El Baldón: La tía Pila
Por José Miguel Cobián
Hoy discutía yo con una buena amiga, sobre
solucionar los problemas de México y yo afirmaba que si desde la presidencia de
la República se combate la corrupción México sería mejor, sin embargo la Tía
Pila insistía en que los mexicanos no podemos vivir sin corrupción porque así
estamos acostumbrados… Llegué a comer a
la casa, y dejamos la discusión a medias. Antes de reanudarla, leí mis correos
electrónicos, y me encontré con este, que si tuviera algo de verdad, entonces
tendría que aceptar que la Tía Pila tiene razón, en caso contrario, yo ganaría
la discusión. ¿Tú amable lector(a), qué opinas?
¨Dios llamó a su hijo, Jesús, y le dijo: Ya no aguanto más tantas
oraciones que recibo de los mexicanos para acabar con la delincuencia, la
injusticia y la impunidad en su país. Así que te vas inmediatamente para
allá, llévate un buen grupo de ángeles de tu confianza y pon en orden a ese
país. Jesús obedeció. Tiempo después (aunque en el cielo no hay
tiempo) Jesús regresó con Dios… ¿Qué pasó hijo? ¿Cómo te fue? ¿Se arregló
todo en México? preguntó Dios. ¡Ay! Padre, contestó
Jesús con cierto aire lastimero. Y Jesús narró lo que pasó:
Formé un grupo especial de ángeles y aprovechando el
año electorero logré ganar la Presidencia de México. La inmensa mayoría
votó por mí, por ser hijo de Dios. De acuerdo a la proyección de las metas lo
primero que hicimos fue construir penitenciarias grandes en cada municipio del
país pues sabíamos que las íbamos a necesitar. Atrapamos a todos los
narcotraficantes y secuestradores junto con sus colaboradores. Desde ahí
empezó el problema. Cayeron gobernadores, presidentes municipales,
jueces, jefes de policía, militares, banqueros, agentes de aduanas,
transportistas, televisas, artistas y hasta gente del clero. Ni modo, todos a
la cárcel pero se desestabilizó el sistema por la ausencia de esas gentes en
sus puestos.
Para mejorar la seguridad en la vía pública
detuvimos a los conductores y confiscamos los vehículos en los casos de no
traer placas, licencia o tarjeta de circulación, traer vidrios polarizados,
conducir con alcohol en sangre, en sentido contrario o con exceso de velocidad,
estacionarse en lugares prohibidos, traer gente en las bateas de las camionetas
o camiones, violar leyes ambientales o llevar niños sentados en las piernas del
conductor. Desde ese día desaparecieron el 80% de las
motocicletas, el 50% de los taxis, el 95% de las "combis o peseras" y
autobuses urbanos (incluido Transabús), el 20% de los vehículos de uso
particular, el 95% de los vehículos de PEMEX y CFE. Tuvimos que crear
grandes retenes nuevos para esos vehículos y contratar miles de personas para
los trámites. Las calles empezaron a estar desiertas de vehículos pero
llenas de gente sin poder trasladarse.
Envié a los ángeles a detener o multar a los
ciudadanos que evadían impuestos, a los que se robaban la energía eléctrica,
que tenían doble acta de nacimiento de sus hijos, que recibían ayuda del
gobierno sin tener derecho, que tenían trabajos fantasmas (aviadores), que se
robaban cosas del centro de trabajo, que simulaban enfermedad o lesiones para
cobrar ayudas, que vendían o compraban calificaciones en las escuelas, a los
que vendían o compraron títulos universitarios, a los que tiran basura en áreas
verdes, a los que queman, a los que contaminan el aire, los ríos, lagunas y
mares; también a los que pagaron cohechos (mordida) por trámites y a los que
los recibieron, a las concubinas que se dieron de alta como madres solteras
para recibir dinero; a los que compran cosas robadas como gasolina, llantas,
radios, refacciones de auto y ropa; detuvimos a los policías con antecedentes
penales o positivos al dopaje; a los periodistas y dueños de periódicos que
sobornan o extorsionan a los funcionarios y ciudadanos, y ya teníamos los
planes para meternos a los sindicatos y escuelas para investigar a esa gente y
castigar a los malos. Estaba decidido a acabar con la impunidad, tal como lo
piden los mexicanos! ¿Y luego? ¿Qué pasó? preguntó de nuevo Dios.
Pues nada, dijo Jesús. Que se nos llenaron las
cárceles y con la agilidad del sistema jurídico mexicano necesitábamos tener
encerrados y alimentar a varios millones de mexicanos. Las calles quedaron
desiertas. Dejaron de funcionar la mayoría de las empresas e instituciones
importantes, en una palabra, se paralizó México. México funciona gracias
al sistema del que sus ciudadanos se quejan. Bueno, intervino Dios, para eso te
mande, para arreglar las cosas. ¡Debiste quedarte a componer todo! Jesús sonrió
y le dijo a Dios:
Padre, tengo orden de arresto por fraude
electoral, enriquecimiento inexplicable, abuso de poder, falta de acta de
nacimiento, acusado de llegar a presidente aún siendo soltero, fuera de la edad
requerida y además extranjero. Me agregaron práctica ilegal de la
medicina documentada en la biblia, y el clero me inició juicio por practicar la
magia también documentada en la biblia. Las marchas y plantones pidiendo mi
destitución acabaron por desquiciar el país y mejor salí huyendo hacia acá.
Por eso Padre, dijo Jesús, mejor déjalos como están,
que se acaben solos entre ellos y después hacemos otro país con gente que sepa
apreciar lo que les diste de recursos naturales, ubicación geográfica, clima,
agua en abundancia y tierra fértil. Pero te suplico, no me mandes otra vez. Con
una crucifixión es suficiente!! Los mexicanos quieren acabar con la
impunidad, pero no con la propia.¨