El Baldón: No, así no, señor presidente.
Por: José Miguel Cobián
Se gobierna con hechos, los resultados hablan. Las palabras y la retórica, a la larga, se
las lleva el viento. JMCE
Señor presidente, continúo con mis ejercicios de catarsis, pues sé que
jamás leerá estas cartas. No importa,
unos cuantos mexicanos las leerán, y uno que otro se formará una opinión, o
discrepará abiertamente. Para eso
escribo, para que se reflexione en el tema que toco con cada colaboración.
Primero que nada, el presidente debería comprender que a muchos
mexicanos nos interesa que le vaya bien en su administración. Cuando se votó por el cambio, se votó por lo
que ofrecía, que incluía entre otras cosas, un México más justo, pero no solo
en el reparto de la riqueza, sino un México que ofrezca cada día una mejor
opción de vida para todos (OJO DICE TODOS) los mexicanos, y eso incluye la
expectativa de percibir un mejor ingreso, lo cual exige crecimiento económico y
toma de decisiones de manera inteligente, basadas en resultados posibles y no
en caprichos, o peor aún, en ideologías, que han probado hacer sufrir y
empobrecer a naciones enteras.
Dicho lo anterior, vale la pena comentar también que muchos entendemos
la soledad de palacio, el ser útil para la esposa, para los supuestos amigos
cercanos, para los hijos, únicamente como fuente de beneficios personales.
Recibir presiones e ideas, que no van a favor de México ni del legado que pueda
dejar su sexenio, sino simplemente beneficios a corto plazo para unos cuantos. Por ello, presidente, recuerde que deber
rodearse de estadistas, no de ideólogos.
Aleje a los radicales, acerque a quienes pueden ayudarlo a terminar bien
un sexenio que tan mal ha comenzado.
También exige poner de su parte, dejar la soberbia a un lado, dejar
ese terrible complejo que lo aqueja y lo obliga pensar que siempre debe de
tener la razón. Supere esos traumas que
tanto daño le hacen a usted y a la nación. Porque un presidente que quiere
pasar a la historia no puede gobernar para unos cuantos, que por cierto, cada
vez son menos, si se contabilizan los seguidores y simpatizantes. Un presidente no puede discriminar a la
mayoría de los mexicanos tan solo porque tienen ojos y criterio para comprender
los errores que comete en su administración y sobre todo, el valor de
comentarlos y exigir que el primer servidor público del país enmiende el
rumbo. Ojo, no escribí el propietario
del presupuesto de la Nación. No
mencioné al dueño de los recursos del país, porque de eso, usted y ningún
presidente anterior o posterior tienen lo mínimo. Somos una democracia y usted y su gobierno se
deben al pueblo.
Aunque lo niegue, y aunque los miembros de su culto lo aplaudan, el
resto del país se da cuenta de sus limitaciones, de sus grandes y pequeños
errores, los cuales al no admitirlos y atacar en sus conferencias a quienes lo
señalan, solo ha logrado generar división y odio entre los mexicanos.
Gobernar no se trata de la persona del presidente. Quizá nadie se lo haya dicho, pero sus
mañaneras son un ejercicio ramplón de auto defensa, simple y pueblerino, que no
va más allá de lo más elemental.
Le voy a contar un secreto: A nadie le importa si un periódico lo
ataca o no, si hay un grupo que está a favor o en contra de usted. Gobernar no se trata de usted. Criticar no es atacar. Señalar los errores de
su gobierno debería ser un ejercicio cotidiano para todos los mexicanos,
buscando mejorar todo aquello que se haga mal.
Defenderse de ataques imaginarios e imaginar enemigos no es
gobernar. Tal parece que usted vive en
un mundo alterno, quizá por el efecto de las drogas que le dan para prevenir
males mayores debido a las enfermedades que ya le aquejan. Pero a ningún mexicano le interesa tener un
presidente para quién todo gira alrededor suyo.
No queremos un presidente que todos los días cuente una historia
diferente, invente un enemigo diferente o señale a un periodista
diferente. Lo invito a superar sus
complejos y traumas.
Trate de comenzar a gobernar.
Ya lleva dos años de grilla, de estridencia, de miles y miles de
palabras vanas, vacías, que no llevan a nada.
Puede pasarse los próximos cuatro años recibiendo loas de los miembros
de su culto, inventando una realidad alterna que se caerá a pedazos poco a
poco, o puede comenzar a gobernar, rodeándose de los mejores hombres y mujeres,
y para que sean los mejores tendrían que ser de esos que le digan: * No señor
presidente, está ud equivocado *.
Porque los lamesuelas que tiene usted a su alrededor, no le sirven ni a
usted ni a su país, si acaso a su psique dañada, necesitada de reconocimiento
abyecto como el que le brindan los seudo periodistas a los que diariamente les
otorga la palabra, para que lean lo que su jefe de comunicación social les
indica que lean como preámbulo a sus preguntas a modo.
No, no queremos un presidente que requiera sumisión abyecta de
colaboradores y prensa. No queremos un
presidente que permita que personajes como la secta de los puros en su
gobierno, tengan más posiciones, pues ellos solo desean enriquecerse y ubicar
en puestos clave a sus sumisos colaboradores.
No queremos a un presidente que mienta descaradamente a la nación.
No, señor presidente, el que baje el dólar no es mérito de su
gobierno. No, señor presidente, no
presuma las remesas de quienes tienen que trabajar fuera del país porque México
no les ofrece la oportunidad de un trabajo digno, y su gobierno nada hace para
que al final de su sexenio esta situación cambie. No, señor presidente, no es buena noticia
que el dólar baje, porque encarece nuestras exportaciones y nos resta
competitividad, también reduce el valor adquisitivo de las remesas que mandan
los paisanos, y al hacernos menos competitivos, sacamos del país y los
generamos en otros países, los empleos que tanto necesitamos.
No, señor presidente, el que la gasolina haya bajado no es mérito de
su gobierno, bajaron los precios internacionales del petróleo. Usted la vende en México más cara que su
costo en todo el mundo. Usted y su
gobierno aplican un impuesto especial a las gasolinas, lo cual hace que sean
más caras que en el mercado internacional y que en Estados Unidos.
No, señor presidente, las inundaciones son responsabilidad absoluta de
su gobierno, y usted no ha tomado medidas para evitarlas. Se deben entre otras cosas, al reparto de
puestos públicos a miembros del equipo de campaña, personas que no tienen la
menor idea para ejercer el puesto, pero que usted o sus allegados nombraron,
para que obtengan su parte del botín que representa cada puesto público. Por lo tanto, son de su absoluta responsabilidad.
No, señor presidente, México ha sido entre los países del mundo, uno
de los peores en el manejo de la pandemia, y los muertos de la pandemia, así
como los muertos en manos de criminales hoy son los muertos de López Obrador. Por cierto, ud ya superó por mucho a
Calderón y a Peña comparando sus dos primeros años de gobierno.
No, señor presidente, el dinero de los mexicanos es para beneficio de
los mexicanos. Se equivoca cuando desvía recursos para el tren maya o la
refinería de dos bocas, ambos proyectos fallidos desde el día en que se
propusieron. Y usted no usa el dinero de
los mexicanos para beneficio de los mexicanos, prefiere aplicarlo en esos
proyectos inútiles. O peor aún, tirar y
tirar dinero que podría servir para salvar empleos, para salvar empresas, para
mejorar la economía. Ese dinero que es
nuestro usted lo tira en CFE y en PEMEX.
Todavía está a tiempo de corregir el rumbo. Apóyese en verdaderos patriotas y deshágase
de las lacras que lo acompañan en una parte de su gobierno. Es eso o pasar a la historia como el peor
presidente de México. La decisión es
suya. Como suya es la opción de romper
con el culto a su personalidad por el bien de México y de aquéllos mexicanos
que pertenecen a dicho culto. Para ello
debe renunciar al ego.
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