Por: José Miguel
Cobián
Sí, esta colaboración es una
autodefensa. Quien esto escribe ha
recibido críticas y reclamos desde dos trincheras disímbolas. Las alturas del
poder y las redes sociales, que hoy representan la voz del pueblo (clase media
y alta). Los reclamos van en función de
que el autor está en contra del vandalismo y la violencia que se refleja en las
protestas por el asunto de Ayotzinapa. Pero también por la exigencia de mejores
instituciones en el país, en particular las relacionadas con protección
ciudadana y justicia.
De un lado se me acusa de
pro gobierno, por insistir que no es mediante la renuncia de un presidente, que
las cosas van a cambiar en México, mientras los mexicanos, nuestra sociedad y
las instituciones no cambien. Además de insistir en que hay grupos interesados
en que le vaya mal a México a nivel interno e internacional, pues así mejoran
sus posibilidades de lograr sus metas, y son esos grupos los que queman la
puerta del palacio nacional o las sedes de gobierno o partidos políticos. Esos mismos grupos que se oponen a que los
particulares acudan a realizar sus compras en libertad en el buen fin, y
deciden cuando sí y cuando no, se puede circular por las carreteras del
país. Y quien esto escribe se desespera
de que a pesar de las 20,000 cancelaciones de reservaciones para Acapulco, y el
daño que con ello se le ocasiona a toda la economía regional, y en particular a
los más pobres y débiles de Acapulco. Ahora se pretenda hacer lo mismo con la
economía nacional, para que gracias al sufrimiento de muchos mexicanos, algunos
obtengan lo que buscan. Y la
desesperación va en el sentido de que en México hay muchos ciegos que se niegan
a ver, aunque la realidad esté allí para insistir en ello.
Por otra parte, se acusa al
autor de anti gobierno, por insistir en que las instituciones son lo único que
nos puede salvar de una debacle social como país. Pero para ello debemos tener
instituciones fuertes, libres de corrupción, inmunes a la impunidad, y sobre
todo, que apliquen la ley a amigos y enemigos del poderoso en turno. Por eso se insiste tanto en esta columna en
que los policías sean personas capacitadas y entrenadas, que tengan además un
nivel de ingreso decoroso, que sus condiciones de trabajo y de vida sean las
adecuadas acorde a la dignidad humana. Y por ello se insiste también en que la
procuraduría estatal (y también la federal), tengan acceso a recursos
suficientes para atender con la debida prontitud todos los casos y denuncias
que a ella lleguen, con la capacidad técnica y humana suficiente para resolverlas
acorde a lo que cualquier ciudadano del mundo, y por ende cualquier mexicano
tiene derecho. Porque sabemos que la
procuraduría de justicia de Veracruz es una caricatura, y la tragedia de
Ayotzinapa ha demostrado que la procuraduría de justicia del país también.
Y por ello mismo se requiere
que los máximos tribunales estatales y federales estén formados por los mejores
juristas no por recomendados del virrey en turno, que no conocen el mínimo de
impartición de justicia ni de administración de un sistema judicial estatal o
federal. En tratándose de temas de
seguridad y justicia lo menos que podemos aspirar y exigir los mexicanos es
instituciones fuertes, que resuelvan prontamente los asuntos que la sociedad
les encomiende, con personal capacitado, con tecnologías modernas, sobre todo
en cuanto investigación se refiere, y con salarios decorosos y niveles de vida
dignos, incluso en cuanto a los volúmenes de trabajo que enfrenta cada uno en
su calidad de ser humano.
Es increíble que estando en
fechas de evaluación de presupuestos, los gobernantes se ofendan ante una
verdad como la que planteamos. Los procuradores se molesten porque se pide
mayor presupuesto para elevar la capacidad y calidad de sus procuradurías. Los Magistrados se molesten porque se escribe
en papel y tinta (o pantalla y pixeles) lo que todos sabemos pero que pocos
exigimos. Que los diputados locales y
federales simulen no estar enterados de este grave problema y en lugar de mover
los presupuestos y las leyes para reforzar estas instituciones, sigan
obedeciendo al firmante del cheque que les llega con discreción si son de
oposición, o la voz que les ofrece un próximo puesto si son del partido en el
poder. Olvidando su principal obligación
que es atender al pueblo de México.
Así pasan los días, y estas
páginas se convierten en una voz en el desierto. Cuando sólo tenemos dos
opciones realmente viables, la primera es fortalecer las instituciones y la
segunda es desaparecerlas. Esta última implica un movimiento armado, una
revolución o un golpe de estado, pero nos enfrentaríamos a lo desconocido,
y normalmente lo desconocido en este país siempre se ha reflejado con muertes,
abusos, violencia, sacrificios, sufrimientos de las mayorías, y al final, se
regresa al camino de crear primero y luego fortalecer las instituciones
creadas.
Impunidad, gobierno sin
interés por la patria y pueblo apático son los males que están matando a
nuestro país. Seguro alguien dirá que
hoy con las marchas no hay apatía. La
respuesta es muy clara, se marcha y se permite que la marcha se use para
desprestigiar a México y dañar a las instituciones, porque la cobardía y la
apatía de los que marchan les impide sacar de sus filas a los vándalos
anárquicos y a los vándalos que reciben órdenes superiores de quien se beneficia
del caos.