FERNANDO
PADILLA FARFÁN Y LA MEDICINA ENTRE LOS ANTIGUOS MEXICANOS
A
15/02/23. (LasAltasMontañas).
El ingeniero Fernando Padilla
Farfán, reproduce un interesante y completo estudio acerca de la medicina que practicaban
los antiguos mexicanos, publicado por Reader´s Digest con el título: Capítulos
olvidados de la historia de México.
La medicina entre los antiguos
mexicanos entremezclaba la ciencia con la religión y la magia. Seguía
principios científicos pues se tenía un gran conocimiento de las propiedades de
las plantas, lo que requería el estudio sistemático de la botánica. Se mezclaba
con la religión porque se pensaba que las deidades intervenían en el envío y
alivio de las enfermedades, y con la magia puesto que muchas veces se atribuía
la enfermedad a los hechizos de algún enemigo.
Al principio solo el sacerdote
y el hechicero luchaban contra la enfermedad, uno aplacando la cólera de los
dioses y el otro conjurando la acción de los astros y de los espíritus
malignos. Igual que en el resto del mundo, después de la etapa mágica empezó el
verdadero conocimiento.
Sorprendentes adelantos lograron
los indios precortesianos con el conocimiento del mundo vegetal; siglos enteros
de estudio les permitieron formar una botánica médica asombrosa. Cincuenta años
antes de que en Europa se hiciera el primer jardín botánico, el de Padua, y
cien años antes que el de París, ya Moctezuma II, en sus jardines reales y
junto a las más variadas plantas de ornato, tenía clasificado un gran vivero de
plantas medicinales que obsequiaba a sus súbditos enfermos. “Casi todo lo curan
con yerbas”, decía el cronista López de Gómara. Y eran tantas las especies
utilizadas que cuando Francisco Hernández, médico de Felipe II, vino a la Nueva
España apenas medio siglo después de la conquista, pudo reunir 1,200
variedades, estudiadas y definidas por los indígenas según sus virtudes
curativas.
EXAMEN MÉDICO Y DIAGNÓSTICO
La enfermedad era vista por
los prehispánicos como una pérdida del equilibrio interno del cuerpo, concepto
muy moderno que ahora llamamos homeostasis. Reconocía cuatro causas
principales: la entrada de un cuerpo extraño; “trabajos” de magia negra; sufrimientos
infligidos al tonali o centro de energía del cuerpo ―los aztecas creían que
había tres: en la cabeza, el pecho y el estómago―, y la pérdida del alma del
enfermo o los “aires”. Entre las creencias populares aún persisten rastros de
estas ideas.
Las curanderas recibían el
nombre de “la que retira las piedras”, pues así generalizaban cualquier objeto
extraño o mal que entraba al organismo y lo desestabilizaba. Para tratar al
enfermo, lo primero era saber la causa de la enfermedad. El diagnóstico se hacía
observando al paciente y también recurriendo a la adivinación. El médico tiraba
algunos granos de maíz sobre un pedazo de tela o en un recipiente de agua, y
según el modo como caían los granos, juntos o dispersos, o el modo en que
flotaban sobre el agua o como se agrupaban en el fondo, se deducía el tipo de
enfermedad y la cura.
Usaban el peyote para
diagnosticar. Pensaban que las alucinaciones conducirían a revelar la causa de
la enfermedad: la magia que la había originado y la identidad del hechicero. La
denuncia que este método lanzaba sobre vecinos y parientes se consideraba
indiscutible, y surgían grandes odios entre las familias luego de estas
consultas.
Determinada la causa,
comenzaban propiamente el tratamiento. En la enfermedad enviada por un dios, procedía
desagraviarlo haciéndole ofrendas. En otros casos, los métodos terapéuticos
incluían una proporción variable de operaciones mágicas: invocaciones,
imposición de manos, extracción de “piedras”, gusanos o pedazos de papel que
“habían sido introducidos” en el organismo del paciente. Pero también
practicaban operaciones fundadas en conocimientos científicos: sangrías,
balneoterapia, purgantes, apósitos, cataplasmas, administración de extractos o
infusiones de plantas.
Dos mundos, una misma práctica
Es curioso observar la
coincidencia de estas prácticas con las de la Europa de aquel tiempo. Por
ejemplo, en ambos continentes se creía que por los vasos sanguíneos circulaban
el aire y los espíritus. Por eso aquí y allá se recurría a la sangría como
método general para las mismas dolencias, con el mismo abuso, empleando la
misma lanceta y abriendo las mismas lancetas del codo.
Españoles e indios practicaban
la magia imitativa: una flor en forma de corazón debería servir para los males
de ese órgano; una piedra de color verde debería evitar la formación de
cálculos biliares. Los indígenas así lo creían y Felipe II ostentaba un bello
jade mexicano en su anillo, exactamente con esa finalidad.
Dos aspectos sobresalían en la
medicina prehispánica. El primero era la práctica de la eutanasia en los
enfermos incurables, para la cual se reunían los parientes y, de común acuerdo,
ponían fin al sufrimiento atravesando con una flecha la garganta del
desdichado. Y el segundo era la existencia de médicas; aunque algunos dicen que
sólo eran parteras y otros afirman que curaban todas las enfermedades, los
cronistas concuerdan en que a ellas recurrían generalmente las pacientes de
sexo femenino.
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