El
Baldón: La herencia de Calderón
Por: José Miguel
Cobián
Hoy estoy convencido de que Felipe
Calderón es un hombre de buenas intenciones. Creo que hizo lo que creyó
conveniente, anteponiendo en la mayoría de los casos el bien de la Nación,
aunque en algunos antepuso primero sus propios intereses, como cuando tomó la
decisión de iniciar la guerra contra el crimen, sin tener elementos adecuados,
ya no digamos para ganarla, sino cuando menos para garantizar la seguridad de
los ciudadanos. O como cuando decidió que su sucesor sería Juan Camilo y lo
instaló en el palacio de Cobián sin que fuera la persona idónea, como lo hizo
también con muchos miembros de su gabinete, personajes cercanos al presidente,
pero no con la capacidad suficiente para ejercer un gobierno apegado a las
leyes con eficiencia.
Uno de sus grandes aciertos fue mantener
profesionales tanto en el banco de México como en la Secretaría de Hacienda, lo
cual ofreció al país un manejo calificado de las finanzas públicas, dentro de
la tendencia tan terrible de endeudamiento, que durante su sexenio se generó, y
que poco a poco iremos conociendo.
Calderón nos deja un país con bastas zonas
sometidas a poderes ajenos al estado. Es decir un espacio dónde no gobierna el
estado sino otro tipo de poderes. Nos deja un país dónde la ley se negocía para
los grandes y poderosos, o para los poderes fácticos y se aplica de manera
incorrecta e inadecuada para el resto de los ciudadanos. Felipe y los miembros de su gabinete
protestaron respetar y hacer respetar la ley, y a pesar de ello, en múltiples
ocasiones no la aplicaron, ni la aplican. De hecho todo hace pensar que incluso
para salvar su futuro, y la seguridad de su exilio, incluso traicionó a su
propia candidata y a su partido político en las últimas elecciones.
No deja de sorprender la amorosa relación
que hoy presenta el presidente saliente con el presidente electo. Y el
sometimiento del sexenio de Calderón a los poderes fácticos que mantienen como
rehén a la población mexicana, en un estado de semipobreza y sumisión debido a
su precariedad.
Felipe se va, pero nos deja un país convulso.
Problemas gravísimos en las finanzas públicas. Problemas de ingobernabilidad.
Ciento cincuenta mil muertos, tanto criminales como víctimas colaterales. Un
país donde reina el secuestro, la inseguridad es el pan de cada día, y los
ciudadanos no tenemos quien nos defienda, pues ni las fuerzas de seguridad
sirven para ello, ni se nos permite como en USA armarnos para defendernos
nosotros mismos, porque el gobierno prefiere un rebaño indefenso, a correr el
riesgo de un levantamiento social.
México es un país que depende del
extranjero para comer. Ni en producción de Maíz y Frijol somos autosuficientes.
El apoyo a las grandes compañías internacionales que realizan inmensos negocios
agropecuarios fue una constante en el sexenio, mientras que se olvidó al
pequeño y mediano productor, provocando la escasez y peligro de hambruna al que
hoy estamos sometidos. Con incrementos en productos básicos muy superiores a
los nueve pesos que aumentó el salario mínimo en el sexenio.
Si alguien tiene duda de las razones por
las cuales el partido hoy en el poder cayó al tercer lugar de las preferencias
electorales, habrá que recordar la frase de William Clinton en su campaña de
reelección en Estados Unidos: ¨Es la Economía, estúpido¨. México hoy es más dependiente, tiene más
pobreza, mayor desempleo, la desigualdad económica es mayor que hace seis años.
Inseguridad, desigualdad, incremento de
precios, pobreza, estado fallido, un ligero incremento en la calidad de la educación
pública, que por cierto está a años luz de la calidad de nuestros principales
socios comerciales. La misma corrupción que acción nacional condenó en los años
del ¨viejo PRI¨, pero eso sí, con máscara de gente decente, que va a misa los
domingos, que frecuenta sacerdotes, obispos y cardenales, pero que viven como
si fueran hijos del maligno, dañando al prójimo, abusando del débil,
hipotecando el futuro de millones, medrando con la salud y el sufrimiento de un
pueblo indefenso que en ellos confió.
Comienza en menos de tres meses, un nuevo sexenio de esperanza, que
seguramente será fallida para las grandes mayorías. Esperemos que cuando menos
traiga comida a los hogares mexicanos, seguridad a nuestras ciudades, y una
pequeña reducción de la pobreza y sufrimiento con que iniciará el primero de
diciembre.