El Baldón: A la Virgen María.
Por: José Miguel Cobián
Madre amantísima: Sé que
estoy en contacto contigo todos los días mediante mis oraciones y sobre todo,
mediante tu gran Amor, que día con día nos acompaña, como un manto
protector. A pesar de ello, ahora que
estamos muy cerca del 12 de diciembre, que es una fecha muy importante para los
mexicanos, al celebrar tu presencia en el nuevo mundo, me atrevo a escribirte
estas palabras, sobre todo porque creo que los mexicanos en particular y los
católicos en general estamos obligados a solicitar tu perdón, por nuestros
actos y omisiones.
En primer lugar, te pido
perdón, por no haber defendido adecuadamente tu amor ante las altas autoridades
eclesiásticas, y a pesar de haber estado enterado de los abusos que cometía
Marcial Maciel con los jóvenes que se acercaban a la legión de Cristo, permití
que incluso el Papa Juan Pablo II lo protegiera, a sabiendas de sus actos de
pederastia. Muchos mexicanos, pero sobre
todo, los de la más elevada clase social, eran cercanos al Padre Maciel, y
algunos de ellos sabían de sus actos, pero a pesar de saberlo, lo protegían, lo
ocultaban y cerraban los ojos ante esa realidad. Lamentablemente, el máximo dirigente de la
Iglesia Católica, también hacía lo mismo, y muchos, muchísimos jerarcas
mexicanos, también omitían la protección y la justicia a tantos niños abusados
por este engendro demoníaco, pues sólo así se puede justificar su infiltración
y presencia en nuestra Santa Madre Iglesia, y su influencia en el propio Papa
Wojtyla.
Quiero también pedirte
perdón, porque por omisión, permití que la ¨nueva¨ imagen del hoy Santo Juan
Diego fuera modificada, para que en lugar de parecer un indígena de la Nueva
España, ahora parece la figura de un indígena ¨españolizado¨, lo cual no tendría
nada de malo, si no fuera porque en nuestra cultura se ha vuelto aspiración el
parecer extranjero, y negar la belleza de los rasgos indígenas. Así, la figura de Juan Diego, contribuye al
sometimiento de ¨los indios¨ ante aquéllos con otro tipo de rasgos
faciales. Y eso, cuando Tú decidiste
aparecer con una tez morena y unos rasgos cercanos a los más pobres entre los
pobres, a los indígenas sometidos ante la corona española, resulta en una
ofensa a tu obra. Por ello, te pido
perdón, por mí, por tantos mexicanos que no dijimos nada, y sobre todo por la
jerarquía católica, que al aceptar ese cambio en la imagen de Juan Diego, negó
lo que Tú quisiste hacer al presentarte como la Virgen Morena, la madre de los
morenitos, la madre protectora de los naturales del Nuevo Mundo.
Te pido perdón por las
extrañas muestras de afecto y cariño con que nos expresamos los mexicanos. Estoy seguro de que por tu calidad de madre,
en lugar de peregrinaciones, preferirías que tus hijos, tus fieles, actuaran
como verdaderos hermanos los unos de los otros. Tú no quieres violencia de
ningún tipo entre tus hijos. Tú prefieres que alguien ofrezca visitar a los
enfermos una vez a la semana durante un año, o asistir al asilo de ancianos, o
dedicar un día de la semana a hacer servicio social, como por ejemplo a dar de
comer a los desamparados. Sé que como
Madre amorosa aceptas las muestras de cariño del pueblo de México y de toda
América, pero también estoy cierto de que cambiarías algunas de ellas, por
actos de verdadera caridad y amor al prójimo.
Sé también que no te agradan mucho esas ofrendas de dolor y sangre que
llamamos ¨mandas¨. Sé que no te gusta
ver sufrir a tus hijos, y que en lugar de ver a alguien desplazarse de
rodillas, o con tanto dolor autoinflingido, preferirías verlos dando amor y
alegría a sus hermanos, pues a fin de cuentas, Tú misma llegaste al Nuevo Mundo
a ofrecer la protección y la caricia de la madre más dedicada y con un corazón
lleno de amor y dones para tus hijos.
Gracias por intervenir ante Tu Hijo por todos nosotros.
Hago pública esta
oración, porque me siento con el deber de hacer reflexionar a tus fieles, con
el fin de modificar algunas formas de alabarte que no son las mejores en
función de tu mensaje de esperanza y amor para todos los mexicanos y todos los
latinos. Por ello, insistiré en que en
lugar de arreglar un camión, o llevar unas flores o frutas a una Iglesia, Tu
estarías más contenta si esos recursos se utilizaran en beneficio de algún necesitado. La mejor manera de alabarte y agradarte es
apoyarte a realizar tu obra en este mundo, y el único camino para ello es dar
amor y todo lo que se pueda a nuestros hermanos.
Espero, Madre Amantísima
que seamos dignos de tu perdón, y que con nuestros actos, no nada más el 12 de
diciembre, sino todo el año, y todos los días de nuestra vida, seamos dignos de
llamarnos hijos tuyos.
Tuyo en Cristo, tu hijo José Miguel Cobián