El Baldón: ¿Y lo trascendente Apá?
Por José Miguel Cobián
Las supuestas precampañas han
comenzado. Los mexicanos escuchamos unas cuantas frases vanas, de esas que
intentan causan impacto y ganar simpatía sin análisis por parte del elector.
Las precampañas y las campañas están dirigidas a los indecisos. El voto duro de
los partidos políticos se considera propio y no se le presta mucha atención. Al
sector que oferta su voto al mejor postor tampoco se le presta atención, pues
ya se sabe que ¨con dinero baila el perro¨, así que en realidad la intención de
los candidatos es atraer simpatías de los que no están comprometidos con nadie
y de algunos de los que se espera que no vote, pero si se logra el objetivo,
conseguir su viaje a las urnas, pues como va a ser una elección muy competida,
cualquier voto es verdaderamente valioso.
De los azules, el único que le
está poniendo sabor al caldo es Cordero. Explicando más a fondo su posible
política económica, atendiendo asuntos de salud como cobertura universal real y
atención las 24 horas del día, mostrando más experiencia e idea de lo que debe
ser el futuro de México. Analítico e inteligente, pero con poco carisma.
En los otros aires, quien más
destaca –como siempre- es Andrés Manuel. Primero con el asunto de la República
Amorosa, que si bien ha sido tomado a chunga por sus adversarios, nos recuerda
la importancia de la convivencia con el otro, en un entorno de interés y amor
al prójimo que puede mejorar mucho nuestro entorno social.
Ha tocado temas económicos,
asesorado por su economista estrella, y ha atraído la atención de un sector de
empresarios regios, quienes hoy tienen problemas con sus pares en Monterrey, en
Guadalajara y en la capital, pues el resto de los empresarios todavía no
confían en el antiguo ¨peligro para México¨, según la propaganda oficial de
hace seis años.
En los últimos días puso sobre
la mesa un tema trascendente para el desarrollo económico y social de México:
el tema del tren de pasajeros.
Recordemos que en sus mejores épocas nuestros trenes transportaban 30
millones de mexicanos, siendo un medio de transporte cómodo y barato. Hace
algunos años, el gobierno federal tenía que subsidiar a los ferrocarriles y por
eso se concesionaron a la iniciativa privada.
Por otra parte, como las grandes cadenas de autobuses de pasajeros son propiedad
de políticos con muy buenas relaciones, se decidió desaparecer el transporte de
pasajeros en tren, para beneficio de esos grandes conglomerados y en perjuicio
de la Nación. Hoy Andrés Manuel al poner
sobre la mesa este tema, gane o no gane la elección, ya le está haciendo un
favor a México, pues se abre de nueva cuenta la discusión sobre la necesidad de
tener un buen tren de pasajeros, tal como están haciendo los países
desarrollados del mundo, que tanto nos ponen de ejemplo nuestros neoliberales
dirigentes.
Mientras todos los países que
quieren desarrollar sus comunicaciones y medios de transporte están apostando
al ferrocarril, incluso con nuevas tecnologías como los trenes bala, (antiguos
ya en Europa por cierto), en México seguimos sin voltear a ver esa opción de
comunicación, transporte y desarrollo económico. Quizá haga falta otro Porfirio Díaz para
entender lo necesario y útil que ha sido el ferrocarril y recuperarlo para
beneficio de la Nación.
A pesar de quienes lo acompañan,
cualquier candidato puede hacer un bien a México o continuar la senda del
subdesarrollo y la mediocridad.
Recordemos que cuando llegó Felipe Calderón, el hecho de que fuera
asesorado por Carlos Salinas, le dio a la clase empresarial la esperanza de que
México recuperara las glorias del sexenio del ¨innombrable¨, cuando casi
arañamos el desarrollo y el primer mundo. Lamentablemente el abogado de la
libre de derecho, no entendió los consejos del economista y sufrimos otro
sexenio perdido.
Nosotros los humildes ciudadanos
enfrentados a la encrucijada de votar por quien no conocemos, tenemos que
aprovechar las precampañas y campañas para sacar a la luz los temas
trascendentes y que se discutan abiertamente, para poder tomar la mejor
decisión en las urnas. El resto de los votantes no cuentan, porque o están
comprometidos ya o tienen la perspectiva de ofrendarse al mejor postor.