El Baldón: Imaginando (o no) las razones
de Urzúa
Por: José Miguel Cobián
El ex secretario de
hacienda es un hombre de la vieja escuela, acostumbrado a que su trabajo sea
valorado y su opinión escuchada. Cuando
no sucede ni lo uno ni lo otro, comienza a sentirse incómodo en su posición. Añadimos a este guiso, el hecho de que es el
titular de la secretaría pero no es el que manda allí. Está la señora Buenrostro quien tiene derecho
de picaporte y goza de las confianzas del presidente, quien se ha tomado
atribuciones que desde el punto de vista de Urzúa no le corresponden e incluso
ha decidido actuar en más de una ocasión, en contra de las órdenes del ex
secretario.
También tenía otros frentes
abiertos, particularmente con Romo, quien en más de una ocasión trató de darle
órdenes, mismas que jamás fueron acatadas, ya que el acuerdo con el presidente
era de respeto a las políticas que estableciera Urzúa, pero…
En más de una ocasión el
presidente tomó una decisión en contra de los criterios de su secretario de
hacienda. Algo que en México ha sido mal
visto en los últimos sexenios, ya que desde Salinas, el secretario de hacienda
decide la mejor política hacendaria para el país, y en ello el propio
presidente de la república lo respeta.
Como la cuestión económica es tan delicada, se le ha dado total libertad
a los distintos secretarios de tomar las decisiones que ellos consideren
pertinentes para llevar a buen puerto y sortear las tempestades que se
presenten, al barco de la economía del país.
Ahora con el nuevo estilo
de AMLO, las cosas han sido diferentes. En más de una ocasión, se han tomado y
anunciado decisiones de las cuales el ex secretario de hacienda se enteraba por
las mañaneras desde su cama, viendo la conferencia de prensa del
presidente. La bilis derramada
comenzaba a hacer estragos en la salud del funcionario. Además, el hombre, tenía y tiene un prestigio
que cuidar. Precisamente por esas
decisiones tomadas sin su consentimiento, se había convertido en el hazmerreír
entre sus pares. Más de uno lo
consideraba un simple ¨florero¨, adornando la oficina de la secretaria de
hacienda, sólo de adorno y para supuestamente tranquilizar a los mercados, pero
en el fondo absolutamente inútil, pues si había aconsejado ciertas decisiones,
era un pésimo economista, y si no las había aconsejado, ¿Entonces que hacía en
el puesto si no se le toma en cuenta ni se le escucha?.
Adicionalmente había
presiones por parte de los ignorantes en el tema económico, pero con una
posición determinante dentro de la 4T.
Ya sea la de líder de los senadores de Morena, la de presidente del
Senado, presidenta del partido, incluso uno que otro gobernador que pedía lo
que no se le podía otorgar.
Urzúa es un hombre que sabe
los riesgos que se corren. Es técnico pero también es político, y observa
atentamente que el gobierno de la 4T está rompiendo con una tradición histórica
de México, el respetar a los ex presidentes y funcionarios de sexenios
anteriores, salvo a uno que otro chivo expiatorio que pudiera servir como
ejemplo del combate a la corrupción, para legitimar lo ofrecido por el
presidente en turno, respecto al combate a este flagelo.
Urzúa observa el acoso a
los órganos independientes. El desprecio de personajes como Rocío Nahle, por
los expertos, obsesionada ella y sus subalternos, Bartlett y el agrónomo de
Pemex en quedar bien con el presidente, sin importar los costos económicos para
el país, no sólo en cuanto a crecimiento económico, sino también miles de
millones de dólares adicionales a pagar por la deuda de las paraestatales y la
soberana, debido al incremento del riesgo, es decir a la baja en
calificaciones, derivada de malas decisiones económicas.
Con todo lo anterior, el ex
secretario ya consideraba seriamente renunciar.
Había presentado un ultimátum al presidente, que consistía en que cumpliera con respetar
las decisiones que en cuanto a manejo de la economía tomaría el secretario de
hacienda, y en caso de no cumplir, entonces mejor se retiraría del puesto.
Hace aproximadamente una
semana, (garganta profunda no me dio la fecha exacta), Urzúa estaba francamente
preocupado por su destino una vez terminado el sexenio, pues consideraba
seriamente que existía la posibilidad de que él y otros funcionarios pudieran
ser acusados de malos manejos financieros, a pesar de haberlos realizado
cumpliendo órdenes de su jefe, el presidente.
Ya que en más de una ocasión el presidente ha tomado decisiones que son
ilegales, no por mala intención, sino porque no está acostumbrado a
respetarlas, ni conoce las leyes que
rigen el gobierno mexicano.
Así llega la noche en que
se reúnen los más cercanos al presidente para discutir el manejo discrecional
de la partida de ¨sobrantes¨ que manejará el presidente, mejor conocida como
partida secreta. Sobre todo porque Urzúa
notaba que los recortes ¨por austeridad¨ tenían como finalidad alimentar esa
partida, que sin reglas muy claras, podría usarla el presidente para cualquier
cosa que se le antoje.
En la reunión el presidente
le comenta a Urzúa que será él quien debe de firmar los cheques. Urzúa revira
diciendo que debe de ser Romo pues es el jefe de la oficina de
presidencia. Romo le mienta la madre a
Urzúa, pues no quiere asumir esa responsabilidad, y se hacen de palabras, en un
tono muy agresivo. La tensión que había
estalla al fin.
El presidente da un
manotazo en la mesa y exige que se dejen de chiquilladas. Urzúa revira diciendo
que él es un profesional y que no hace chiquilladas. Se levanta y se retira, mientras escucha que
Romo le grita que es un chillón.
Esa fue la gota que derramó
el vaso. Ni soporta el trato que se le da, ni acepta que no se le dé el lugar
que le toca como secretario de hacienda, ni está dispuesto a ir a la cárcel en
seis años por cumplir órdenes del presidente.
Así que no queda más que presentar la renuncia y eso hace.
Sus razones son conocidas
por el entonces subsecretario Herrera, lo cual explica la expresión de su
rostro cuando el presidente lo nombre encargado de despacho, pues quien puede
nombrarlo secretario de hacienda es la cámara de diputados.
La hija de Urzúa está feliz
y orgullosa de su padre. Reaccionó con dignidad y conserva su prestigio
intacto. Herrera está en el peor de los mundo e intenta poner condiciones al
presidente. Al terminar de escribir esta
reseña (presuntamente imaginaria) todavía no se sabe si Andrés Manuel aceptará
sus condiciones o buscará otra opción.