jueves, febrero 5, 2009, 05:37 PM Basta con abrir cualquier diario del país en la sección de clasificados, para encontrarnos con anuncios del tenor siguiente:"Cartas, Tarot, Orientación y Limpias, Hogar, Trabajo, Suerte, Amor" y el nombre del brujo o chaman. O "Hago trabajos espirituales de Magia Blanca" y alguno que otro donde se corta la envidia, la mala suerte y hasta hacen regresar al ser amado. Y en conocida arteria citadina, llamó poderosamente mi atención un monumental letrero donde se anunciaba: BRUJO DE CATEMACO, EXPERTO EN LIMPIAS. POR: Edwin Corona y Cepeda.La practica de la hechicería o brujería es tan antigua como la propia Humanidad y por tanto, inherente a la cultura de los núcleos sociales y del propio ser humano.En las culturas precolombinas al brujo o hechicero se le daba el nombre de nahual, de quien Fray Bernardino de Sahagún en su Relación de la Cosas de la Nueva España, Libro X, Capítulo IX señala que "El Naoalli… se llama brujo, que de noche espanta a los hombres y chupa a los niños. Al que es curioso deste oficio, bien se le entiende cualquiera cosa de hechizos y para usar de ellos es agudo y astuto, aprovecha y no daña. El que es maléfico y pestífero …, hace daños a los cuerpos con los dichos hechizos, saca de juicio y ahoga, es envaydor (sic) y encantador".Otro eminente cronista don Luis González Obregón, miembro epónimo de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, refiriéndose al Tribunal de la Inquisición en su obra editorial "México Viejo 1521-1821", relata que "En la Nueva España una de las supersticiones más arraigadas fue la creencia en brujos y brujas, que no pocas víctimas proporcionó al celebre Tribunal. El vulgo estaba convencido de que salían de noche, volando por encima de los tejados y cabalgando en sendas escobas, bajo la forma de globos de fuego y en busca de tiernos infantes en quienes saciar su sed de sangre. Creían, también a pie juntillas en los fatales efectos de las pócimas, en el poder de los conjuros y cosa extraña, a pesar del terror que les infundían aquellos seres, acudían a consultarles en sus aflicciones y enfermedades, ora para penetrar los arcanos de lo desconocido, ora para encontrar remedios a males incurables...
OPINION
REFLEXIÓN MATUTINA DE UN VIEJO LOBO DE MAR
jueves, febrero 5, 2009, 05:37 PM Basta con abrir cualquier diario del país en la sección de clasificados, para encontrarnos con anuncios del tenor siguiente:"Cartas, Tarot, Orientación y Limpias, Hogar, Trabajo, Suerte, Amor" y el nombre del brujo o chaman. O "Hago trabajos espirituales de Magia Blanca" y alguno que otro donde se corta la envidia, la mala suerte y hasta hacen regresar al ser amado. Y en conocida arteria citadina, llamó poderosamente mi atención un monumental letrero donde se anunciaba: BRUJO DE CATEMACO, EXPERTO EN LIMPIAS. POR: Edwin Corona y Cepeda.La practica de la hechicería o brujería es tan antigua como la propia Humanidad y por tanto, inherente a la cultura de los núcleos sociales y del propio ser humano.En las culturas precolombinas al brujo o hechicero se le daba el nombre de nahual, de quien Fray Bernardino de Sahagún en su Relación de la Cosas de la Nueva España, Libro X, Capítulo IX señala que "El Naoalli… se llama brujo, que de noche espanta a los hombres y chupa a los niños. Al que es curioso deste oficio, bien se le entiende cualquiera cosa de hechizos y para usar de ellos es agudo y astuto, aprovecha y no daña. El que es maléfico y pestífero …, hace daños a los cuerpos con los dichos hechizos, saca de juicio y ahoga, es envaydor (sic) y encantador".Otro eminente cronista don Luis González Obregón, miembro epónimo de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, refiriéndose al Tribunal de la Inquisición en su obra editorial "México Viejo 1521-1821", relata que "En la Nueva España una de las supersticiones más arraigadas fue la creencia en brujos y brujas, que no pocas víctimas proporcionó al celebre Tribunal. El vulgo estaba convencido de que salían de noche, volando por encima de los tejados y cabalgando en sendas escobas, bajo la forma de globos de fuego y en busca de tiernos infantes en quienes saciar su sed de sangre. Creían, también a pie juntillas en los fatales efectos de las pócimas, en el poder de los conjuros y cosa extraña, a pesar del terror que les infundían aquellos seres, acudían a consultarles en sus aflicciones y enfermedades, ora para penetrar los arcanos de lo desconocido, ora para encontrar remedios a males incurables...
jueves, febrero 5, 2009, 05:37 PM Basta con abrir cualquier diario del país en la sección de clasificados, para encontrarnos con anuncios del tenor siguiente:"Cartas, Tarot, Orientación y Limpias, Hogar, Trabajo, Suerte, Amor" y el nombre del brujo o chaman. O "Hago trabajos espirituales de Magia Blanca" y alguno que otro donde se corta la envidia, la mala suerte y hasta hacen regresar al ser amado. Y en conocida arteria citadina, llamó poderosamente mi atención un monumental letrero donde se anunciaba: BRUJO DE CATEMACO, EXPERTO EN LIMPIAS. POR: Edwin Corona y Cepeda.La practica de la hechicería o brujería es tan antigua como la propia Humanidad y por tanto, inherente a la cultura de los núcleos sociales y del propio ser humano.En las culturas precolombinas al brujo o hechicero se le daba el nombre de nahual, de quien Fray Bernardino de Sahagún en su Relación de la Cosas de la Nueva España, Libro X, Capítulo IX señala que "El Naoalli… se llama brujo, que de noche espanta a los hombres y chupa a los niños. Al que es curioso deste oficio, bien se le entiende cualquiera cosa de hechizos y para usar de ellos es agudo y astuto, aprovecha y no daña. El que es maléfico y pestífero …, hace daños a los cuerpos con los dichos hechizos, saca de juicio y ahoga, es envaydor (sic) y encantador".Otro eminente cronista don Luis González Obregón, miembro epónimo de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, refiriéndose al Tribunal de la Inquisición en su obra editorial "México Viejo 1521-1821", relata que "En la Nueva España una de las supersticiones más arraigadas fue la creencia en brujos y brujas, que no pocas víctimas proporcionó al celebre Tribunal. El vulgo estaba convencido de que salían de noche, volando por encima de los tejados y cabalgando en sendas escobas, bajo la forma de globos de fuego y en busca de tiernos infantes en quienes saciar su sed de sangre. Creían, también a pie juntillas en los fatales efectos de las pócimas, en el poder de los conjuros y cosa extraña, a pesar del terror que les infundían aquellos seres, acudían a consultarles en sus aflicciones y enfermedades, ora para penetrar los arcanos de lo desconocido, ora para encontrar remedios a males incurables...
Etiquetas:
OPINION