Crónicas urgentes
La cultura no es negocio
Claudia Constantino
Hace
año y medio comenzó a fraguarse un proyecto cultural alternativo que lleva por
nombre Bar de Poesía. Con el nombre se pretendía divulgar el concepto, por
principio, que emulara a uno de esos bares de poesía madrileños, donde los
parroquianos leen sus versos o poemas favoritos al micrófono, en un
escenario. Pero en Xalapa pocos sabían
de estos sitios, así que dicho nombre sólo trajo confusión.
Ubicado en la planta alta de una
hermosa y muy vieja casona típica xalapeña, en el corazón del barrio de Techacapán,
el mismo donde vivía Camerina Rabasa, la protagonista de la magistral novela
corta de Sergio Galindo, Polvos de Arroz;
el Bar de Poesía le parecía a algunos transeúntes una tradicional cantina
mexicana, a otros, un sitio de los que tienen muchachas, y a otros más un
remedo de antro.
Algunas madres espantadas por el
nombre no dejaban ir a sus hijos menores de edad; los aficionados al futbol no
encontraban las grandes pantallas para mirar los partidos importantes, de modo
que se iban decepcionados; los asiduos a la bebida no se hallaban cómodos para
ponerse a beber entre amantes de la literatura y lectores de poesía.
El nombre se convertía rápidamente en
condena. Pero uno a uno, fueron llegando los poetas: MaliyelBeverido, Irving
Ramírez, María Rivera, Miguel Molina, Jorge Arturo Rodríguez, Roberto Cuevas y
hasta el gran Efraín Bartolomé. Atraídos, ellos sí, además de por el nombre,
por la convocatoria poderosa de la poesía. Así se apersonaron para compartir
sus creaciones y para bautizarlo como santuario poético.
En dieciocho meses, se han presentado
en este espacio libros, poetas, músicos, pintores, fotógrafos, cuentacuentos,
maestros de literatura, clubes de lectura y, desde luego, muchos lectores de
poesía. Pero la cultura no es negocio y ahí no se cobra un solo centavo a los
artistas, ni a nadie, por usar el espacio. Debido a los magros ingresos de los
artistas, sería injusto mermarlos aún más con alguna comisión. El espacio se
sostiene de los consumos de los parroquianos pero, paradójicamente, el poder
adquisitivo del público ávido de arte es bajo. Se trata casi siempre de jóvenes
universitarios, maestros, trabajadores con ingresos modestos o amas de casa. Además
el aforo no es tan grande.
Por esa razón este esfuerzo se ha
vuelto múltiple y diverso; para sostener el espacio se ofrecen servicios de
coffe break y brindis a domicilio o en las propias instalaciones; se cuenta con
una página de internet dedicada a la cultura, de nombre www.Culturesencia.com, pero con todo no
alcanza, porque casi nadie está interesado en invertir en la cultura, ni en
proyectos de este tipo. Lo que empeora por la situación económica que ha
llevado a la quiebra a un buen número de negocios de todos los giros. Y no
porque esta apuesta sea en favor de la cultura es vista y tratada distinto a
cualquier otro giro comercial, sin mayores consideraciones.
Recientemente, en el empeño de no
desaparecer, se hizo un llamado comunitario al presidente municipal de Xalapa,
Américo Zúñiga Martínez, quien respondió, por suerte, comprometiéndose a
apoyarlo y hacerlo sede alterna de las muchas actividades que el municipio
organiza en su área cultural. Los artistas, creadores y, sobre todo, los poetas
consideran que no se trata de un beneficio particular, sino colectivo.
Recordaron que en los muchos años que llevan como exponentes del arte, han
comprobado que la cultura no es negocio y que, cuando alguien abre un espacio
así, lo hace por absoluta vocación y convicción del bienestar común.
La comunidad xalapeña ha sido generosa
al decidir que este espacio siga. Algunos apoyarán compartiendo su arte sobre
el escenario, otros colgándolo en sus paredes, otros yendo a consumir, unos más
recomendando el sitio y difundiendo su nobleza. El Bar de Poesía no es más de
una familia o de una persona; es de una ciudad: es de
Xalapa. Y entre todos le han dado vida.
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