Ana Celia Montes Vázquez
Como
cada 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer como una forma de
recordar al mundo que las féminas también tenemos derechos y una voz que llama
a la igualdad y al respeto en lo físico, ético y psicológico, todo lo cual está
muy bien. Y así pues, en literalmente todas las grandes metrópolis del mundo
hubo manifestaciones con muchas pancartas en favor del libre ejercicio del
derecho a abortar y a exigir seguridad en las calles, entre varios reclamos,
todos los cuales muy justos y oportunos.
Sin
embargo, también los protagonistas fueron los hombres… ¡Sí! Aunque arrinconados
y entre penumbras, los varones observaron y tímidamente felicitaron a las
mujeres que los rodean, eso sí, con mucho tacto porque esta fecha no es para
celebrar, sino para reflexionar y máxime si se trata de feminista
recalcitrantes, quienes no admiten un halago porque lo consideran denigrante
para una mujer libre e independiente.
Por
ello resulta oportuno resaltar que, como ya se mencionó, el 8 de marzo se
instituyó para recordar lo que se ha ganado y también lo faltante para una
verdadera libertad y reconocimiento de las mujeres, al mismo tiempo se requiere
hacer lo mismo para los hombres por una sencilla razón: Si no se reconocen sus
derechos, jamás podrá haber una verdadera equidad de género.
Porque
pero por supuesto que así como hay hombres irresponsables, violentos y
machistas hay mujeres que tienen hijos sin planear y los dejan al cuidado de
otros familiares sin responsabilizarse constituyendo eso un delito por omisión
de cuidados; incluso, literalmente se los botan a los padres (de las criaturas
o de ellas mismas). Asimismo, hay hombres violentados de palabra y obra por sus
parejas mujeres, o, incluso, acosados sexualmente por compañeras de trabajo,
pero si se quejan ante la autoridad correspondiente, como procede, son
minimizados y hasta ridiculizados. Aquí cabe recalcar que libertad no es
libertinaje ni imitar en lo negativo a los hombres.
Y
ni qué decir de las actitudes machistas femeninas. ¿¿¿¡¡¡Cómo!!!??? Sí, esas
que consisten en denigrar a otras damas con críticas sobre su aspecto y calidad
moral, por decirlo de alguna manera, y ni qué decir en cuanto a su estado
civil, pues una manera de hacer sentir mal a una mujer de parte de otra es resaltar
que es soltera, aunque sea muy letrada, estudiada, atractiva e independiente
económica y emocionalmente; o sea, de nada sirve todo esto si no tiene a su
lado a un señor que le dé sentido a su existencia.
Todas
estas cuestiones representan apenas una muestra de muchas tantas que reflejan
la inequidad de género y mucha injusticia. Y estuvo muy bien que en las marchas
muchas mujeres gritaran, se desnudaran y pintaran el torso exigiendo sus
derechos, pero que no lo hicieran los hombres porque de menos se les hubiera
calificado de tontos u homosexuales porque la libertad de expresión parece monopolio
exclusivo de las féminas y entre más la ejerzan con gritos y sombrerazos, mejor.
Está perfectísimo que así sea, pero no tanto si se tiene en cuenta que es
atribución de todo ciudadano mexicano plasmada en la Carta Magna.
¿Entonces?
A los espacios ganados por las mujeres a los largo de la historia de la
humanidad también se deben añadir los de los hombres, pues no son los villanos
eternos y sí víctimas de un sistema que les requiere demasiado, pero que les ha
escatimado sus derechos en especial uno: El de demostrar sus emociones y
sentimientos en aras de una supuesta fortaleza viril.