SINDICATOS CON FECHA DE CADUCIDAD
Ángel
Lara Platas
En
ese momento nadie hubiera creído que el hombre de baja estatura, lentes grandes
con aro de plástico, enfundado en un pantalón de dril que parecía barato, que en
la acera opuesta a la del restaurant donde comíamos paella caminaba aprisa con
movimientos que intentaban ser de alguien que se ejercita, y seguido tan solo
por un tipo más alto y fortachón que simulaba ser su acompañante en la
caminata; se trataba de un poderosísimo personaje que asumió un liderazgo tan
fuerte, que para la familia petrolera era como un fanal colocado en medio de
las tinieblas.
Lejos
de su tierra, ni automovilistas ni transeúntes detenían su mirada en el
personaje que se dirigía a ningún lado, para luego regresar al mismo lugar. Nadie
lo reconocía. Cuando nos retirábamos del lugar, coincidentemente entraba al
mismo para tomar una soda, lo que venía haciendo de manera cotidiana desde
hacía varios meses. Lo reconocí porque muchos años atrás lo traté en Ciudad
Madero. ¿Usted es don Joaquín Hernández Galicia? –le pregunté-
-Sí,
yo soy, y usted quién es?
Así
inició un interesante diálogo que continuó en una modesta casa muy cerca de la
Avenida Teopanzolco, “…una de las condiciones para alcanzar mí libertad, era
radicar en Cuernavaca durante algún tiempo”
La
vida de Hernández Galicia al frente del sindicato de PEMEX, fue un encadenamiento
prodigioso de sucesos que provocaron modificaciones en la cultura de los
habitantes de las regiones petroleras del sur de Tamaulipas y norte de
Veracruz. Todo tenía que ver con su liderazgo.
La Quina -curiosamente apodado
en femenino-, concentró mucho poder y mucho dinero. En sus 30 años de ejercicio
sindical, dio, ayudó, financió y decidió el destino de muchos.
Francisco Ortiz Pinchetti lo definió así: Era, ante
todo, un hombre del sistema. Conocía sus reglas y sus secretos. Sabía hacer
alianzas, negociar, imponer. Respaldado desde las cúspides del poder nacional
—sindical y político— hizo suyo no solamente al sindicato petrolero sino toda
una región del país, el sur de Tamaulipas… El cacicazgo de Joaquín Hernández
Galicia desbordaba en efecto el control petrolero… Tomaba como sus empleados a los
presidentes municipales de Ciudad Madero, Tampico. Aldama y Altamira.
Él nombraba jefes policiacos, jueces, agentes del
Ministerio Público. Imponía dirigentes obreros y campesinos. Controlaba medios
de comunicación, la Universidad, el Tecnológico. Construía caminos, entregaba
placas de taxis, pavimentaba calles, financiaba siembras, otorgaba préstamos,
castigaba indisciplinas, repartía contratos y canonjías, ayudaba a desvalidos,
perdonaba deudas… aprobaba —y condicionaba— gobernadores del estado. Tenía
incondicionales suyos en el Congreso local. Designaba diputados federales. Daba
órdenes a delegados de dependencias del gobierno federal. Ayudaba económica o
políticamente a sindicatos. Edificaba casas. Apoyaba obras pías. Designaba
directores de escuelas. Aplastaba enemigos… Tamaulipas era, en la práctica,
casi propiedad de La Quina…”
Hernández
Galicia concentraba tanto poder que sin calcular consecuencias siempre pretendió,
sin reverencia alguna, jugar a las vencidas con los mandatarios en turno. Olvidó
que dos poderes iguales no caben en la misma silla.
Era
tal la influencia de La Quina en la
política, que en el ámbito de los petroleros se decía que a todas las
autoridades las tenía en un puño.
Todo
el mundo competía por los dones del gran líder, con mayor ahínco los políticos y
quienes aspiraban a cualquier cargo de elección popular.
Cuando
los vientos del sindicalismo soplaban con mayor fuerza, , Carlos Salinas de
Gortari -sin vacilación alguna- ordenó al ejército que fuera en busca de
Hernández Galicia para cumplir una orden de aprehensión. Dicen los que vieron
que durante el operativo se sembraron armas y un muerto, que resultó ser un
agente del MP que había fallecido días antes en otro operativo.
El
10 de enero de 1989, el líder fue detenido y consignado a 35 años. (9 años
después fue absuelto).
Con
esta maniobra, Salinas logra legitimarse como Presidente. Como se sabe, la
elección de Salinas fue altamente cuestionada.
Hernández
Galicia recuerda los severos reclamos a Carlos Salinas cuando era Secretario de
Programación y presupuesto. Pero lo que no perdonó el ex presidente fue que en
1988, en las campañas para presidente, el líder del sindicato más poderoso del
país apoyó a Cuauhtémoc Cárdenas, que jugaba para el mismo cargo pero por el
Frente Democrático Nacional. Salinas estuvo a un tris de la derrota.
A
sus casi 90 años, La Quina
difícilmente recobrará el antiguo influjo. Su poder está eclipsado, aunque no
anochecido.
En
otros tiempos y otras formas, pero el priista Enrique Peña Nieto ya enseño
parte de su juego de gobierno.
Rompió
con la poderosísima líder magisterial y dueña del PANAL, Elba Esther Gordillo. Seguramente
alguien le demostró que la maestra y su partido recibían más de lo que daban.
Dos
poderes, dos historias, un destino.
alaraplatas@hotmail.com