El Baldón
Por: José Miguel Cobián
No te aburras. Entenderás un poco mejor la conquista de
México si lees hasta el final, aunque sea historia.
Hacia el siglo IX termina el período de
las grandes teocracias en Mesoamérica, las ciudades estado como Teotihuacán, el
Tajín, y las ciudades mayas. Todas pueden haber surgido de una cultura madre,
pero para esas épocas ya eran teotihuacanos, toltecas, mayas, zapotecas,
etc. A partir de esa fecha comienza la
cultura de los nahuas y posteriormente la de los aztecas. Los Nahuas con el
surgimiento de Tula comienzan la era llamada ¨período histórico¨, es decir de las
grandes hegemonías. Los nahuas en Tula asimilan la cultura de las grandes
sociedades en decadencia, y aprenden los rituales, el sacrificio de
prisioneros, el culto solar, e incluso el canibalismo ritual.
Después del control de Tula, y tras un
período de confusión y luchas surge la hegemonía de México-Tenochtitlán. Así surgen nuevos señores, de un grupo de
nómadas errantes que sin entenderlo a fondo, se consideraron a sí mismos, los
continuadores de un culto solar al que debían servir y mantener, ayudando a la
conservación del orden cósmico. Este
culto exigía alimentar a los dioses con sangre humana para asegurar la marcha
del universo. La sangre era substancia
que alimentaba el movimiento de los mundos.
El pueblo Azteca era el pueblo
del quinto sol. Recordemos que los
ciclos solares duraban 52 años cada uno. Huitzilopochtli era el dios principal,
pero el dios eran todos los aztecas, obligados a tareas salvajes y violentas, y
a grandes sacrificios.
Además de los sacrificios
rituales que generalmente terminaban con sangre del propio azteca que los
realizaba, había que hacer sacrificios humanos, y para ello se instituyeron las
guerras floridas con los pueblos vasallos, para tener material humano para los
sacrificios. 18 sacrificios diferentes, uno en cada mes del año, 18 maneras de
morir, ahogado, por flechas, desollado, quemado, degollado, etc. Y así también absorbieron en su panteón a los
dioses de los teotihuacanos y de los toltecas, dioses asimilados alrededor de
un culto que no era propio, sino que provenía de civilizaciones anteriores, de
las cuales los aztecas se quisieron asumir como herederos, pero en el fondo,
siempre supieron que eran regentes-usurpadores, que deberían entregar el poder
a sus legítimos dueños cuando éstos lo reclamaran. Pues a pesar de asumirse
como herederos de los Toltecas de Tula y Culhuacan, los aztecas sabían que su
origen era Chihimeca es decir bárbaro.
Topiltzin-Quetzalcóatl nació en
el año 1 ácatl (caña), y su fuga se dio 52 años después en el año 1 ácatl. Por lo tanto, sabían que regresaría también en
el año 1 ácatl, que fue curiosamente el año de la llegada de Cortés a tierras
mexicas.
Moctezuma II al recibir a Cortés
le dice ¨Has llegado a TU ciudad: México. Aquí has venido a asentarte en tu
solio, en tu trono. Oh, por breve tiempo te lo reservaron, te lo conservaron,
los que ya se fueron, tus subtitutos¨.
Moctezuma II reconoce en Cortés el regreso del verdadero dueño de la
ciudad y de Mesoamérica: Quetzalcóatl. Y al hacerlo el rey, el resto de los
pueblos vasallos también lo reconocen como tal. Es por ello que los pueblos hartos del
sufrimiento y el salvajismo de los aztecas, apoyan a Cortés, con el fin de
restaurar la libertad y sabiduría de la administración de los toltecas, ellos
mucho más civilizados y tolerantes que los aztecas en cuestión de
administración pública y ritos religiosos. Esperaban que la caída de México-Tenochtitlán
pusiera fin al interregno, a la usurpación y el vasallaje.
Lamentablemente para los nativos
de Mesoamérica, los españoles no entendían ni una palabra de la cosmogonía del
territorio conquistado, y tampoco entendieron la actitud de los indios
americanos a su favor y en contra de los aztecas unos, y la facilidad con que
fueron sometidos los aztecas por su permanente sensación de ser usurpadores
sacrílegos, que sabían que el fin de su tiempo llegaría con la nueva venida de
Quetzalcóatl, ese que vendría a reclamar lo que era suyo.
Si queremos buscar el origen de
la pasividad de los pueblos vasallos ante el abuso de los nuevos tlatoanis
españoles, está en el desengaño de haber apoyado a los nuevos tiranos para
substituir a los anteriores, y haberse equivocado en cuanto a la identificación
de Quetzalcóatl y confundirlo con un simple aventurero como lo fue Cortés.
Los españoles aprovecharon ser
herederos de los aztecas, y transmitieron el arquetipo del poder político, a
los nuevos Tlatoanis, aquéllos a quienes había que respetar tan sólo por la
investidura que el puesto les otorgaba en la estructura administrativa
pública. Si hoy queremos entender la
sumisión y falta de interés del pueblo de México en los asuntos públicos, he
aquí el origen, con más de 500 años de antigüedad, y que día con día se
convirtió en tradición y parte de la genética y de la costumbre de una
población que sin saberlo, hoy continúa con la deshonra de haberse equivocado y
pagar el error de haber confundido a Cortés con Quetzalcóatl, y haber
sustituido a los tlatoanis Aztecas, por los Tlatoanis españoles, en una época,
y hoy por los tlatoanis políticos en los diversos puestos públicos.
Para ser Tlatoani se requiere del
apoyo de una estructura legal que legitime al titula del puesto. Por ello a
pesar de ser una cleptocracia histórica, nuestros gobernantes pasados y
presentes se han preocupado tanto, por la supuesta legalidad de sus actos, y
por eso, México se diferencia del resto de los países del mundo y sobre todo de
América Latina, pues en el resto ha habido un caldo de cultivo para caudillos,
mientras en el nuestro, la figura del
Tlatoania ha predominado siempre.