El Baldón de Cobián
Si dentro de 20, 50 o 100 años se
volviera a presentar una pandemia en México, los jóvenes de hoy, y quienes
estudien lo que ha sucedido en estos tres meses de 2020, y lo que sucederá a lo
largo del resto del año.
Primero tenemos que reconocer lo que se
hizo mal. Ante cualquier pandemia, el
gobierno y en general los prestadores de servicios de salud deben prepararse y
equiparse. En México antes de la
pandemia ya teníamos graves deficiencias en materia de salud, que ni los
gobiernos anteriores ni el actual quisieron resolver.
Desde el primer minuto del primer día en
que nos enteramos de los síntomas y los requerimientos de atención, el gobierno
debe de adquirir respiradores artificiales suficientes para atender el número
de casos esperado. Sobre todo, cuando tener o no tener a disposición la unidad
de terapia intensiva debidamente equipada, implica la vida o la muerte de un
número hoy todavía por conocer de compatriotas. Esta claro que no todos los que son
atendidos con respirador se salvan, sin embargo, es muy probable que los casos
agudos que no tengan la oportunidad de disponer del aparato fallezcan. Incluso, la técnica de oxigenar la sangre,
mediante otro equipo médico, también ayuda a salvar la vida de aquél cuyos
pulmones ya no pueden realizar el intercambio de gases.
Es de todos sabido que la epidemia no se
tomó con la debida seriedad por parte de quienes debían planear la atención
médica. El presupuesto para
adquisiciones se liberó a finales de marzo, perdiendo tres valiosos meses, en
los cuales todavía había disposición de equipos y materiales en el mercado
mundial.
Los trabajadores de salud se han visto
enfrentados a la disyuntiva de renunciar a su vocación o cuidar su vida. Ya que
en la mayoría de los hospitales públicos al día de hoy 7/04/2020, no existe la
disponibilidad de equipo de seguridad, ni los protocolos que deben aplicarse en
casos sospechosos, e incluso, en los casos no sospechosos.
Hemos visto un desdén que raya en la
irresponsabilidad absoluta por parte de las autoridades, sin un criterio
definido para prevenir los contagios, y achatar la curva de los mismos. Primero
se permitió que viajeros de todo el mundo llegaran al país, sin el menor filtro
sanitario, y también ante la disyuntiva de pérdidas económicas, se permitieron
actos masivos como el viva latino en la ciudad de México, o el festival de la
Paella y el de Tajín en el estado de Veracruz.
Mientras una parte de la población
iniciaba acciones para prevenir el contagio, aislándose voluntariamente, en el
gobierno no había consenso, y todavía dos días antes de darse la alarma sobre
las consecuencias en las vidas de muchos mexicanos, el presidente tomaba a
broma las medidas y animaba a los ciudadanos a salir para no afectar la
economía. La falta de coordinación
entre las distintas autoridades, sobre todo, entre las cabezas fue notoria e
incluso peligrosa para un sector de la población.
La OMS recomendó a los países hacer
pruebas y mas pruebas para monitorear el avance de la pandemia y tomar las
medidas oportunas para frenar la velocidad de contagio. México es el país que
ha realizado menos pruebas por cada cien mil habitantes, solo uno nos supera.
El tiempo dirá si la plataforma CENTINELA funciona correctamente o no funciona.
La indecisión en la toma de algunas
medidas de protección ha puesto en peligro a buena parte de la población. Por ejemplo, hoy sabemos aproximadamente la
mitad de los casos contagiados de COVID-19 son asintomáticos. Y por otro lado
escuchamos a la OMS y al propio subsecretario López Gatell insistir en que el
uso de mascarillas faciales solo esta recomendado para infectados. Pero, al
desconocer quien está infectado y quién no, ya sea porque el infectado carezca
de síntomas, o debido a que está apenas en el período de incubación, la medida
adicional que se debe de tomar para cualquier persona que salga a la calle, es
la de usar la mascarilla facial que conocemos como cubrebocas. Todos debemos de considerarnos infectados y
prevenir un posible contagio a terceros.
Especialmente cuando se utiliza transporte público como el metro o los
autobuses urbanos y suburbanos, e incluso en viajes en avión, no basta con
proporcionar gel al subir, ni basta con sanitizar una vez al día el vehículo,
pues a los dos minutos, puede subir un pasajero que deje gotículas de saliva en
el metal y en la tela de todo el vehículo.
El uso de cubrebocas debiera no sólo ser obligatorio, sino el propio
gobierno debiera promoverlo y prohibir que se suba alguien si llevarlo bien
puesto.
El manejo de la información también
generó conflictos, pues hace falta mucha credibilidad en el gobierno, y la
sospecha de que se ocultan casos, infundada en la mayoría de los casos, hizo
mucho daño.
Por último, recordemos que para estas
fechas, ya hay muchos empresarios medianos y pequeños que no saben de dónde van
a obtener recursos para pagar su nómina.
Aunado a ello, hay infinidad de mexicanos que salen a trabajar día con
día. Algunos con suerte, solo se relacionan con sus compañeros de oficina, y
para ellos, guardar la sana distancia no es difícil, pero para muchos otros, es
imposible dejar de trabajar porque dejan de comer. Es indudable que es un grave error del
gobierno arriesgar la salud de tantos mexicanos, en lugar de apoyar con una cantidad de
subsistencia durante el mes o los meses en que habremos de estar aislados. Esa falta de apoyo hace que la curva de
contagios se incremente. Es una
paradoja que no debe existir, no hay dinero que pague una vida.
Muchos mexicanos no se han tomado en
serio ni la amenaza de enfermarse ni el riesgo (mínimo pero riesgo al fin) de
morir. Como buenos apostadores, asisten a reuniones masivas, van a la playa, en
fin, actividades no necesarias.
Lo bueno ha sido la actitud responsable
de un 70% de la población que se ha enterado de la pandemia y ha tomado las
pocas medidas que ha podido asimilar para protegerse. También lo bueno es que ese 80% inicial de pronóstico
de contagios, se puede reducir a no más del 2% de la población, solo si el
pueblo y las autoridades se unen y se apoyan.
Si no hay apoyo, la tasa puede ser muy superior. Ayer domingo, vimos que no habrá de momento
apoyos necesarios y urgentes.
No queda más que recordar que hay vida
después de la pandemia. Una vida más difícil, con una recesión económica nunca
vista en nuestro tiempo en el planeta. Así que hay que estar preparados una vez
más para hacer sacrificios, trabajar mucho, y tratar de volver a salir
adelante, con el apoyo del gobierno, sin el apoyo del gobierno e incluso a
pesar del gobierno y los obstáculos que nos ponga.