José Miguel
Cobián
Así como la crisis de sobrepoblación
amenaza a todo el planeta, también enfrentaremos en el corto plazo problemas
muy graves de desabasto de agua potable, particularmente en nuestro país, con
una buena proporción del territorio nacional con clima semidesértico, y con
grandes desperdicios y contaminación de fuentes de agua potable en el
sureste. Inmediatamente surge la
pregunta de ¿qué podemos hacer? Para evitar ese futuro catastrófico.
Hasta la fecha, los núcleos humanos han
buscado abastecer sus necesidades de agua potable de fuentes más lejanas, pero
llegará un momento en que eso ya no sea posible, entre otras razones, porque
aquéllos lugareños que habitan la zona de dónde se toma el agua verán afectado
su eco sistema y forma de vida, lo cual generará problemas sociales más graves
de los que pudiera resolver. El primer ejemplo ya lo hemos vivido con la
fracasada obra que llevaría agua de Veracruz a Nuevo León. En los próximos años
la solución no será continuar invirtiendo en infraestructura hídrica
tradicional. Habrá que pensar en otras soluciones.
México se ha caracterizado por llegar tarde
a todos sus compromisos con la historia. Lo mismo en la liberación del mercado
energético, que en preparar al agro para enfrentar los retos del Tratado de
Libre Comercio, o enfrentar la plaga de roya que ya devastó los cafetales de
Oaxaca, Chiapas y Veracruz, mientras que apenas las autoridades comienzan a
percibir el daño causado, mismo que pudo evitarse con planeación e inversión
adecuada de los recursos públicos disponibles.
Las comisiones de agua potable tendrán que
buscar un mayor peso específico en las administraciones estatales, y la
nacional habrá de hacer lo mismo en la federación, para lograr prevenir los
problemas que se avecinan.
En
primera instancia, en Veracruz enfrentamos el problema de la deforestación,
misma que impide la acostumbrada recarga de los mantos freáticos. Los gobiernos, las policías, las comunidades,
los criminales, los talamontes, etc., todos han convivido en una ilegal
actividad que ha llevado beneficios disparejos a los sectores involucrados,
pero todos, han sido cómplices de la reducción de masa vegetal por muchos años,
sin que a la fecha ninguna autoridad ni grupo social eleve la voz y tome
medidas para frenar dicha actividad y revertir los malos efectos ya
causados. Ha habido pequeñas
resiembras, sobre todo por parte del ejército mexicano, pero sin los cuidados
adecuados, la mayoría se ha perdido o vuelto a talar. De hecho, los efectos de la tala inmoderada
en el pico de Orizaba se han sentido en la zona centro del estado, y cada año
será más significativo su efecto, con sequías más pronunciadas.
Una de las primeras opciones que deberá
aplicar cada sociedad, cada ciudad. Será la de reciclar el agua que normalmente
se desecha en las ciudades, con el fin de aprovecharla para usos no humanos y
que no conlleve riesgos para la salud.
Pocos saben que las aguas negras de la ciudad de México se utilizan en
el valle del Lerma para regar los cultivos de verduras y legumbres, que
posteriormente son vendidos y consumidos en la propia ciudad de México. Este uso del agua no es tan exitoso, ya que
la calidad de las aguas de riego deja mucho que desear. Sin embargo, con los
controles sanitarios adecuados y los tratamientos más modernos, esas aguas
podrán reutilizarse no sólo para regar plantas sino también para consumo
humano. Tal como se hace con el agua de
muchos ríos del país, que reciben las aguas negras de la ciudad que está más
lejana a la desembocadura de dicha vía acuática, y luego esas mismas aguas son
tomadas por la siguiente ciudad para usarse en la distribución de agua
potable.
Esto que suena aberrante, no lo es tanto,
cuando se utilizan plantas de tratamiento de aguas residuales, y se purifica el
agua mediante algas y filtros adecuados.
Como se hace en México es una pesadilla para la salud pública, ya que se
pone en riesgo la salud de miles de habitantes.
Una técnica que ya se está empleando en
países avanzados es la de ¨siembra de agua de lluvia¨. Consiste principalmente en separar el agua
de lluvia del agua de drenaje, y llevarla a los mantos freáticos, además de
zonas de reserva de agua como presas y lagos.
El costo es fuerte pues hay que construir dos líneas de drenaje en las ciudades,
uno pluvial y otro de aguas negras, pero el beneficio para las comunidades a
largo plazo es enorme. La manera más
sencilla es la de enseñar a la población a conservar el agua de lluvia para sus
labores domésticas, sin embargo no en todos los lugares sirve esta opción, por
las diferencias entre temporadas de lluvia y de secas. Alimentar los mantos freáticos y utilizar
grandes reservas de agua a flor de tierra dan mejores resultados en dichas
áreas.
En las zonas como la ciudad de México dónde
se obtiene buena parte del agua de la ciudad de mantos freáticos, sembrar el
agua de lluvia, es decir regresarla al manto, en lugar de llevarla al drenaje y
de allí al mar, es la mejor solución.
En la zona centro de Veracruz hay grandes cavernas subterráneas que
podrían funcionar como reservorios del agua de lluvia, que mientras llega a su
depósito final, será filtrada de manera natural.
Educar a la población en el cuidado del
agua es un factor fundamental, tanto quizá, como el hecho de mejorar las redes
de distribución, pues otro dato poco conocido es que en el proceso de llevar el
agua a nuestros hogares, se pierde aproximadamente el 50% del agua disponible,
ya sea por fugas o por fallas en las redes de distribución.
En las comunidades rurales, la
construcción de ollas de almacenamiento de agua de lluvia se convierte en una
práctica común en el norte del país, y algo necesario para nuestras
comunidades. Hoy que estamos estrenando funcionarios en el área de agua en el
estado, un cordobés, Víctor Garrido recibe la responsabilidad. Pronto veremos resultados.