no los secuestra porque no tienen para
pagar. Pero se le olvida que aunque
obtenga un millón de pesos de rescate o cien mil, los obtiene de un pobre. Porque cualquiera es pobre comparado con las
grandes riquezas valuadas en miles de millones de dólares de los dueños de
México.
Ahora, las leyes de telecomunicaciones que
nos dijeron servirían para los mexicanos, nos dan atole con el dedo con algunas
ventajas, pero se percibe que fueron realizadas para beneficias a Televisa y TV
Azteca. Sin contar con la habilidad
extraordinaria de Carlos Slim, a quien supuestamente perjudicarían, quien antes
de que estuvieran promulgadas, en una jugada maestra, humilló a los diputados,
senadores y poder ejecutivo, haciendo de una derrota una gran victoria. Esto en el ajedrez que juegan los potentados
en nuestro país, del cual, los mexicanos sólo somos espectadores (y eso a veces).
México cada día está peor. Sólo aguanta por la capacidad de sumisión del
pueblo. Vamos en dirección a una debacle
total, porque en la clase dirigente hay una voraz competencia por robar más y más
dinero, en lugar de buscar un espacio en la historia como patriotas y
verdaderos estadistas u hombres de negocios con sentido social. Y así, se roban una beca que es para un
estudiante jodido… Claro que cien mil o medio millón de becas de cien o quinientos
pesos ya representan algo. Se roban los
apoyos para el campo, aunque los campesinos se mueran de hambre. Se roban hasta
los pagos a proveedores del sector público.
Todo centavo que cae en sus manos es susceptible de ser robado, y sólo
no se roban, aquello que es indispensable para el funcionamiento del
estado. Eso es México y esos son
nuestros gobernantes.
Vale la pena aclarar que los gobernantes
no son marcianos, son mexicanos. Fruto de la cultura mexicana, esa que pide ¨no
me den, póngame dónde hay¨. Porque, así
es México.